Capítulo Veintitrés

46 4 0
                                    

Me coloca sobre la cama y luego se aleja un poco y extiende sus brazos a cada lado.

–Ahora puedes continuar en lo que estabas –me carcajeo y acerco mis manos temblorosas a su pantalón. Terminándolo de desabrochar y dejándolo caer junto con su bóxer.

Cuando ya ambos estamos completamente desnudos, me quedo hechizada admirando su majestuoso cuerpo al desnudo. Se agacha y saca un preservativo del bolsillo de su pantalón, luego se acerca un poco, rodeándome la cintura con su brazo y levantándome al mismo tiempo para llevarnos más arriba, hasta el cabezal de la cama.

Se incorpora para colocarse el preservativo y baja abriéndose paso entre mis piernas y se deja caer sobre mí. Mientras sostiene su peso con sus brazos a cada extremo de mi cuerpo. Escucho su respiración honda, en el momento en el que se coloca justo en el punto e inhalo profundamente. Nerviosa. Él levanta su mirada verde y me observa fijamente.

–¿Estás segura? –susurra.

–Es lo que más deseo.

Me encojo, soltando un gran gemido, al sentirlo adentrarse en mí, lentamente «¡Cielos, esto es majestuoso!» Nos miramos tiernamente a la cara y tras la quinta embestida. Siento su cuerpo tensarse y en su rostro se refleja el pánico.

Maldice mientras se deja ir con una sexta embestida acompañada de un gruñido seco.

Estoy anonadada. No puedo moverme. No sé cómo reaccionar ante esta situación... Se levanta y se sienta al borde de la cama sosteniendo su cabeza entre sus manos.

–No pasa nada.

Me coloco sobre las rodillas y me acerco a él. Apoyo mi cabeza en el hueco de su cuello y lo rodeo con mis brazos.

–Lo siento –voltea a verme un poco decepcionado.

–No te frustres –apoyo mi mano sobre la brújula en su pecho y acaricio la zona–. Ven, acompáñame.

Lo traigo conmigo hasta el cabezal de la cama y me recuesto sobre su costado, deleitándome con su fragancia.

–He esperado tanto por esto... lo siento mucho.

–Tranquilo, estás cosas suelen suceder... Tenemos toda la noche por delante.

Él solo besa mi coronilla y suspiro contra su cálida piel. Involuntariamente, mis dedos empiezan a acariciar sus pectorales y al pasar sobre el tatuaje de la brújula, él detiene mi mano.

–Se me es casi imposible no sentir algo cuando me tocas...

–Soy insaciable, se me hace adictivo una vez he empezado que no puedo parar.

Se le dibuja una enorme sonrisa en el rostro y arremete contra mí. Regando besos por todo mi cuello, hasta llegar a mis labios. Luego regresa a su lugar y vuelve a colocar mi mano sobre el tatuaje.

–No creo que vaya a ser posible. Dejar de adorarte, me refiero.

Con las mejillas ardiendo me aferro más a él y lo miro con amor.

–¿Por qué no está terminado? O ¿Era lo que buscabas?

–¿Cómo? –Lo veo con incertidumbre y al entenderme se aclara.

–Hablo del tatuaje...

Conversa como si estuviésemos sentados en el comedor, desayunando y no replanteándonos, volver a repetir lo de antes. Me rio mentalmente.

–Por supuesto.

–¿Por qué solo marca el norte?

–Mientras lo dibujaba solo pensaba en mi rumbo...

Dulce CurvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora