PRIMERA PARTE.
VIII: El comienzo de la Hermana Dorada
2019.
Gané mi último título con mi hermano y nos despedimos de dobles. Disfruté tanto de ser invencible junto a él, que sé que algún día regresaré a su lado y nos divertiremos en otros tantos torneos. Ahora, con mis veintiún años recién cumplidos, puedo decidir oficialmente entrar al circuito individual de la WTA y viajar libremente. Y, obviamente, tomo la decisión de hacerlo.
En cierta parte, agradezco que mi padre me haya prohibido jugar en el circuito individual y de manera profesional antes de los veintiuno porque todo lo que hice hasta ahora fue crecer como persona, como mujer empresaria, y como tenista que se divierte en la cancha.
La mayoría de los tenistas comienzan sus carreras profesionales a los dieciséis o dieciocho años, y pasan por una cantidad de emociones y competiciones muy difíciles de afrontar que les genera grandes malestares a lo largo de sus vidas si no están bien equilibrados mentalmente. Y gracias a que no tuve todo esto, hoy puedo decir que soy una persona feliz y que he hecho negocios fuera del tenis que me han hecho más rica de lo que ya era. Incluso, el año pasado hice mi primer año de Derecho en Harvard, aunque no creo poder terminarlo.
Mi prioridad en este momento es el tenis.
―Quiero presentarte a alguien ―dijo mi padre una noche, cuando estábamos festejando su cumpleaños número 60 en una enorme fiesta dentro de la mansión―. Es mi nuevo guitarrista ―agregó y señaló a un muchacho.
Volteé mi vista hasta la indicación del dedo índice, y noté un joven de cabello y tez oscura, con una extendida sonrisa de dientes blancos y una altura tan alta que apenas cabía debajo del techo de la galería.
―Se llama Will Reed ―dice mi padre―. Tiene un par de años más que tú. Me gustaría que lo saludes. Es muy talentoso, y vivirá aquí durante todo este verano.
Me acerqué al joven, traté de no sonreír mucho pero no pude evitar observar cada detalle de su rostro. Es un poco más alto que yo, lleva una chaqueta negra y jean blanco.
―Ah, la Princesa de la casa ―ríe con un tono tan grave y fuerte que resonó en toda la galería―. Así te dice tu padre.
Estrechamos nuestras manos, y le respondí:
―¿Y cómo me dirás tú?
Sonrió algo tímido, pero sus ojos mostraron concentración en observar los detalles de mi rostro, y no me siento intimidada: sé que soy bonita. Puesto que, la semana pasada, cuando una revista me contrató para aparecer en la portada y titularme como «Nace nueva estrella del tenis», las maquilladoras y estilistas no paraban de halagar mi pequeña y recta nariz, mi mandíbula en forma de círculo, mis ojos largos y anchos, mis cejas finas y extendidas, mi cabello dorado hasta mi cintura, y mis labios finos con un pequeño lunar.
―No sé cómo apodarte ahora, pero sí puedo invitarte a un trago ―argumenta y enseña su copa de champagne.
―Acepto.
Esa noche me acosté por segunda vez en mi vida con otro hombre, y él despertó toda la sensualidad que no sabía que existía. De repente algo dentro de mí explotó y me sacudió todo el cuerpo, generándome un éxtasis que me hizo comprender por qué las personas disfrutan tanto del sexo y por qué hemos sobrevivido como especie.
Adoré cada segundo y cada minuto de esa noche.
Pero al siguiente día tomé mis prendas, me retiré de la habitación de invitados, me bañé en mi antiguo baño, me coloqué mis prendas deportivas, y salí a entrenar a solas, pensando que, debo conseguir un entrenador o entrenadora cuanto antes.
Al pasar los días, conseguí de entrenador a un tal tipo llamado Matt que casi todos sus jugadores ganaron torneos importantes pero que, por algún motivo, decidieron abandonarlo. Aún así, me enseñó nuevas estrategias y formas de moverse en la cancha.
―Creo que el US Open es tu mejor opción ―dijo él.
Así que decidí hacer mi gran estreno en el US Open.
Will Reed vino un par de entrenamientos, donde Matt y yo jugamos partidos como si fueran por competencia, y al terminar ―o en los minis descansos―, Will y yo nos aplastamos contra las paredes ocultas del edificio para hacer groserías sexuales. Lo que me gusta de Will es que sus ojos verdosos me miran con mucha pasión, como si fuese la única mujer del mundo que él deseara.
Pero no todas las cosas son de color rosa.
―Es un drogadicto ―comentó mi hermano mientras hacíamos nuestras valijas para el Abierto de Estados Unidos―. Todo el mundo lo sabe.Y también un mujeriego. Novak era mejor candidato, además de ser el tenista número uno.
―¿Y qué? No se droga frente a mí. Y Novak se fue.
―Sí, pero algún día lo hará, y debes cuidarte porque te harán anti-doping después de los partidos. Ah, y Novak, ojalá regresara.
―Jamás me drogaría, y Novak no necesita regresar.
―Solo digo que él sí, y que tú debes cuidarte de él. Y digo también que algún día regresará.
A pesar de la mala reputación de rockstar mujeriego, drogadicto y rebelde de Will Reed ―que poco después me enteré que es considerado uno de los hombres más sexys del planeta―, mi padre fue el único de mi familia que lo aceptó como alguien cercano a mi persona.
A los pocos días, éramos varios rostros familiares llegando al aeropuerto de Nueva York: Matt, mi padre, mi hermano, Will y yo. Durante el viaje en el avión, Will no dejó de besarme y acariciarme los brazos a pesar de las miradas intensas de Prince. Y yo me sentí... Bien. De repente me pregunté si en algún momento seremos novios.
Así que, con una sonrisa en mi rostro, estaba haciendo sonar las ruedas de mi valija sobre el suelo resbaloso del aeropuerto de Nueva York cuando noté algo en mi corazón ―y no es un infarto―. Quedé congelada, casi sin aire, observando a pocos metros de mi figura al mismísimo Novak Djokovic.
Novak desapareció estos años, no solo de mi vida, sino de todo. Hay torneos que ni siquiera se presenta, otros que los gana pero se muestra insatisfecho. En palabras generales, parece otra persona.
Él no logra localizarme, así que, aprovecho para estudiarlo, y puedo decir que sus piernas vestidas de short deportivo se ven más musculosas y anchas, su rostro es serio y casi perdió su mirada divertida, su postura es firme y parece estar algo enojado con alguien o con algo.
Pero entonces una mujer de cabello castaño apareció por detrás, lo tomó de la mano y se colocó a su lado. Sentí una apuñalada en cada parte de mi cuerpo cuando noté su barriga ancha, claramente de embarazo.
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La número 2 del mundo (fanfic de Novak Djokovic) #3 HEUS
FanfictionRybana no podía creer lo que acababa de ver. Me observaba como si viniera de otro mundo. Y no entendía por qué todos se levantaron a aplaudirme, hasta que veo la repetición en la pantalla alta del estadio... Y soy yo, bailando ballet dentro de la ca...