Capítulo Nueve

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Llevo cinco tatuajes y estoy realizando el sexto antes de salir a almorzar; la chica es fanática de Piratas del Caribe y me ha pedido que le haga una réplica de El Perla Negra en una de sus piernas. Cuando termino la dejo apreciar del trabajo y una vez se retira limpio todo para salir de mi cubículo.

Camino por el pasillo y me acerco a la chica de cabello rosa amablemente.

–Si llega Esteban, le dices que salí a almorzar –ella asiente y sigue en lo que estaba trabajando en la computadora.

Estoy a punto de dar la vuelta cuando la puerta del estudio se abre haciendo que las campanas suenen y entra Erskin.

–Lo siento, Esteban no está.

Sin más lo esquivo para poder salir del estudio.

–No estoy aquí por él, he pensado que podríamos ir a almorzar juntos –me quedó de pie frente a la puerta y volteo a verlo.

–¿Te refieres a nosotros dos? –nos señalo a ambos y él afirma con su cabeza, lo pienso–. Está bien, pero yo escojo el lugar –sonríe y salimos del estudio–. Quiero almorzar tacos hoy –menciono mientras me guía por la acera.

–Perfecto, comeremos tacos, entonces –se detiene frente a una Chevrolet Trailblazer blanca–. Sube.

Ya en el restaurante estamos esperando a que traigan nuestras órdenes y él está sentado frente a mí, mirándome fijamente.

–¿Sucede algo? –Se encoge de hombros.

–¿Vas a contarme? –Cruza sus brazos y se apoya sobre la mesa.

–¿De qué hablas? –pregunto confusa–. No estoy segura de que tenga que contarte algo, no te entiendo –me remuevo inquieta en mi asiento.

Su penetrante mirada verde me intimida, es como si me quemara.

–¿Qué te trajo aquí? ¿Escapaste de tu familia? –Me pongo tensa.

–No es nada –trato de cambiar de tema, pero me evade.

–No me vas a decir que no es nada, cuando estabas llorando en mi baño y echándole la culpa a alguien el día que te emborrachaste.

Se recuesta al respaldar de la silla y mira hacia el mesero que viene con nuestra orden. Él agradece una vez el chico ha puesto la comida en la mesa y se va.

–¡Estoy esperando! –Vuelve a mirarme y le da un mordisco a su quesadilla.

Resoplo.

–Pues, resulta que mi madre... ha hecho cosas por mí simplemente para que yo en algún momento se las devuelva.

Lo miro deseando que se quede tranquilo con solo eso y él asiente esperando a que continúe.

–Mi padre nos abandonó cuando apenas tenía diez años o eso me ha hecho creer ella, en realidad no lo sé –hago una pausa tragándome el nudo que empieza a formarse en mi garganta–. Siempre he tenido que ejecutar todo lo que la señora quiere, mi vida entera se ha basado en complacer cada uno de sus caprichos. Si ella cumple algo, pues, yo tengo que hacer el doble.

Siento que el peso que llevo dentro va alivianándose y voy entrando en confianza.

–Ni siquiera quise estudiar finanzas y ahora cuento con un título.

Él únicamente me escucha sin decir una sola palabra y ya terminó de comer mientras yo apenas doy el primer mordisco

–El arte ha sido mi consuelo y mi refugio. Es lo único que he podido decidir por mi cuenta.

–No quiero ofenderte, pero seré muy sincero –se ríe sarcásticamente y vuelve a apoyarse en la mesa –¡Tu madre es un demonio! No tiene alma –me atraganto y empiezo a toser.

Dulce CurvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora