Makayla
Éramos yo y el campo de batalla en el que el bosque se había convertido. No escuchaba nada más allá del pitido constante que se había aislado en mis oídos. Lo veía todo con destellos de luces que me impedían identificar a todo aquello a lo que daba zarpazos sin compasión. Mordiscos a diestro y siniestro. Gruñidos y aullidos que se perdían en el vacío. Todo era borroso para mí, como si la niebla de aquella noche hubiese buscado refugio en mi cabeza. No había rastro alguno de cansancio en mis movimientos, pero por dentro estaba agotada, desorientada, asfixiándome en la oscuridad de mi vista. Sentía como me deshacía por dentro.
Noah
En una guerra nadie gana, solo sale mejor o peor parado de ella. Recibía imágenes de muchos de los miembros de mi manada y cada vez que una llegaba sentía como un pedazo de mi corazón se reconfortaba al saber que estaban bien, pero en realidad todo en mí era preocupación. Makayla luchaba algo adelantada de mi posición y no quería perderla de vista. Parecía un tren desbocado y no quería que en un momento de locura se vuelva contra su propio equipo, como había hecho conmigo en la cabaña.
Un gran lobo pardo apareció ante mí abriendo sus fauces, las cuales consiguieron aterrarme en cierto punto. Los lobos del norte tenían más pelaje, cosa que complica bastante clavarles los colmillos, por consiguiente, sus dientes eran algo más afilados. Su primer golpe fue a parar a mi lomo, estabilizándome más de lo que hubiese querido. La colisión con la armadura le dejó algo atontado, lo que me dio tiempo a ponerme derecho de nuevo y a saltar hacia él. Le mordí una pata y en seguida distinguí el olor de su sangre diferenciada de la del resto. Era el Alfa del norte. Entrecerré los ojos, haciendo fuerza para profundizar la herida. Sacudí la cabeza y él se quejó, aunque consiguió alejarme. Pronto me tenía bajo sus garras y me aplastaba el hocico. Comencé a respirar fuertemente al notar como me hundía en aquel barrizal de barro y sangre. Aulló a la luna, una luna llena y aterradora que me hacía querer aullar también, junto a aquel lobo enemigo. Pareció recibir un empujón ya que sus garras me arañaron de la nariz a las orejas y él se quitó de encima. Un gañido aterrador me hizo esconder la cola entre las patas. Junto aquel sonido horrible escuché un aullido de placer, unido a gruñidos. Mi vista, algo borrosa, enfocó una imagen que hacia mucho tiempo que no veía. Era lo más bestia que había presenciado en mi vida. Una loba negra, Mak, le había desgarrado el cuello y prácticamente le estaba despedazando. La luz de la luna hacía que la sangre en el hocico de Makayla brillara. Un escalofrío me puso los pelos de punta.
La loba negra dejó finalmente el cuerpo sin vida de aquel Alfa y fijó su vista en mí. En sus ojos refulgía un fuego inapagable, resistente a cualquier cosa. Pasó una eternidad cuando me di cuenta de que se acercaba lentamente. Gruñí, no podía controlarla y si le daba por acabar conmigo, lo haría sin dificultad. Entonces, a escasos pasos de mí, la loba agachó la cabeza, haciendo una reverencia y salió corriendo para lanzarse a otro lobo. No pude quedarme a verlo ya que otro se me tiró encima. A este conseguí vencerle mucho más rápido. Ayudé a otros miembros de mi manada en su lucha y disputé mis propias batallas. Poco a poco llegó el amanecer y los pocos enemigos que quedaban vivos intentaron huir. Atrapamos a unos cuantos, siempre lo hacíamos. La batalla cesó, aunque no todos los gruñidos cesaron. Vi el reflego de unos ojos. Los de Mak. Su armadura, que ahora se veía, tenía un color rojizo a pesar de que aparentaba ser plateada. Seguía gruñendo, parecía pedir ayuda. Venía andando, sin ninguna dificultad. Se acercaba como un gato con miedo, como un león se acerca a una gacela. Precavida y encorvada seguía gruñendo a los que aún vivíamos de la manada. Parecía estar intentando frenarse, ya que sus patas temblaban cada vez que las levantaba. Se relamió el hocico, levándose algo de sangre en su lengua. Varios escalofríos corrieron por mi lobo.
El silencio me estaba haciendo temblar y el miedo que irradiaba mi manada no ayudaba. Algunos hicieron un intento de rugir, reconociendo la posición de ataque de Makayla. Sus ojos se fijaron en el lobo más cercano a ella. Enseñó los dientes. No quería hacerle daño, le estaba diciendo que se apartase. Este no pareció coger el mensaje, ya que se quedó temblando y dio un paso hacia delante. Quise advertirle, pero justo cuando había empezado a rugirle, salió disparado, volando durante un par de segundos y aterrizando con fuerza sobre un barrizal. Mak le había lanzado por los aires. Aullé con todas mis fuerzas. Quería pararla. Se estaba acercando a los recién capturados. Había oído que los lobos negros no dejaban supervivientes en sus guerras, pero realmente pensaba que no iba a ser así esta vez.
Me adelanté unos pasos hasta que nuestras narices llegaron a tocarse. En sus ojos pude leer el deseo de muerte y una petición alarmante de ayuda. Cuando advertí que iba a aullarme, capturé su hocico con el mío y tiré hacia abajo, intentando no dañarla. Gruñó y pareció ronronear al mismo tiempo.
Vi por el rabillo del ojo como los lobos de la otra manada comenzaban a mirarse inquietos. Me di cuenta de que planeaban una escapada. Les miré y pensé que lo tenía todo controlado cuando se quedaron quietos, aunque la pata en tensión de Makayla me negó aquello. De un momento a otro, como un resorte, los lobos salieron disparados hacia las profundidades del bosque y Makayla, dándose cuenta de mi desconcierto, se libró de mí y se unió a ellos en una carrera que, parecía, iba a ser muy larga. Iba a correr tras ella, pero alguien me lo impidió.
Ian. No debería de haber salido del refugio todavía. Me agarraba del pelaje del cuello y tiraba de él. Le miré y me negó con la cabeza.
-Mamá va a volver, pero tenemos que dejar que se vaya.
Parecía nervioso y miraba al fondo del bosque con algo de miedo.
-Creo que esto no ha acabado, papá. Van a venir más.
Pude oler su miedo y su ansiedad. Comenzó a llorar y supe que no podía irme ahora. Habíamos sobrevivido cuatro años con Makayla apartada de nosotros, no iba a perder el tiempo ahora, cuando ella iba a librar su propia batalla. Iba a volver, Ian tenía razón. Volvería por su diablo. Volvería por mí. Di la orden para que todo el mundo se fuese a su casa, ya recogeríamos aquel desastre más tarde. Arrastré a Ian hasta casa. Ahora estábamos a la misma altura, él como humano y yo como lobo. No me soltó en ningún momento durante el camino. Lloraba en silencio y me partía el corazón. A la puerta de casa, él se alejó un par de metros de mí. Me transformé. Llevaba una armadura, manchada con sangre y barro. Notaba el peso del casco y cuando me lo quité, descubrí una pequeña mueca graciosa en la cara del diablo.
-¿Hace cuánto no te peinas? -Comentó Ian. Era como Mak, con sus comentarios sarcásticos e insultantes. Sus toques de humor. Me reí.
Me arrodillé y el vino corriendo a abrazarme. Lloró. Era lo normal.
-Cuando aquel lobo casi entró en el refugio, pensé que iba a morir y que tú y mamá no ibais a salvarme. Pensé que ya os habíais ido. Papá, te quiero.
Sequé disimuladamente una lágrima. Tenía un nudo en la garganta. Nunca imaginé que algún día tendría un hijo. Nunca pensé que un te quiero significaría tanto. Nunca pude pensar en lo mucho que me haría sentir aquella palabra, papá.
-Yo también a ti, Ian. Mucho. Estamos bien, Mak va a volver y seremos felices todos juntos.
-Yo ya soy feliz, no necesito nada más.
Con una sonrisa, le levanté en brazos y entré en casa. A lo lejos un aullido fácilmente reconocible me avisaba de que todo estaba bien. De momento. Aquello provocó un cosquilleo dentro de mí. Ella me estaba avisando. Me estaba manteniendo informado. Al fin y al cabo, era ella. Era libre y no podía cortarle las alas al pájaro.
Ian no se separó de mí ni cuando me fui a duchar. Se sentó en la taza del váter tarareando canciones que me hicieron ser feliz. Los ojos se me cristalizaban y no podía resistirme. Me sentía rehecho. Todo eso era nuevo para mí. Y me encantaba.
-Papá, ¿mientras me ducho yo me vas a esperar?
Solté una risa. Después de aquello no iba a querer despegarse de mí.
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She wolf [SHE 1]
WerewolfMakayla es una loba negra. Ser un lobo negro implica ser odiado, perseguido y asesinado. Los lobos negros son fuertes, ágiles, sus sentidos son mejores que los de los demás lobos. Pero nadie les quiere. Makayla lucha por la igualdad de su espe...