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Makayla

¿Era necesario empujarme por las escaleras de vuelta a las rejas? No, pero aún así lo hicieron. Y no me molestó en absoluto ya que no caí sobre algo duro, de hecho, acabé encima del Alfa más estúpido de todas las manadas. Y aún seguía convertido en un lobo, así que era el doble de blandito.

-Vamos, regáñales, me han tirado por las escaleras. ¿No piensas hacer nada?

Él gruñó. Vi como sacaba la lengua y respiraba rápidamente. Había intentado quitarse las cadenas. Gran fallo. De tanto tirar, había provocado grandes heridas al rededor de sus patas. Parecía que iba a morirse, literalmente.

-¿No sabes nada? Oh venga, me necesitas hasta para salir del cambio, ¿también tengo que ayudarte a controlar el dolor?

A ver, que no era que estuviese siendo borde, había visto a más gente enrollada a cadenas de esas y muchas habían muerto. Solo estaba algo enfadada. ¡Había hecho un trato horrible!

-Llamaré para que te las quiten -dije al final, harta de sus quejidos y de los llantos desesperados del niño.

Tras eso, comencé a escuchar llantos del lobo. ¿En serio? No podía reprocharle nada, ya que yo no había pasado por el dolor de la plata, pero, por favor, que es el Alfa de la manada más fuerte del mundo. Cuando estaba a punto de gritar para que le sacasen de allí, miré al lobo fijamente. Tenía ideas mejores.

-Tranquilízate. Mírame a los ojos, rompe esa mierda. ¿Me escuchas? ¡Cárgatelo! -grité- Mira, parece que esas cosas te están destrozando el día, pero deja de llorar y haz algo.

Entonces ocurrió. El Alfa fuerte volvió de sus vacaciones. Aquella cadena voló en pedazos. Sonreí, hasta que vi como se tumbaba con la lengua fuera, casi agonizando. Las heridas provocadas por la plata tardan días, incluso meses en curarse. Aulló cuando me alejé para tomar al bebé en brazos. Me iba a explotar la cabeza con tanto ruido. Refunfuñando, me volví a acercar a él mientras mecía levemente a la criatura diabólica. Cuando dejó de llorar, lo dejé apoyado en el lomo del que ahora era su padre no biológico.

-Dos criaturas diabólicas juntas... Increíblemente aterrador -comenté con sarcasmo.

Aún escuchaba los sollozos del lobo, pidiéndome que me acercase a él. Fingiendo no captar la indirecta, grité en busca de un medico. Uno bajó en seguida, alarmado. Puso unas hierbas en las heridas y las vendó, bañando todo aquello con un liquido que olía realmente bien.

-Este líquido es solo un remedio para lobos que poseen pareja. Se supone que huele bien. Atrae a la otra persona para mantenerlos unidos. No se si funcionará, pero espero que así sea, serías de gran ayuda -explicó el médico, moviendo las manos con cada palabra.

¿Ayudar? Oh venga, he venido a vengarme del mundo. Pero olía tan bien... No. Ni de broma, no voy a pegarme a él como si fuese una estúpida.

-Que pasen buena tarde.

Me quedé mirando a la puerta, odiando a más no poder a aquel médico.

-¿Buena tarde? ¡Muy gracioso! -grité enfadada.

Todo aquello se volvió peor cuando inflé los pulmones debido al enfado. Ese olor... Digamos que me hizo suspirar y mirarle. Gruñía, con la vista pegada en mi, pidiéndome que me acercase. Me atraganté por intentar evitar el olor. Los ojos se me llenaron de lágrimas por toser. El caso es que acabé con la nariz pegada a sus patas, arrodillada en el suelo.

-Prohíbe esto, es realmente desagradable.

Así que me pasé la tarde pegada a las patas delanteras de un lobo de decía ser mi mate y con el cual tenía que criar a un niño. Al principio de la noche, el olor se disimulaba algo más, con lo cual, pude ir levantando la cabeza. Respiré otra cosa que no fue la aquel olor y me levanté.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora