Capitulo 2. Trabajo y dedicación

17 2 0
                                    

Los días siguientes fueron un gran martirio. Entre regaños, gritos y unas cuantas lágrimas, la pequeña niña había aprendido a comer con palillos, cortar con tijeras el papel china y a colocar piezas de madera en hileras sin romperlas y sin destruir todo su trabajo. Trataba de canalizar su furia y las emociones que sentía al momento de ablandar los trozos de barro compactados. Todas las noches dejaba alrededor de 30kg de barro listo para ser trabajado al día siguiente.

Aunque tenía un lugar para dormir, un lugar en esa mesa para compartir los alimentos con alguien más, se sentía vacía y sola. No volvió a tocar el tema de familia con el maestros Shifu, le daba miedo que le gritara nuevamente, pero de todos modos lo hacía como cada día que el venía, no era muy paciente y era demasiado perfeccionista. Era un logro para la pequeña que el maestro Shifu no le gritara más de 10 veces al día.

Sus frases favoritas eran "Otra vez" y "No es suficiente". Si el no podría ser su padre al menos quería mantener lo complacido y brindarle honor y orgullo.

- Todo esto que estoy haciendo, si no es Kung Fu ¿Qué es?

- Todo en la vida es Kung Fu. Pero este entrenamiento es para desarrollar tus habilidades motoras finas.

- He mejorado bastante en eso.

- No, solo no has ido empeorando. Vuelve hacerlo todo otra vez.

Con sus manos hizo surcos de tierra fertilizada y en ellos dormir huequitos con sus dedos, ahí debes depositar tres semillas de moras, al ser tan delicados con una fuerza excesiva estos se hacían casi polvo. Por más que lo intentara en sus puños solo quedaban las semillas astilladas y hechas polvos lo que hacia que su fuerte temperamento saliera a la luz, poco a poco perdió la estabilidad que tanto le había costado equilibrar, tan solo su respiración era demasiado agitada y sentía que el corazón se aceleraba al punto de querer romper todo lo que encontrara en su camino.

- Otra vez, hazlo bien.

- ¡Maldición! eso intento.

- Tranquilízate ahora.

Esas últimas palabras del maestro Shifu le hicieron hervir la sangre, la furia que ella sentía le nublo la mente, arrojo la bolsita de semillas por el aire y corrió hacía la casa de la señora Wan. Tomo las figurillas de barro y comenzó a estrellarlas al piso, la pared, el techo. Destruyo todo lo que pudo hasta que Shifu la tomo de los brazos inmovilizándola, la pequeña evidentemente era mucho más fuerte que el, pero el maestro no requería de fuerza para sujetarla.

- Ay Dios mío ¿Qué sucedió? Maestro Shifu ¿Quién hizo esto?

- Le pagaré por todo los daños, pero siga permitiendo que se quede con usted.

- ¿Cómo? Niña ¿Fuiste tú? ¿Tienes idea de lo que hiciste? No creo, esté es el trabajo de meses de todas nosotras, es lo que nos da de comer, son las medicinas que ocupamos ¿Te hemos tratado mal? Responde.

Todo el sermón que estaba recibiendo hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, puedo sentir el remordimiento al instante, no tenía una idea clara de porque había descargado su furia con las figurillas de barro. Entre sollozos pudo calmarse lo suficiente.

- Lo siento mucho.

Aquel acto de humildad compadeció un poco a la señora Wan quien solo pudo mirarla con un poco de molestia. La pequeña continuo llorando, las pequeñas lagrimas caían sobre las figurillas destrozadas. El maestro Shifu al percibirla más relajada la fue soltando hasta dejarla caer en el piso. No solo la señora Wan se había compadecido de ese acto. La pequeña le recordaba demasiado a su hijo adoptivo, ambos tenían un temperamento, carácter y personalidad similares, pero el hecho de que esta niña sintiera arrepentimiento y pidiera perdón le hizo ver la más grande diferencia entre ambos.

Y Llegaste TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora