Hoy, el bar no está muy lleno. Como en otras ocasiones, pero he recibido bastante propina y aun la noche ni siquiera ha acabado. Que decir de los halagos, no sé si pueda acostumbrarme a eso.
Por otro lado, también he notado que cada vez que recibo algún tipo de adulación o si me quedo por unos segundos en una de las mesas, platicando amablemente con cualquier cliente. Tengo sobre mí la penetrante mirada de Erskin. Cada vez qué paso o voy por algo a la cocina. Por alguna razón termino topándome con él y sin querer o con intención, nuestras manos se rozan. Causando ese distinguido pinchazo eléctrico.
Erskin es un chico bastante cautivador, tiene mucho encanto y es muy seguro de sí. Podría tener a cualquier mujer a sus pies con solo decir algo. Puedo ver que las mujeres se le acercan, como rémoras; sin embargo, él no sucumbe a ellas. Conoce cuáles son sus principios.
Su cabello rojizo, sus anchos hombros e incluso hasta sus tatuajes, llaman mucho la atención. Con esa sonrisa perfecta, logra que la mayoría de las chicas queden rendidas a sus pies. No puedo negar que también me siento un poco atraída por él. Es casi imposible de evitar.
Cuando voy a la barra por agua o a recoger las bebidas de los clientes, él siempre toma el lugar de Gia y me atiende.
Camino hasta una de las mesas junto a la pared y le recojo los vasos a una pareja joven.
–¿Cómo la están pasando?
Les sonrió, ellos asienten y agradecen. Cuando ya tengo todo lo recogido sobre la bandeja, miro hacia arriba. Allí hay un cuadro con una fotografía en la que se encuentra Erskin junto a otro chico que sostiene un bebé sobre sus brazos. Ambos tienen ¿faldas largas de cuadros? Sonrío y volteo para buscarlo con la mirada hasta que lo localizo, saludando a Esteban que acaba de llegar.
Una vez el bar ya está vacío, me encuentro limpiando la mesa bajo la fotografía. Gia viene a despedirse, pero antes de que se vaya la tomo del brazo deteniéndola.
–¿Quién es el de la foto? –apunto el cuadro–. Me refiero al chico que se encuentra a su lado.
Su mirada va en dirección a mi dedo.
–Es su hermano, pero no le gusta hablar del tema y es mejor que no le comentes nada.
–¿Y por qué tienen?... –En ese preciso momento veo que vienen él y Esteban. Se ríen de algo–. Oye, Erskin –me mira y Gia me toma la mano– No sabía que usabas falda.
Bromeo y su sonrisa campante desaparece definitivamente. Ahora muestra total seriedad.
Veo que Gia se cubre la cara con preocupación. Erskin simplemente da la vuelta y sale del bar.
–Solo quería hacerle una simple broma –levanto las manos, sin saber qué ha pasado–. ¿Ha sido tan malo lo que he dicho?
Gia me coloca la mano en el hombro.
–Nena, nuca, le digas a un escocés o irlandés que viste falda.
–Mucho menos a Erskin –Esteban musita esta vez–. Puedes ganártelo como enemigo.
–¡Mierda! –Los miro con preocupación–. Creo que debo ir a hablar con él –señalo el camino por donde se ha ido y ambos asienten –Por favor, cierren con llave.
Salgo corriendo, subo las escaleras de a dos pasos y cuando llego al piso, abro la puerta. Todo se encuentra en penumbra. Camino hasta la puerta de su habitación y toco un par de veces, pero no recibo respuesta alguna. Solo sé que está allí por la luz que sale de la rendija de la puerta. Sin ganas de agobiarlo más entro al baño y me doy una ducha.
Ya vestida con pijama en mi habitación, tomo la laptop que me dejo Gia, la enciendo agradeciendo que no tiene contraseña y busco en internet sobre la "falda escocesa".
Descubro que el kilt no solamente es una prenda típica en Irlanda y Escocia, sino que su nombre original es feileadh mor. Una túnica larga que solía medir unos cinco metros de longitud. Se recogía y luego se ataba con cinturón alrededor de la cintura para cubrirse el cuerpo y las piernas. En ocasiones también era utilizada como manta en campos o bosques.
Me levanto de la cama cuando comienzo a cabecear por el sueño que empieza a pesar sobre mi cuerpo y camino hacia la cocina en busca de una taza de té. Me siento en el comedor contemplando su puerta y así me quedo por unos cuantos minutos.
Sé que él está despierto. La luz de su habitación me lo confirma, aún sigue encendida y puedo escuchar el bajo volumen de un armonioso tema. Sin contratiempo decido levantarme y camino arrastrando los pies hasta su puerta para poder escuchar mucho mejor.
Me reclino y cuidadosamente, apoyo mi oído sobre la lisa y rústica puerta de madera. La melodía me envuelve por completo, es tan pacífica que me hace sentir en paz.
Me recuesto a un lado de la puerta. Deslizándome hasta quedar sentada en el frío suelo y enfundo mis piernas con mis brazos. Apoyando la cabeza sobre mis rodillas y me dejo llevar por el dulce tema musical...
Me despierto al sentir un poco de frío. Al levantarme del suelo todo mi cuerpo está entumecido y duele por la posición en la que estaba. Acaricio mi cuello y estiro mi espalda para calmar el dolor.
La luz de su habitación ahora ya se encuentra completamente apagada. Me agacho, recogiendo la taza y la llevo de vuelta a la cocina. La coloco en el fregador para lavarla mañana. Vuelvo a mi habitación, apago la computadora que aún se encuentra encendida y me acuesto a dormir.
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Dulce Curva
RomanceToda mi vida he vivido bajo la sombra de mi madre, siempre he tenido que hacer lo que ella quiere; mi vida se ha basado en complacer todos sus caprichos. El arte ha sido mi refugio, es en lo único que he podido decidir por mi cuenta.