Capítulo Cuatro

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El trabajo ha sido demasiado agotador. Hay muchísima gente, incluso más que ayer y siguen llegando, pero también tengo que aceptar que ha sido muy divertido. He recibido muchos cumplidos y he entablado conversación con algunos chicos, parejas o ancianos. Cada uno me cuenta un poco de su conmovedora historia o también se riñan sobre cuál será el marcador de hoy. Literalmente todos llevan suéteres iguales al mío o un simple suéter de color verde.

–Sabías que en 1967 se convirtió en el primer club británico y único de Escocia hasta el momento en lograr una copa de Europa –me cuenta un señor encantador con el mismo acento que Erskin muy emocionado. Mientras le entrego su jarra de cerveza.

–¡Eso es grandioso! –Le sonrió muy animada y me despido para ir a otra mesa, a entregar un pedido de hamburguesa con papas fritas y bebidas.

Mientras estoy colocando los platos sobre la mesa. Siento que me acarician la cadera y me muevo a un lado para alejarme un poco.

–Una chica tan linda como tú, no debería de estar trabajando aquí –el chico moreno me ojea con total lujuria. Arrastra su mirada por mi cuerpo de arriba abajo; yo volteo a ver hacia la barra, allí se encuentra Erskin, limpiando unos vasos y mirando al chico. Muy escrupuloso–. Me cautiva tu cabello. Es muy liso y castaño, me encantaría poder acariciarlo –agradezco con una sonrisa falsa y me retiro.

Paso por otras mesas, entregando pedidos, recogiendo platos y apuntando nuevas órdenes. Me encamino a la cocina y le doy la lista de pedidos al cocinero. Luego voy a la barra a descansar los pies por unos segundos.

Me siento en uno de los taburetes justo en frente de él.

–¿Estás bien? –pregunta mientras me sirve un poco de agua y me la entrega.

–Perfectamente –me deleito con un sorbo y me recupero–. ¡Cielos! Casi no se puede ni caminar por aquí, ni por allá.

–Pasa a menudo –sonríe y le entrego el vaso. Completamente vacío–. Es el bar más popular de la zona –alza sus brazos.

–Ya lo veo.

Resoplo y me llena la bandeja de jarras otra vez. Me levanto con toda mi energía recargada; y sigo repartiendo y recogiendo órdenes.

Al acabar la noche, ya no puedo más con mis pies. Los clientes se han retirado célebres y campantes por la gran victoria del equipo. El bar ya se encuentra enteramente vacío. Las chicas y yo ya hemos terminado de limpiar y acomodar las mesas. Ellas se despiden y se retiran en grupo del bar.

Cuando me encuentro a solas me siento en una mesa. Estiro mis piernas y respiro profundo llenando mis pulmones, mientas masajeo mi cuello.

–¿Hambre?

Me colocan un plato de papas fritas y nuggets de pescado, en frente. Con premura empiezo a comer, muero de hambre y solo con escuchar su acento. Sé de quién se trata, se sienta a mi lado con una jarra de cerveza en la mano.

–¿Quieres? –Me ofrece un poco de su jarra.

–No tomo, gracias –está a punto de retirar su mano. Cuando tomo la jarra, rozando sus dedos a propósito y sintiendo un pequeño pinchazo de electricidad. Que rápidamente eliminó de mi mente y bebo la cerveza–. ¡Está amarga! –Hago una mueca de desagrado–. Pero, refresca.

Termino de comer y tomo una servilleta del servilletero sobre la mesa para limpiarme las manos y la boca.

–Creí que no tomabas –se burla acomodándose en su asiento y se termina la cerveza.

Suspiro y saco la propina que gane esta noche del bolsillo del delantal y la empiezo a contar.

–Esta es mi propina... –la empiezo a contar «¡Trescientos dólares!»– creo que es mucho más de lo que esperaba ganar.

–Lo mismo digo... –Acaricia su quijada por unos segundos y me mira pensativamente–. ¡Eres buenísima! –Empiezo a separar lo que le debo de ayer.

–Aquí está, la cuenta que te debo –él acepta el dinero y saco cincuenta dólares más–. Y esto, es para el súper. Comida o para limpieza. No quiero ser una carga –él detiene mi mano antes de que pueda entregarle el dinero.

–No. Es tu primera propina, guárdalo esta vez, ya luego veremos eso.

Acepto.

Subimos riéndonos de algunos de los cuentos graciosos que me echaban algunos clientes. Al llegar al pasillo, él se queda en la primera habitación y yo me voy hasta la última. Antes de abrir la puerta volteó y él se encuentra observando.

–Buenas noches.

Le respondo igualmente y entra, me quedo unos segundos mirando la cerradura y entro.

Ya ha pasado una semana y aquí sigo, ayudando en el bar; lo que me ha ayudado bastante. He ganado mucho con las propinas y me ha alcanzado para comprar un poco de ropa. También he conseguido una libreta de dibujos y algunos lápices.

Como Erskin no acepto mi parte para el supermercado. Yo hice mis propias compras, por lo que terminé llenando la nevera y la despensa. Él al ver lo que hice se molestó mucho y me dio igual, no voy a comer gratis.

Me despierto justo a las 5:00 a.m. me coloco mi ropa deportiva y me amarro el cabello en una cola. Me tomo un batido de suplemento y me estiro un poco. Subo y bajo la escalera tres veces y luego salgo a la calle. Me coloco los auriculares y empiezo a correr por toda la avenida. Hasta que llego a un parque y le doy toda la vuelta para luego regresar. Cuando llego al piso, Erskin está en la cocina preparando café.

–Pensé que aún estabas dormida –habla al escuchar unos pasos y verme.

–¿Cómo supiste que era yo?

–Solo lo deduje –se encoge de hombros.

–Salí a correr –agarro un vaso y me sirvo un poco de agua, del grifo–. Ya me estaba haciendo falta –me recuesto del fregador. Junto a él.

–¿Y cómo ha ido eso? –Se da la vuelta y hace lo mismo que yo mientras le da un sorbo a su café.

–Muy bien, me ha servido para conocer más la zona... Tú te ejercitas, cierto –le doy una rápida ojeada a su grueso y fuerte brazo.

–Si... –me mira y se va caminando hacia el sofá –pero prefiero más el gym.

–Entiendo –camino hacia el pasillo para ir al baño. Antes de que cruce el pasillo él me llama y volteo

–Hoy el bar está cerrado... Puedes hacer lo que quieras, tienes todo el día libre.

–De acuerdo.

Me voy al baño y cuando termino, salgo envuelta en la toalla y voy a la habitación. Me pongo lo más cómodo que encuentro. Camino a la sala y está vacía. Él ya no se encuentra por ningún lado, no sé si estará en su habitación o si ha salido.

Me paso toda la tarde lavando mi ropa. Pienso si entrar a su habitación para lavar la suya también; pero, prefiero no hacerlo. Barro todo el suelo y luego me pongo a preparar algo de comer. Una vez la comida ya está lista, paso de comer en el comedor, completamente sola y me la llevo a la habitación. Tomo la libreta de dibujos, me siento sobre la cama y empiezo a hacer bocetos.

Dulce CurvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora