Capítulo Seis

38 3 0
                                    

Tres fastidiosos días han pasado sin que Erskin me dirija la palabra y no puedo negar que para mí han sido los más largos y agobiantes; ya no hay miradas, no hay risas de parte de ambos, él ha estado evitándome a toda costa y prescinde de mí, ya no puedo con esto que estoy sintiendo.

Su magnetismo me está consumiendo por completo.

En cada ocasión que pasa junto a mí, se me hace imposible evitar mirarlo, pero he decidido que no voy a rogarle, mi orgullo también puede.

Hoy me encuentro sola en el piso, Erskin salió a no sé dónde hace unos minutos, y yo estoy sentada en el comedor tomándome una taza de té y dibujando algunos bocetos.

Al escuchar que la puerta se abre, levanto la mirada y aparece Gia.

–Pensé que no había nadie –me sonríe y cierra la puerta detrás de ella–. Vine por algunas cosas de la habitación.

–Tranquila, adelante.

Pasa junto a mí y desaparece por el pasillo, después de unos minutos regresa con una bolsa llena de cosas. Se despide y sale.

–Oye, ¿No quieres ir de compras conmigo? –Vuelve a aparecer por la puerta sonriente; me lo replanteo–. Vamos, no lo pienses, regresamos antes de que abra el bar.

–Bueno, espera que me coloque un pantalón –me levanto y le muestro mi camisón.

–Aguardo por ti abajo, en el auto.

Vuelve a cerrar la puerta. Dejo el lápiz sobre la libreta de dibujos y corro a mi habitación a ponerme un short y unas zapatillas.

Cierro la puerta con llave y bajo, al salir a la calle la busco con la mirada, veo que la ventanilla de un Jeep Compass rojo desciende y ella me hace señas para que suba.

Vamos en la carretera y eflexiono si es el momento preciso para preguntarle sobre el alquiler.

–¡No te preocupes por eso! –Mira por el retrovisor y hace un giro en u–. No es necesario que me pagues; además fuiste la excusa perfecta para irme –se echa a reír–. Esteban ya me tenía estresada, llevaba mucho tiempo pidiéndome que me fuera a vivir con él –Me guiña un ojo y vuelve a poner ojo a la carretera– ¿Tú escapaste de casa? –Su pregunta parece más una broma.

–No estoy segura si a mi edad eso signifique huir de casa –me rio con nerviosismo.

Me cuestiono un buen rato y al decidirlo le cuento todo lo acontecido con mi madre.

Se estaciona en el centro comercial y me mira.

–Diablos, discúlpame si suena como una ofensa, pero ¡Tu mamá es una desalmada! –Está muy seria–. ¡Qué clase de madre le hace eso a su hija! Y ¿Qué piensas hacer?

–Por ahora, voy a comprarme un nuevo celular y ya veré después qué pasa.

Extiende su puño frente a mí y lo miro con incertidumbre.

–¡Vamos, chócala! –exclama y lo golpeo suavemente con el mío–. ¡Esa es la actitud!

Luego de pasar un par de horas de tienda en tienda vamos por algo de comer y al acabar ella me acompaña a conseguir mi nuevo celular.

–Sabes algo... Se siente muy bien; digo, poder comprar con dinero propio, el cual yo misma he ganado.

Levanta las manos al aire y alaba.

–Bienvenida a la bendita independencia –ambas nos reímos a carcajadas y volvemos a la camioneta.

Al llegar a casa, ella entra directamente al bar y yo subo a cambiarme de ropa para colocarme el uniforme, pero cuando entro veo a Erskin sentado en el comedor observando mis bocetos. Alarmada, me acerco y empiezo a recogerlos como una completa loca; antes de que los tenga todos, él se pone de pie y me toma de la mano con la que sostengo las hojas, para detenerme, está muy cerca de mí, puedo sentir su aroma y escuchar su respiración serena.

Es la primera vez que tenemos contacto desde hace días y siento que mi corazón acaba de cruzar la línea meta de una carrera de cien metros, podría estallar en cualquier momento mientras que él está apacible.

Con su otra mano me quita los bocetos y vuelve a admirarlos.

–Esto es arte... ¿Cuánto tiempo llevas dibujando? –Lo miro, su voz es gruesa y su acento, que al principio me pareció gracioso, ahora es capaz de derretirme como la cera de una vela cuando encienden la llama–. Te he preguntado algo forastera –su penetrante mirada me inquieta.

Salgo de la ensoñación e intento quitarle la libreta, pero esquiva mi mano.

–Desde que era pequeña...

Respondo y se queda mirándome como si buscara algún tipo de respuesta a sus dudas, al final coloca la libreta sobre la mesa del comedor y me tira de la mano que aún me sostiene.

Salimos y él baja la escalera con celeridad, tengo que tener mucho cuidado con mis pasos, para no tropezar; salimos a la calle, pasamos el bar y entramos a un estudio de tatuajes.

Todo aquí luce pulcro, la decoración es muy industrial con las paredes de ladrillos y algunos cuadros de pinturas urbanas y del otro lado hay una pared llena de bocetos en blanco y negro; del techo guinda una lámpara con luces en forma de botella, también hay un enorme sofá de cuero rojo bajo los cuadros de pintura.

Nos acercamos a una chica de cabello rosa con perforaciones en el labio y en las cejas, que se encuentra detrás de la recepción.

–¿Esteban? –pregunta él mientras yo intento soltarme de su agarre, pero me lo impide y hace más presión sobre mi muñeca.

–Está atendiendo a un cliente –ella señala un pasillo.

Él asiente y me conduce por el pasillo, paramos ante una puerta negra, del otro lado se encuentra Esteban tatuándole la pierna a un chico calvo muy bien parecido. Ambos voltean a vernos y se saludan con la cabeza.

–¿Te hace falta mucho?

Esteban niega y Erskin me obliga a pasar del todo al cubículo, y me hace sentar en un pequeño banco giratorio.

Contemplo cada espacio del amplio lugar, que tiene todas las paredes pintadas de un azul marino, un letrero rojo neón que dice tatuaje en inglés y también hay unos cuantos diseños y bocetos de tatuajes pegados en la pared. Cuando Esteban termina con el chico, este se levanta y se despide de ambos amistosamente.

–¿Qué hacen aquí?

Esteban se pone de pie y empieza a limpiar todo a su alrededor. Luego se acerca y me saluda con un beso en la mejilla.

–Aquí tienes lo que estabas buscando –Erskin me señala y lo miro con sosiego.

–¡Estás chiflado! –reclama Esteban negando con la cabeza–. Es una puta broma, verdad.

–Loco estarías tú, si la rechazas. Es perfecta, acabo de ver unos dibujos que ella misma ha hecho –Erskin luce un poco desesperado.

Esteban arroja el papel arrugado con el que limpio el tatuaje del chico al cesto de basura y luego coloca las manos en su cadera y me mira buscando algún tipo de respuesta, pero no tengo nada que responder, me encuentro igual que él.

–Hermano... acompáñame –señala afuera con la cabeza y ambos salen.

Me quedo a solas y curiosa me levanto; tomo la máquina para tatuar que tiene una forma similar a un arma, hay una gran silla negra tipo camilla en medio del cubículo. Me agacho frente a un estante con variedades de tintas, de diferentes colores y marcas.

Escucho que la puerta se abre y me levanto rápidamente golpeándome la coronilla de la cabeza con una lámpara flexible.

Esteban sostiene la perilla de la puerta y la mantiene abierta mientras que Erskin entra, una vez ya ambos están dentro él cierra la puerta y luego se cruza de brazos y me mira.

–¿Crees que puedas dibujar algo rápido? –Estoy muy confundida.

–Creo que puedo... –asiente y me busca un papel y un bolígrafo para dibujar.

–Haz algo sencillo.

Tomo lo que me entrega y empiezo a trazar líneas mientras que tengo a ambos encima de mí, haciéndome sentir muy incómoda.

Dulce CurvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora