Capítulo Veintiuno

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Me miro en el espejo del baño y abro la pluma del lavamanos para limpiar mis lagañas. Una vez ya he secado mi cara con la toalla, contemplo mi rostro. Ya me he acostumbrado a mi tétrica imagen, cierro los ojos y medito. Imagino a Erskin rodeándome por la cintura y dándome un beso en la sien. Sonrío.

Pienso en las palabras de Margot y mi lindo sueño desaparece. Vuelvo a la habitación y me alisto para irme a trabajar. Bajo y camino a la cocina a prepararme algo leve y así desayunar mientras espero a Esteban, luego él nos conduce al trabajo.

Al mediodía salgo del estudio. Después de reflexionar muy bien durante toda la mañana decido subir al piso de Erskin por mi tableta, confío en que a esta hora él debe de encontrarse en el bar.

Abro la puerta y de inmediato siento un calor reconfortante, todo se encuentra en su lugar, me siento en casa; más, no lo veo así. Camino hasta la que era mi habitación y no veo mis cosas.

Busco por todos lados la tableta y paso de ella al ver mi maleta que había sido robada; más, no está mi libreta. Prefiero no martirizarme con tableta que solo me hará pensar en él, y me dispongo a buscar la libreta.

Tomo entre mi mano la perilla de la puerta de su habitación e inhalo profundo, deseando que él no se encuentre allí. Abro la puerta y exhalo aliviada de no verlo. Me adentro en la habitación y busco en todas las esquinas. Sin resultado alguno, veo su closet y trato de convencerme de que tampoco voy a encontrar algo allí dentro; sin embargo, lo abro y me tranquilizo al verla debajo de la caja de la tableta y me sorprendo al ver toda mi ropa colgada junto a la de él y mis zapatos en la zapatería.

Me giro asustada al escuchar el sonido de la puerta de la entrada abrirse, con agilidad y delicadeza cierro el closet para no hacer ruido alguno y me asomo a ver quién ha entrado «¡Cielos! Es él...» Se encuentra de espalda a mí, revisando unos papeles sobre la mesa y como si su radar aún siguiera activo, se voltea y se queda pasmado viéndome.

Siento la enorme tentación de correr hacia él y besarlo, ¡Dios! Su mirada verde, su cabello, su cuerpo, su esencia... me llaman. ¡Lo anhelo! Finalmente, me rindo ante la inminente tentación y doy el primer paso hacia mi kryptonita; al ver que hace lo mismo, apresuro el paso. Al llegar a él me aferro a su agarre y me eleva en el aire, enrollo mis piernas en sus caderas y uno su boca con la mía, nuestras lenguas danzan de felicidad, mientas lo abrazo con fervor y empiezo a tener la necesidad de tenerla más abajo...

Estoy pegada a él y empiezo a sentir la necesidad de tenerlo mucho más cerca. Creo que no puedo evitar que él note lo que siento porque camina hasta el sillón y se sienta conmigo encima. La habitación está cargada de pasión, había extrañado a este hombre y sin pensarlo mucho tomo la decisión de que es ahora o nunca. Coloco mis manos en sus caderas y lentamente, me adentro bajos su camiseta. Palpando su firme torso mientras voy en dirección ascendente, y él levanta los brazos para ayudarme a sacársela, rápidamente empiezo a desabrochar sus pantalones con mis torpes dedos y por desgracia me detiene.

–Carla, aún tengo cosas que decir...

–¡Calla! –va a protestar y lo silencio con un beso–. He esperado este momento, por mucho tiempo y no quiero postergarlo aún más, por favor, no hagas que me arrepienta.

Siento mis bragas mojarse y muevo mis caderas para sentir fricción contra su creciente bulto, lo escucho gemir y me pierdo en el deseo, desliza su mano por debajo de mi vestido y acaricia mi trasero.

–¡Dios mío! Hoy luces muy hermosa, me has hecho mucha falta –fusila el espacio que queda entre ambos y pega sus labios a mi cabello sobre mi oreja y susurra–: Te anhelo...

¡Por todos los cielos! Corro apresuradamente y me lanzo a la piscina ¡Mi cuerpo está en llamas!

Hago que dé un giro, ahora se encuentra acostado en el sillón, lo que me da más facilidad para danzar con mis caderas sobre él, podría acabar sin necesidad de quitarme la ropa...

Dulce CurvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora