34. Indian Wells, Final

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Indian Wells, final.

«¿A dónde te has ido, Tigre?» leo el primer cartel del público cuando ingreso a la cancha. No estoy segura si es un cartel dedicado a Rybana o a mí, solo sé que ella ha estado desaparecida en el tenis estos últimos meses, solo reapareció para ganarme la final de Australia Open. Seguramente su embarazo le lleva tiempo emocional que no le permite estar dentro de la cancha o con un entrenamiento duro. Y, la verdad, sería bastante vergonzoso para mí perder contra una embarazada que no es ni un 50% de lo que era antes.

Hace poco escuché que Selena Williams declaró recientemente en una entrevista que a Rybana solo me preocupa ser la número uno, no ganar títulos ni torneos Masters, por eso desaparece temporadas completas... Lo cual considero completamente incorrecto. Creo que Rybana es más desequilibrada mentalmente que yo, solo que ella sabe cómo lidiar con eso.

Algunos consideran que no está dando lo mejor de ella, que está tan cómoda en que las demás rivales están a kilómetros de su mejor nivel, que ha dejado de jugar un buen tenis solo para ganar y avanzar a la siguiente ronda como si fueran páginas de un libro... Hasta que se cruza conmigo, claro.

Pero, ¿De qué sirve contestarle a un niño que lleva ese cartel en el medio del público y lo apunta a ambas en forma de aliento? No sirve. Así que finjo que no lo veo, al igual que ella, y me acomodo en mi banco para luego entrar en calor en la cancha.

Y al hacerlo, observo a Rybana ―como siempre lo hago― del otro lado de la red. La hija de perra es una verdadera número uno: lleva el cabello más largo recogido en una trenza ―hasta su trasero―, una falda negra, chomba blanca, y visera. Claramente tiene un uniforme especial por lo famosa y genial que se ha convertido en estos últimos meses... En fin, la detesto. Bueno, no tanto, creo que es más... Las ganas que tengo de ser ella.

El juez me saca de mis pensamientos cuando ordena el comienzo del partido. Ambas nos ponemos en posición, y hacemos nuestros servicios. Al principio todo va bien, cada una defiende lo suyo, pero pronto las cosas se tornan a mi favor.

Adoro que estemos en California, con todos americanos, que por primera vez me apoyan únicamente a mí. Siempre me tocan torneos en otros países que la prefieren mil veces a ella, y que una vez me toque a mí ser la favorita, me agrada. Escucho muy pocos gritos y aplausos a su favor, y es algo que normalmente no es normal. Las personas suelen amarla a ella y odiarme a mí.

El resto de la mitad del primer set se convierte en un infierno para ella. La hago correr como una loca al punto que sus mejillas se tornan rojas y apenas puede seguirme el ritmo. Mientras tanto, mi cuerpo parece en completa sintonía con la pelota y la superficie.

En el 3 – 3 le quiebro el servicio. Y la veo agacharse lo suficiente para apoyar sus manos sobre sus rodillas, dando alguna pista de que está mareada. Miro al suelo y trato de no observarla, puesto que, me cuesta verla apagada cuando todo lo que quiero es ganarle a su mejor nivel. A nuestro alrededor, los gritos del público se convierten en murmullos.

Ella me observa con cierto fastidio, como si yo le hubiese producido ese mareo, y regresa a su lugar en la cancha con un poco más de estabilidad física.

Lo siento, estúpida, tal vez si no te embarazabas del primer idiota que te encontrabas, entonces ahora estarías físicamente lista para ganarme. Pero no hoy. Hoy es mi noche.

Continuamos el partido y me muevo como si fuese un felino bailarín, con elegancia, desprevenida, concentrada y a un tiro justo. He mejorado muchísimo desde Australia, al punto que ya no tengo errores ni lagunas. Ella mira desde lejos a Federer y muestra rostro de preocupación, él tampoco sabe contestarle cómo ganarme.

La número 2 del mundo (fanfic de Novak Djokovic) #3 HEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora