XXI: Llaves

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XXI: LLAVES

Para mi sorpresa, gané mi primera ronda de manera sencilla en dos sets contra la número 23 del mundo. Me sentí bien, solo que, apenas noté diez personas en las sillas. Entiendo que las mujeres no brindamos cinco sets como los varones pero, ¿Es necesaria la diferencia? Hice un comentario cuando la periodista me preguntó cómo me sentí durante todo el partido:

―Bien, aunque un poco sola. Si las personas se enteraran que Nole estuvo sentado detrás de mi banco todo el tiempo, habrían ingresado a ver mi partido.

Fue un guiño para que al siguiente día, en la segunda ronda, mi cancha estuviera llena. Y así fue.

Ingresé tranquila porque esta vez compito contra una novata, viene de la clasificación, y a pesar que llegó bastante lejos, también está lejos de mi tenis.

Le gano fácilmente en dos sets y la mitad del público se muestra decepcionada de que Nole nunca apareció. «Estúpidos» pienso y me río de ellos.

Descanso dos días sintiendo ciertas molestias en mi hombro. Sabry dice que debo descansar, pero me es imposible descansar cuando estoy en la tercera ronda de Roland Garros y a punto de lesionarme. No es justo que me suceda a mí.

Nole ni siquiera se aparece, está demasiado ocupado en su concentración, entrenamiento y dieta al punto que no contesta mensajes, no me habla y me esquiva cada vez que nos cruzamos. Entiendo que quiera estar enfocado pero me gustaría que estuviera más cerca.

Al siguiente día, pierdo en tercera ronda.

Esta vez, cuando me subo al avión, no me subo al de Serbia o al de Suiza, me subo al que se dirige a Nueva York. Quiero volver a casa.

Ni siquiera le comunico a Nole sobre mi decisión, solo viajo. Y no puedo evitar pensar que no quiero que mi vida continúe de esta manera. ¿Acaso Nole y yo actuaremos como desconocidos cada vez que tengamos un campeonato? No es justo que me trate de esta manera.

Bajo del avión, y me siento en casa. El aroma a café, la humedad del pavimento, el cielo nublado y las personas vestidas en gris y negro... Esto es Nueva York, esto es Manhattan, esto es casa.

Lo primero que hago al llegar a la mansión de mi padre, es correr a su habitación e inspeccionar cada una de sus prendas. No evito sentir un nudo en la garganta cuando tomo su pulóver favorito y lo huelo. Extraño todo de él. Dejo salir una lágrima que cae sobre la prenda y vuelvo a colocarla en su lugar.

Estoy por cerrar el armario cuando escucho algo caerse. Busco con mi mirada de dónde vino el ruido, y justo sobre mis pies, hay una llave dorada. Levanto mis cejas sorprendida ¿Acaso mi padre tenía un cofre?

La guardo en mi bolsillo antes que una de las empleadas lo note.

―¡Señorita! ¡Señorita! ―grita la voz de una joven.

Apenas me acerco hasta el balcón de mi padre, sintiendo el aire denso y casi la presencia del mismo. Observo desde el jardín que una de las empleadas de la casa grita desesperada:

―¡Debe irse ya!

―¿Qué te sucede?

―¡Solo váyase!

No dice más nada, solo corre hasta el portón de salida de la mansión. Honestamente no entiendo qué sucede ni por qué me alertó de tal manera, pero la tensión de mis pensamientos es interrumpida cuando escucho pisadas fuertes en las escaleras.

No tardo en refugiarse detrás de la puerta, justo contra la puerta. Mi corazón comienza a doler, como si me estuvieran dando apuñaladas del miedo que siento.

Dos hombres de traje y lentes de sol ingresan a la habitación. Dan vuelta la cama de mi padre, buscan algo en las sábanas, luego en el armario y por último en las cajoneras. Hay un hombre parado en el marco de la puerta, que lamentablemente no logro verle el rostro ―y del miedo que tengo tampoco quiero―, porque está demasiado cerca.

Él da un paso al frente dejando ver su nuca, y pregunta en ruso:

―¿Hay algo?

―Nada ―responde uno de los hombres de traje.

―Busquemos en la oficina ―dice el tipo.

Los tres se largan, y más que el miedo o la indignación... no comprendo cómo logré entenderle perfectamente el idioma ruso, si yo nunca estudié aquella lengua.

 no comprendo cómo logré entenderle perfectamente el idioma ruso, si yo nunca estudié aquella lengua

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Esperé un buen rato detrás de la puerta a escuchar la casa vacía. Mi corazón se normalizó lentamente, y toda mi espalda sudada dejó una marca de humedad sobre la pared. Salí de la habitación con mi padre casi sin aire en los pulmones, caí al suelo y tuve que arrastrarme por el suelo hasta llegar a la cocina, donde la criada de la casa regresó corriendo.

―¡Señorita, señorita! ―exclamó agudamente.

―¿Qué mierd...? ―no pude ni terminar de hablar, estoy doblada en el suelo.

Ella logra levantarme y sentarme en una de las sillas. Me otorga un vaso de agua y comienza hablar rápidamente sin tomar aire:

―¡Ayer también vinieron! Me tuve que esconder en el baño porque uno de ellos me colocó un arma en la cabeza. Me dijeron que si avisaba en la policía iban a matar a mi hijo, ¿Cómo saben que tengo un hijo? ¡No lo sé! La cuestión, es que amenazaron a una de mis compañeras también y revisaron toda su habitación.

―¿La mía?

―Sí, la suya. Dijeron que para hoy la casa tenía que estar liberada cerca del mediodía porque ellos regresarían y...

―¿Por qué no me avisaste?

―Porque ellos quieren matar a mi hijo, señorita.

―¿Y por qué...?

―¡No lo sé, no lo sé! ―gritó desesperada agudamente―. ¡No entiendo mucho el idioma que hablan!

―Mira, esto es lo que haremos. Irás al mercado, compraras micrófonos y los instalaremos por toda la casa ¿Entiendes?

Ella asintió con su cabeza, pero sus ojos están a punto de explotar: está atravesada del miedo.

―Makita, tienes que ser rápida ¿Sí? Vamos, y te daré dos meses de vacaciones con viaje a Europa.

―¿En serio?

―Sí, en serio, para ti y para tu hijo, vamos... Solo tienes que comprar lo que te dije.

Ella no tardó en retirarse, y yo me quedé allí... Sin saber si debo llamar a la policía o no. Pero ahora sé que hay algo valioso en esta casa, y que, probablemente, lo tenga ahora mismo en mi bolsillo. Toco el relieve de mi pantalón y allí está: la llave.

La número 2 del mundo (fanfic de Novak Djokovic) #3 HEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora