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Durante las vacaciones de verano, la universidad pidió la intervención de las fuerzas antidisturbios, que desmontaron las barricadas y arrestaron a todos los estudiantes parapetados tras ellas. No era nada nuevo. En aquella época sucedía lo mismo en todas las universidades. Después de todo, la universidad no fue desalojada. Había demasiado capital invertido en ella para que una revuelta de estudiantes pudiera desmantelarla así como así. Además, ni siquiera los mismos estudiantes que había levantado las barricadas pretendían desalojarla seriamente. Sólo pretendían cambiar el organigrama de la universidad, y a mí me traía sin cuidado en qué manos estaba el poder. Así que no me conmoví cuando aplastaron la huelga.

Cuando en septiembre volví a la universidad, esperaba encontrármela casi en ruinas. Pero estaba intacta. No habían saqueado los libros de la biblioteca, ni habían desvalijado los despachos de los profesores ni habían incendiado el edificio que alojaba la asociación de alumnos. Me quedé estupefacto. ¿Entonces qué han estado haciendo esos tios?», pensé.

Al volver a la normalidad, bajo la tutela de las fuerzas antidisturbios, los primeros en asistir a clase fueron los lideres de la huelga. Entraban en el aula, tomaban apuntes, respondían cuando los profesores pasaban lista como si nada hubiese sucedido. Era inconcebible, porque la huelga seguía en pie y nadie la habia desconvocado. Lo único que había ocurrido era que la universidad había solicitado la presencia
de las fuerzas antidisturbios y éstas habían desmontado las barricadas. Pero, en teoría, la huelga seguía activa. Aquellos tipos, al declarar el inicio de la huelga, habían aullado y se habían pavoneado tanto como habían querido, habían insultado a los estudiantes que se oponían (o a los que manifestaban sus dudas), linchándolos casi. Me dirigí hacia ellos y les pregunté por qué asistían a clase en vez de hacer huelga. No supieron responderme. ¿Qué podían decir? Temian perder los créditos por falta de asistencia. Me costó creerlo. Era patético que aquellos tipos hubieran proclamado que desalojaran la universidad. Los muy miserables aullaban o susurraban según de qué lado soplaba el viento.

-¡Eh, Jungkook! ¡Ya ves qué mierda de mundo!», me dije. Los tipejos de esta calaña sacarán buenas notas, empezarán a trabajar e irán construyendo, ladrillo a ladrillo, una sociedad vil y mezquina.

Durante un tiempo opté por ir a clase y no responder cuando pasaban lista. Sabía muy bien que esto me haría un flaco favor pero, de no haber hecho siquiera este gesto, me hubiera sentido mal. Sin embargo, acabé aislándome todavia más del resto de los estudiantes. Cuando decían mi nombre y yo permanecía en silencio, en el aula flotaba un aire de incomodidad. Nadie me dirigía la palabra y yo no dirigia la palabra a nadie.

Durante la segunda semana de septiembre llegué a la conclusión de que la educación universitaria no tenía ningún sentido. Y decidí tomármelo como un periodo de aprendizaje del tedio. No había nada que me apeteciera hacer o que me instara a dejar los estudios y enfrentarme al mundo. Así que cada dia acudia a la universidad, asistía a las clases, tomaba apuntes y, en mi tiempo libre, iba a la biblioteca y leía un libro o consultaba algo.

Esa segunda semana de septiembre Tropa-de-Asalto aún no había vuelto. El hecho, más que extraño, era uno de esos acontecimientos que conmocionan al mundo. En su universidad ya habían empezado las clases y era impensable que el se las saltara. Sobre su pupitre y su radio se había depositado una fina capa de polvo. En la estantería, el vaso de plástico y el cepillo de dientes, una lata de té y un spray insecticida permanecía perfectamente alineados.

Durante la ausencia de Tropa-de-Asalto, yo era quien limpiaba la habitación. A lo largo de un año y medio, me había acostumbrado a tenerla aseada y, si él no estaba, tenía que ser yo quien la mantuviera limpia. Cada mañana fregaba el suelo. Cada tres días limpiaba los cristales y, una vez por semana, aireaba el futón. Esperaba que él volviera llamandome: Eh, Jun- Jungkook, qué ha pa-pasado? ¡Está to- todo limpísimo!».

Triángulo Amoroso- JinKook/KookMin✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora