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Aquella primavera escribí muchas cartas. Una por semana a Jimin, algunas a Reiko, y también a Seokjin. Las escribia en clase o en casa, sentado a mi mesa de trabajo con Gaviota subida a mi regazo, o las escribía en mis ratos libres, sentado a la mesa del restaurante italiano donde trabajaba. Confiaba en que esa carta evitara que mi vida se rompiera en pedazos. Le escribi a Seokjin:

«Al no poder hablar contigo, estos meses de abril y mayo han sido muy duros y solitarios para mi. No recuerdo haber vivido jamás una primavera tan amarga. Hubiera preferido tres febreros seguidos. No creo que sirva de nada decirte ahora, pero el nuevo peinado te sienta muy bien. Estás muy guapo. Ahora trabajo en un restaurante italiano y el cocinero me ha enseñado a cocinar espaguetis. Me gustaría que los probaras."

Iba a la universidad todos los días, trabajaba en el restaurante, él italiano dos o tres veces por semana, hablaba con Hoseok de libros y música, lei varios libros de Boris Vian que prestó, escribía cartas, jugaba con Gaviota, cocinaba espaguetis, cuidaba del jardín, me masturbaba pensando en Jimin y veía muchas películas.

A mediados de junio Seokjin volvió a hablarme. Habíamos estado dos meses sin decirnos nada. Al terminar la clase, se sentó a mi lado y permaneció un rato en silencio con la mejilla apoyada en la palma de su mano. Al otro lado de la ventana llovia. Era la lluvia, vertical, sin viento, propia de la estación de las lluvias, que lo empapaba todo de manera uniforme. Aún después de que los otros estudiantes se hubieran ido, Seokjin seguía callado e inmóvil. Luego sacó un cigarrillo Marlboro del bolsillo de la chaqueta tejana, se lo llevó a los labios y me entregó una caja de cerillas. Yo encendi una cerilla y le prendi el cigarrillo. Seokjin, frunciendo los labios, lentamente, me echó una bocanada de humo a la cara.

-¿Te gusta mi peinado?

-Es precioso.

-¿Cuánto? -preguntó Seokjin.

-Es tan bonito que podría derribar todos los árboles de todos los bosques de la Tierra - le dije.

-Lo piensas de veras?

-Si.- Seokjin se quedó mirándome a los ojos un momento y me tendió la mano derecha. Yo la presioné. El pareció sentir un alivio mayor que el que yo sentía. Tiró la colilla al suelo y se levantó.

-Comamos algo. Estoy hambriento.

- ¿Dónde?

-En el comedor de los grandes almacenes de Hongneung en Gyeongdong.

-¿Por qué quieres ir tan lejos?

-A veces me apetece ir a esos sitios.

Asi que cogimos el metro y fuimos hasta Gyeongdong. Dado que había estado lloviendo durante toda la mañana, los grandes almacenes estaban casi desiertos. Dentro olía a tierra mojada. Nos dirigimos al comedor del sótano y, tras estudiar atentamente la comida expuesta en el escaparate, nos decidimos por un maku no uchibento." Pese a ser la hora del almuerzo, el comedor no estaba lleno.

-Hace tiempo que no comía en unos grandes almacenes - comenté tomando un sorbo de té verde en una de esas tazas blancas y lisas que sólo se encuentran en estos comedores.

-A mí me gusta -dijo Seokjin- Me da la sensación de estar haciendo algo especial. Quizá sea porque, de niño, mis padres apenas me traían.

-A mi me da la impresión de que siempre debía de estar metido en sitios así. Porque a mi madre le encantaban los grandes almacenes.

-¡Qué suerte!

-Qué quieres que te diga. A mí no me gustan demasiado.

-No, no es eso. Tuviste suerte de que se ocuparan tanto de ti.

-Soy hijo único -dije.

-Yo, de niño, pensaba que cuando fuera mayor iría solo a los grandes almacenes y comería hasta hartarme todas las cosas que me gustaran. Es patético: estar comiendo a dos carrillos tú solo en un lugar así. No es muy divertido. Tampoco puede decirse que la comida sea deliciosa. Son restaurantes tan grandes y siempre están tan llenos... Y hay ruido. Además, el aire está cargado. Con todo, a veces me entran ganas de pasarme por aqui.

-Durante estos dos meses me he sentido muy solo -tercié.

-Si, ya me lo decias en tu carta -añadió Seokjin con voz átona-. En fin, será mejor que comamos. En este momento es lo único en que puedo pensar.

Terminamos toda la comida que nos sirvieron dentro de las cajas lacadas con forma semicircular, tomamos la sopa y bebimos una taza de té verde. Seokjin encendió un cigarrillo. Después, sin mediar palabra, se puso en pie y agarró el paraguas. Yo hice lo propio.

-¿Adónde vamos? -le pregunté.

-Hemos almorzado en el restaurante de unos grandes almacenes. El siguiente paso es ir a la azotea -dijo Seokjin. En la azotea, bañada por la lluvia, no había nadie. No se veía a ningún dependiente en la sección de articulos para animales de compañía, y tanto los quioscos como las taquillas de las atracciones para niños tenian el cierre echado. Con el paraguas abierto, paseamos entre los caballos de madera, mojados, las tumbonas y las casetas. Me sorprendió comprobar que en pleno centro de Gyeongdong existiera un lugar tan desierto y desolado como aquél. Seokjin quería mirar por el telescopio, así que metí una moneda en la ranura y sostuve su paraguas mientras el miraba.

En un rincón de la azotea había un área de juegos cubierta, donde se alineaban un montón de artilugios mecánicos para los niños. Seokjin y yo nos sentamos, uno al lado del otro, en una especie de plataforma y nos quedamos contemplando la lluvia.

-Háblame- me rogó Seokjin-. Querías decirme algo ¿verdad?

-No pretendo justificarme, pero aquel día estaba exhausto, aturdido -dije-. No percibia bien las cosas. Sin embargo, al dejar de verte, lo he comprendido. Hasta ahora, he tirado hacia delante porque tú estabas a mi lado. Sin ti me siento desesperado, solo.

-No lo sabes... No sabes lo desesperado y solo que me he sentido sin ti durante estos dos meses.- Dijo Seokjin.

-No, no lo sabia. -Me sorprendió-. Creía que estabas enfadado y que no querías volver a verme.

-¿Serás estúpido...? ¿Cómo podía no querer volver a verte? Te dije que me gustabas, no es cierto? Cuando me gusta alguien, no deja de gustarme así como así. ¿Ni siquiera sabes eso?

-Lo sabía, pero...

-Si me enfadé fue por lo siguiente. Y mira que estaba tan furioso que te hubiera dado cien patadas. Hacía tanto que no nos veiamos, y tú, con la cabeza en las nubes, pensabas en el otro Omega, sin mirarme ni un instante. Tenía todo el derecho de enfadarme. Aparte de esto, me dio la impresión de que me iría bien estar un tiempo separado de ti. Para aclarar las cosas.

-¿Qué cosas?

-Nuestra relación. En fin, yo cada vez lo paso mejor contigo. Mejor que cuando estoy con mi novio. Y eso, la verdad, no es muy normal, no es un buen síntoma, no crees? Él me gusta, por supuesto. Es un poco egoísta, estrecho de miras, algo facha, pero tiene muchas cosas buenas, y es el primer chico que me ha gustado. Pero tú..., tú eres alguien muy especial. Cuando estoy contigo, siento que nos entendemos. Confio en ti, me gustas, no quiero dejarte escapar. Ese día me marché furioso, asi que le pregunté a él con toda franqueza qué creía que debía hacer. Y me dijo que no te viera más. Y que si volvía a verte, rompiera con él.

-¿Y qué hiciste?

-Rompi con él. Así de simple. -Se llevó un cigarrillo a los labios, lo encendió cubriendo la cerilla con una mano e inhaló una bocanada de humo.

-¿Por qué?

Triángulo Amoroso- JinKook/KookMin✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora