XXVII: Secretos salen a la luz

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XXVII: Secretos salen a la luz

Ahora que soy la campeona de Wimbledon, mi vida tiene un medio giro de 180 grados. De repente todos quieren un autógrafo, una nota, una palabra, una foto, una... Lo que sea. Novak ya no es el centro de atención cuando caminamos por las calles de Suiza, ambos los dos lo somos. Regresamos al resto de Europa siendo... Los mejores tenistas de la actualidad.

Mi hermano festejó junto a mí la mayor parte de la semana, pero una vez que la euforia disminuyó, él huyó a Los Ángeles como si estuviese negado a hablar de lo que tenemos que hablar. Él lo sabe, yo lo sé: nuestro padre ocultaba cosas y pronto pagaremos el precio de esos secretos.

Sin embargo, no tuve tiempo para pensar en todo aquello, porque luego de una semana de felicidad, recordé que ya no puedo seguir durmiendo mi pie para poder caminar. Y, después de varios chequeos médicos, me indicaron que si volvía a inyectarme, iba a perder por completo mi pie... Es decir, me lo cortarían y quitarían.

―Bueno, prefiero eso a perder Wimbledon. Valió la pena. ―les respondí.

Sabry casi muere al escuchar mis palabras, y pidió disculpas a los médicos por lo dicho. Pero yo no. No me avergüenzo de haber puesto la competencia sobre mi salud.

Así que estuve casi veinticinco días sin entrenar, tratando de recuperar mi pie, haciendo reposo y mirando películas o leyendo clásicos.

Todo resultó demasiado bien. He colocado el trofeo de Wimbledon ―ese enorme plato― colgando sobre la pared frente a la cama, y cada vez que despierto, allí está, observándome, haciéndome recordar una y otra vez el momento en que lo gané.

Ya recuperada, Novak me ayudó a entrar en calor con los entrenamientos durante quince días hasta que pude volver a mi mejor forma, y esta vez, con la danza incorporada en cada paso que hago dentro de la cancha de tenis.

A él no le causa risa ni rechazo, al contrario, se maravilla cada vez que me ve de puntas de pie tratando de hacer un golpe ganador, sin embargo, me advirtió sobre las críticas que puedo recibir respecto a esto.

―¿Por qué? ―le pregunté agitada, saliendo de la cancha de cemento junto a él―. ¿Por qué me criticarían?

―Porque eres como yo: los periodistas te odian, y todo es motivo para odiarte.

―Sí, tienes un punto. Además, la Federación de Tenis me amenazó, así que obviamente ellos también me odian y buscan perjudicarme.

―No, no lo creo.

Nos sentamos en una mesa con sillas de plástico blancas, justo al costado de la cancha, mientras abrimos una lata de cerveza.

―¿No lo crees?

―No. La Federación de Tenis amenaza, pero no hace trampa.

―La amenaza no se sintió muy esperanzadora. Seguro a Rybana no la amenazan.

―Pero si la amenazarán, ella sabría lidiar con eso.

Lo miré indignada. ¿Desde cuándo la defiende y desde cuándo la conoce?

―¿Disculpa? ―levanto una ceja.

―Sí ―me mira con aquellos ojos verdes que me hacen olvidar que estoy enojándome―. Ella tiene de padre al hombre más corrupto de todo Kazajistán.

―¿Y?

―Que está acostumbrada a lidiar con amenazas más duras que las de la Federación de Tenis. Tú, no. Tu padre siempre fue bueno y has crecido en un ambiente sano, ¿no?

Quisiera decirle la verdad, pero no sé cuánta verdad puedo llegar a decirle sin comprometer su seguridad.

―Wow, si no te conociera diría que acabas de ver un zombie.

La número 2 del mundo (fanfic de Novak Djokovic) #3 HEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora