Escojo la hora de almuerzo para ir al centro comercial a comprar un par de decoraciones navideñas, ya tengo todo planeado.
«¡Ese trío no se va a quedar sin celebrar noche buena!».
Me vuelvo loca comprando y voy de tienda en tienda escogiendo la decoración perfecta para cada lugar. Regreso a casa en un Uber y con muchos paquetes, el amable conductor se ofrece a ayudarme con las compras y una vez ya los tengo en mi habitación tomo unas cuantas decoraciones y vuelvo al estudio.
Coloco algunas guirnaldas alrededor del techo y las adorno con luces y bolas azules y plateadas; guindo una corona en la puerta de cristal; y en la recepción coloco un pequeño muñeco de nieve. Al final le obsequio un bastón de caramelo a cada uno de los clientes que se encuentra a la espera de su turno y vuelvo a mi cubículo saltando muy llena de emoción.
–¿Qué locura has hecho? –Esteban abre la puerta y luce un poco nervioso–. Sabes que... –levanta sus manos en señal de rendición– Yo no diré nada.
–¿Tan mala ha quedado mi decoración? –Hago un puchero y él niega sonriendo.
–Óyeme bien, a Erskin no le va a agradar para nada lo que has hecho, tenlo por seguro.
Sale de mi cubículo cerrando la puerta detrás de él. No le hallo sentido a lo que ha dicho ¿Por qué razón tendría que molestarse Erskin? Una simple decoración no le hace mal a nadie, no lo estoy ofendiendo.
Por la noche, cuando todos los clientes del bar se han ido aprovecho para decorar. Gia al igual que Esteban, protesta por lo que hago y decido ignorar a ambos.
–¿No ven el cambio de ambiente que empieza a tomar? –demando mientras ellos me observan sentados en una de las mesas–. ¿No piensan ayudarme? No creo que pueda acabar esto yo sola.
Esteban decide levantarse para darme una mano con las guirnaldas y cuando terminamos los tres estamos de pie admirando lo distinto que se ve el bar, luce espléndido. Sé que a los clientes les va a encantar.
–¡Qué mierda hicieron aquí! –Erskin vocea desde una esquina del bar.
Está hecho una furia, se puede ver a leguas y no entiendo la razón, se acerca rápidamente y empieza a arrojar los centros de mesa al suelo y sube a una de las bancas para arrancar las guirnaldas que acabo de colocar rodeando el techo.
–Pero ¡qué haces! –Estoy indignada.
Él se baja y camina hacia el otro extremo del bar para seguir desmantelando por completo la decoración y me empiezo a enfurecer por su actitud. Intento frenarlo, pero él está fuera de sí.
–¡Erskin! –Voy tras él.
Gia trata detenerme y me suelto de su agarre, estoy muy molesta con él en estos momentos.
–¡Ya basta! –clamo y él empuja hacia un lado con su brazo, provocando que caiga de nalgas al suelo y lo miro horrorizada.
–¡Erskin! –exclama Gia.
Él se detiene inmediatamente al entender lo que acaba de hacer e intenta ayudarme a levantar y abofeteó su mano. Esteban se aproxima y separa a Erskin de mí.
–Hermano, déjalo así...
Él pretende volver a acercarse y Esteban coloca la mano en su pecho deteniéndolo y él se resigna tomando asiento en una banca con la mirada puesta en el suelo, entonces Esteban se agacha y me ayuda a ponerme de pie.
Veo a Erskin, pero él no es capaz de levantar la mirada, está consternado, entonces me voy corriendo llena de cólera y me encierro en el cuarto.
Una hora más tarde escucho que tocan a la puerta de mi habitación e ignoro por completo el hecho de que él esté aquí.
Estoy tan furiosa que empiezo a guardar todas las decoraciones que compré en la bolsa donde vinieron para mañana arrojarlas a la basura.
Pienso y decido que la única forma de liberarme de toda la tensión y desbloquear mi mente por completo es dibujando. Agarro la libreta y un lápiz; y comienzo a trazar líneas. Un par de horas después empiezo a sentirme derrotada por el sueño y dejo la libreta y el lápiz a un lado para acostarme a dormir.
Me levanto muy temprano para ir a correr; al regresar tomo las llaves del bar que se encuentran sobre el comedor, recojo la basura y la bajo junto con la bolsa de decoraciones que compre ayer. Entro al bar que se encuentra vacío a esta hora y termino de recoger todo el desastre que provoco, Erskin anoche.
Subo al piso y recojo la libreta, mi estuche de lápices y guardo todo en una bolsa junto con mi celular y mi cartera. Salgo de mi habitación y voy a prepararme un emparedado, pero escucho su puerta abrirse y corro para salir del piso. Prefiero no encontrármelo hoy, no quiero hablar con él; en estos momentos, mi irritación es tan grande que puede más.
Salgo a la calle y cruzo hasta la parada de buses, tomo un autobús y en el camino le envió un mensaje a Esteban avisándole que no trabajaré hoy para que cubra todas mis citas.
Me paso la tarde entera en el parque observando y dibujando a mascotas, jugando y paseando con sus amos, parejas disfrutando de un pícnic y niños corriendo de aquí para allá llenos de energía y júbilo. Creo que mi infancia es la etapa a la que más estoy aferrada, jamás olvidaré lo dichosa que me sentía de poseer una familia feliz. Extraño el gran amor que me brindaba mi padre y con la ausencia de su imagen ahora me siento tan vacía, toda mi vida se resume a mi madre y a su frívolo amor hacia mí.
–¿Qué es?
Un pequeño con una pelota bajo su brazo se encuentra a mi lado, señalando y observando el dibujo que acabo de terminar.
–Todo lo que ves a tu alrededor –le enseño el parque.
–¡Genial! ¿Mi pelota también está en tu dibujo? –Extiende el balón.
–¡Claro! Mira aquí está –le indico una pequeña réplica de su pelota en el papel.
–¡Impresionante!
Su diminuto rostro muestra asombro y yo simplemente me dejo absorber por su felicidad.
Llevo toda mi vida intentando descubrir en qué momento cometí un pequeño error, quizás debí esmerarme más en cumplir todos sus deseos y caprichos. Traté siempre de ser la hija perfecta que me olvidé de lo que se sentía amar o desear algo de verdad. Hasta que el chico de la barra con pañoleta roja obstaculizó mi rumbo e hizo que mi corazón tomara vida otra vez y ese afecto crece día a día. Pero se me hace difícil persistir, un día está bien y al otro no lo conozco.
A las 5:00 p.m. decido que es hora de volver. Por ende, tomo el autobús de regreso y me bajo del autobús cinco paradas antes y camino hasta la panadería, ya empiezo a tener un poco de hambre y en casa hace falta pan y leche. Vaya, aún no me acostumbro a considerar ese piso como mi hogar.
Ya con las compras listas salgo de la cafetería. Cuando siento el tirón de mi bolsa y me desplomó; no entiendo cómo, pero me encuentro de rodillas en el suelo, con mi traje empapado por la leche. Levanto la vista y contemplo como un chico en bicicleta se aleja con mi bolsa en sus manos.
–¿Se encuentra bien, señorita?
Me pregunta una anciana que se agacha junto a mí. Yo estoy desorientada y mareada, no entiendo muy bien lo que acaba de suceder.
Miro a todos lados, veo cómo varias personas se acercan poco a poco y un señor alterado marca a la policía desde su celular. Mientras yo no soy capaz de decir palabra alguna.
–¿Se puede levantar?
Un joven llega por el otro lado y me sostiene por el brazo, yo lo miro y asiento, mientras me ayuda a ponerme de pie. Y es entonces cuando soy consciente de que me acaban de robar y del escocer en mis manos, y la molestia en mis rodillas.
Bajo la mirada a mis manos que se encuentran rojas y rasguñadas, veo mis rodillas que sangran, pero sigo pasmada y confundida.
Percibo la sirena de la patrulla y veo cómo dos oficiales corriendo se acercan, no escucho nada de lo que me dicen o preguntan. Me escoltan a la patrulla y emprenden el rumbo.
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Dulce Curva
RomanceToda mi vida he vivido bajo la sombra de mi madre, siempre he tenido que hacer lo que ella quiere; mi vida se ha basado en complacer todos sus caprichos. El arte ha sido mi refugio, es en lo único que he podido decidir por mi cuenta.