16 Epílogo Triste

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La nieve comenzaba a derretirse y los ríos se habían llenado de agua en seguida. Algunas flores comenzaban a salir y todo era verde.

-¡Papá!

Noah se da la vuelta y aparta su mirada cansada de su territorio, el cual habían tenido que reconstruir poco a poco entre todos. Mira al niño rubio, que había crecido bastante desde que ella se fue.

-¿Qué pasa pequeñín? -pregunta Noah agachándose a la altura del niño rubio.

Parecía haber corrido mucho y se le veía algo agitado, se agarró al cuello de su padre y balbuceó unas palabras que su padre no pudo entender.

-¿Ian? -preguntó el mayor con miedo.

-Hay una chica en mi clase de pelea. Tiene el pelo marrón y la piel pálida. Se llama Mackenzie. Me...

Se quedó en silencio, tomando aire intentando decir lo que quería.

-Me ha tocado pelear con ella -susurró el pequeño-. Papá, no puedo hacerla daño. Cuando me ha pegado solo podía pensar en que quería abrazarla.

Cuando el rubio se apartó para mirar a su padre, solo pudo ver a un hombre roto, con las lágrimas en la cara, intentando tragarse el nudo de la garganta que le impedía respirar.

-¿Te sentías así con mamá? -preguntó el menor, agachando la cabeza.

-Sí -respondió con voz rota-. Ian, esa chica... Mak... Mackenzie, ¿ha intentado acercarse a ti después de la pelea?

El chico asiente.

-Salí corriendo. Todos se burlaron de mí por dejarme pegar por ella.

Noah gruño suavemente.

-No dejes que se vaya, pequeño, no tengas miedo. Esa chica va a cuidarte tanto como tu quieres cuidarla a ella. Va a estar a tu lado siempre y no se rendirá jamás por verte feliz.

-Yo tampoco quiero rendirme, quiero verla feliz a ella también.

Padre e hijo se unieron en un abrazo que duró unos minutos, hasta que una tímida voz llegó a sus oídos.

-Ian -dijo en un susurro la voz infantil.

El chico rubio dejó de respirar y abrió los ojos ampliamente. Con fuerza intentó alejarse de su padre. Noah rió y le dejó en el suelo.

-Hola Alfa -saludó la niña.

Noah luchó por no venirse abajo, era el vivo retrato de Makayla.

-Hola, Mackenzie.

La niña sonrió y volvió su mirada a Ian.

-¿Estás bien? Por la pelea de antes. No quería hacerte daño, de verdad -habló rápidamente ella.

-No me hiciste daño. Estoy bien -contestó el rubio tímidamente.

Los dos sonrieron y se miraron.

-Chicos, ¿os apetece venir a casa a merendar algo? Podéis ver la televisión o iros a jugar -sugirió Noah, respirando hondamente.

-¡Sí! -gritó la chica -. Digo, claro, estaría bien.

Ian rió en bajito y siguió a su padre hasta su casa, mirando de reojo a la niña que había robado su corazón.

Cuando por fin Noah se quedó solo en la cocina se vino abajo. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y él no podía impedirlo. Lo comprendía perfectamente: el dolor de perder a la mujer por la que habría dado la vida nunca se iría.

Noah, libre. Yo estoy aquí. La voz de Makayla resonaba en su cabeza cada vez que iba a rendirse por eso seguía allí, vivo, siendo el Alfa de la manada que liberó a los lobos negros.

-¡Ian!

-¿Sí, papá?

-¡Necesito ir a dar una vuelta, os quedáis solos!

Salió a correr hasta que llegó a aquel montón de piedras bajo el que se encontraba Makayla.

-Nunca he dejado de quererte. Nunca dejaré de hacerlo -susurró, sintiéndose libre.


Y cuando se levantó, respiró hondo, colocó su barbilla hacia arriba y gritó. Gritó el nombre de la mujer a la que había querido, a la que no dejaría de querer.

•••

-Echo de menos a mamá -murmuró Ian.

-Es difícil no echar de menos a las personas valientes, a las personas que luchan y que de repente un día ya no están.


Fin


Voy a hacer los agradecimientos, ¿qué os ha parecido?


She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora