UNA SONRISA TRISTE

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SEBASTIAN

Fruncí el ceño.

—¿Disculpa? —le digo al chico.

El  me sonríe.

—¿Sebastian? —se alegra— ¿Enserio eres tu amigo?

Mi entrecejo se arruga más. ¿De dónde me conoce este chico?

Le doy un repaso.  Es más bajo que yo, pero no tan bajo ¿1.78? Tiene el cabello alborotado y de color rojo oscuro. Casi más negro que rojo.

El color de sus ojos no lo alcanzo a ver por la falta de iluminación, su cara es pálida y aún así se lo ve bien.

Lleva una chaqueta de rayas y bajo de esta una camisate blanca, un pantalón negro nada fuera de lo común.

—Lo siento ¿Te conozco? —le pregunto.

—¡Pues claro! —me da un abrazo que no le devuelvo. Se separa y me mira— ¿Estás volado? —pregunta.

Niego y me froto la cara.

— por voluntad propia no. —asiente.

— Te entiendo, me pasó una vez. Esa mierda te deja fuera de si, y con un maldito color rojo en los ojos. —confiesa.

Solo espero que se vaya rápido el efecto.

— Ah, bueno te entiendo que no me reconoces. Soy Andrés.  —dice minutos después.

Creo que Elena se pasó con la dosis.

Me está haciendo ver cosas.

Lo miro de nuevo. Y al fin me parece reconocerlo.

Y se el por qué no lo había reconocido.

Esta tan cambiado que no podía imaginar que fuera aquel chico extrovertido que un día conocí. A pesar que se que es Andrés noto algo diferente, no solo ha cambiado en su aspecto físico, sino que también su vibra. Es un desconocido.

¿Que le pasa a las personas? ¿Por que todo el mundo cambia menos yo?

— ¿Andrés, Andrés? El del....

— Orfanato, el mismo. —no, claro que no es el mismo.

Se me vienen Demasiadas preguntas como ¿Y los muchachos? ¿Cómo están todos? ¿Cómo les va en la liga? ¿Que han hecho?

Pero no las digo.

Su mirada de cae, y forma una sonrisa triste.

— Me alegra volver a verte —asiento.

— A mi también me da gusto. —se muestra nervioso y de una manera ansiosa. Busco algo que decir pero no tengo nada.

Cuando se que decir su teléfono vibra.

— Disculpa —dice. Se aleja un poco y su expresión cambia a serio.

Cuando regresa me mira.

— Tengo cosas que hacer. —suspira— Te saludaré a los muchachos no te preocupes. Aunque se que nos veremos a ver. Se que te volveré a ver.

— Cuídate. —forma una sonrisa de lado

— Claro. Tu también.

Veo como se aleja con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, siempre imaginé el reencuentro del grupo, y nada de lo que tenía en mente se compara con lo que acaba de pasar.

Imaginé una reunión llena de risas y anécdotas que contar, una reunión de amigos. De viejos amigos.

Sacudo la cabeza y entro al lugar lleno de gente.

¿Qué nos ocurrió? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora