IV: Sobre la tierra

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PRIMERA PARTE.

IV: SOBRE LA TIERRA

Desperté casi al mediodía, sin dolores de cabeza, y con una sonrisa en mi rostro. Hoy es mi primer día de independencia. Nada ni nadie podrá irrumpir la felicidad que siento en este momento. No tengo ganas de pensar en mañana, solo en hoy.

Me levanto bailando ballet, cepillo mis dientes tarareando canciones, me doy una ducha algo miedosa por los fantasmas que imagina mi cabeza, y regreso a la habitación de hotel. Al ver el salón a solas, pego un salto de felicidad.

Pido de almuerzo lo que se me da la gana: puré, fritas, lo que sea. Luego helado, y luego me digo a mi misma que a partir de mañana buscaré trabajo y departamento para no perder dinero en este hotel de tres estrellas.

Me conecto al wifi del lugar mientras miro «Harry Potter» en la televisión y veo en las noticias que Novak Djokovic ya llegó a Inglaterra para comenzar la gira de césped. ¿Qué se debe sentir ser el favorito de la temporada? Bueno, para sentir eso, primero debes ganar todos los torneos pequeños ―que yo no pude ganar ayer― para luego ir a los grandes. A los másters. O a los Grand Slams: los mejores.

Quisiera tener un poco de eso, un poco de... Libertad para viajar y jugar. Ni siquiera para enfiestarme o conocer distintos países, no, solo para jugar. Todavía es algo que lo veo lejano.

Hablé con mi hermano Prince para ponerlo al tanto, ―y que él lo ponga al tanto a mi padre― de mi vida actual, o al menos mi primer día siendo libre, y al rato decido colocar mis auriculares con Taylor Swift en aleatorio mientras entreno tenis contra la pared del hotel.

Oh, genial, una hora después me cobraron una multa de doscientos dólares por romper la pared.

―¿Qué culpa tengo yo de que mis saques sean de 150km por hora? ―me quejé con el encargado del hotel.

―Señorita...

―¡No me digas «señorita»! ―exclamé acusándolo con el dedo índice―. Seré una estrella del tenis dentro de unos años, y tú y todo este hotel habrán lamentado no dejarme entrenar.

Bien, y en menos de un día me queda la mitad del dinero que tengo ahorrado.

Al siguiente día desperté, hice todo con la misma felicidad que el día anterior, me vestí y salí a la calle. ¿Qué tan difícil debe ser conseguir un trabajo y un alquiler?

Primero entré a un Mc Donalds, que la encargada me pareció demasiado explotadora:

―Son seis horas por día, seiscientos dólares por mes, y un solo día de franco que puedes elegirlo a tu conveniencia.

¿Seiscientos dólares? Eso salió mi último iPhone.

―No, gracias ―dije y me retiré.

Luego entré al local de ropa donde suelo comprar mis prendas deportivas, la empleada ―que ya me conoce― me recibió con una sonrisa, pero se borró cuando le dije que buscaba empleo:

―No, lo siento, tenemos muchísimos empleados ya.

―Pero yo siempre compro aquí, gasté hasta veinte mil dólares en un solo día.

―Lo sé, pero... No soy la dueña. Si lo fuera, te contrataría sin ninguna duda.

Rodeé mis ojos y me retiré sin siquiera dar las gracias.

En total recorrí siete comercios y dos firmas de abogados: nadie me convenció o nadie me quiso contratar.

Dudé en escribirle a Novak Djokovic, para preguntarle si necesita a una asistente o algo. Al fin y al cabo, es la única persona que conozco que es millonaria además de mi padre. Pero me dije a mí misma: «Mañana será un nuevo día, conseguirás trabajo».

La número 2 del mundo (fanfic de Novak Djokovic) #3 HEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora