XXVI: Final Wimbledon

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XXVI: Final Wimbledon

Jugar Octavos me llevó a pasar a Cuartos, y de Cuartos a la Semifinal y ahora, estoy en la mismísima Final de Wimbledon.

Le gané a todas fácilmente, y algo que he notado es que mi pie duele menos cuando lo apoyo como si fuese un paso de danza. Creo que, de alguna manera, mi cuerpo me está diciendo que debí ser bailarina profesional y no tenista.

Da igual. Amo ambas cosas y estoy lista para convertirme en la ganadora de Wimbledon.

Sabry no me habla desde hace días, salvo para marcarme alguna indicación o corrección de mi juego. Nole, en cambio, no se movió de mi lado, y él también está en la final. Por las noches, cuando lloro de dolor, él me hace cosquillas para reírme un rato y olvidarme de la tortura. Por la mañana, cuando despierto y no puedo levantarme de la cama sin sentir que un tren me pasó por encima, él me masajea las piernas y me ayuda a dar pequeños pasos hasta poder caminar. Por las tardes, cuando tengo que ir a jugar o entrenar, él inyecta mi pie y le coloca varias cremas para que al día siguiente duela menos.

Todo es perfecto, incluso con este dolor que sin inyecciones apenas me permite respirar.

Y he estado invadiendo mis pensamientos, pensando en todo menos en mi dolor, o en lo sucedido en la mansión de mi padre, o en las palabras de Prince. Simplemente, estoy concentrada en la final.

 Simplemente, estoy concentrada en la final

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WIMBLEDON: FINAL

Esta vez mi rival es Ons Jabeur. No sé mucho de ella, solo que es de Turquía, y que lleva muchos años en el circuito, y jamás pudo ganar nada importante. Simplemente está allí, entre las mejores sin ser la mejor.

Los fanáticos del tenis la adoran por nacer en un país tan conservador y estar donde está, pero a mí no me sensibiliza ni un poco. La veo como debo verla: mi peor enemiga en este momento.

Apenas la saludo cuando ingresamos a la cancha y nos tomamos una foto en la red.

Intento no mirar a mi alrededor, pero siento ciertos ruidos en mi estómago al ver a la Realeza inglesa sentada a unos metros de mi lado de la cancha.

Suspiré profundo, y comencé a calentar como pude. Todos notaron lo ancho que tengo el pie, y algunos hasta me silbaron y abuchearon en contra, gritando que debía retirarme. Pero no les hice caso. Me dan fuerza extra, así que simplemente les sonrío.

En el momento que la jueza dice:

―Primer servicio, Paris Waters.

Y da comienzo al juego, siento todos mis órganos vibrando, casi haciéndome subir la bilis hasta la boca. Por Dios. Jamás he manejado tantos nervios.

Llevé bien los primeros puntos, sin esforzarme de más, y manteniendo una frialdad que me permitió mantener a raya el dolor.

Jabeur se muestra algo nerviosa porque sabe que ni siquiera estoy dando el 50% de mí.

Gané el primer set 6 – 4. Nada difícil, la verdad. Aunque sé que el segundo set será costoso si Jabeur tiene tantas ganas de ganar como yo.

Después del descanso, comenzamos y todo se tornó más parejo. Mi pie comenzó su plan de torturarme y atormentarme, pero he estado llevando adelante este esguince todo el torneo, y no me voy a dar por vencida ahora.

En un momento clave, cuando Ons estaba presionando mi saque y me estaba ganando 3 – 40 a 3 – 30, dejé que los viejos instintos emergieran sin buscarlos.

No tengo idea qué mierda hice. Pero al ejecutar mi derechazo, incorporé de manera inconsciente un delicado movimiento de danza clásica con el pie, aquel que había aprendido de niña... me moví de puntas de pie y giré gritando desgarrada. La pelota voló de tal manera que ni yo ni Jabeur la vimos, pero cayó dentro de la cancha.

Para mi asombro, el gesto me trajo un alivio casi instantáneo al dolor de pie. Fue como si por arte de magia, todo sufrimiento se esfumara. Y después de otro increíble punto, volví hacer lo mismo ―bailé en la cancha de Wimbledon― y hasta levanté mi pierna haciendo un paso básico como es el Plié ―donde solo tuve que flexionar mis rodillas, y luego estirar la pierna hacia arriba―.

El estadio entero estalló en aplausos al captar mis movimientos artísticos, y desde el medio de la cancha puedo escuchar las voces mentales de Jabeur maltratándola. Se le nota en el rostro. Está hundida.

Ella me miró boquiabierta, reconocimiento mi momento de lucidez.

Recuperé el servicio y le gané los siguientes, y cuando llegó la hora de cerrar el partido... Cerré con una volea impecable e inatajable para Jabeur, y todo el dolor se disolvió en una explosión de júbilo.

Caí de rodillas al suelo, miré el césped verdoso mientras escucho los gritos de los espectadores exclamando mi nombre, y sonreí.

«Todo valió la pena, todo valió la pena».

Me levanté casi sin dolor del suelo, y sentí todo mi cuerpo temblar, mientras una felicidad inexplicable explota en cada rincón de mi piel.

Saludé a Jabeur y me volví a lanzar al suelo, esta vez lo señalé con mi dedo índice y le grité al césped:

―¡Mierda, mierda, sí que podías! ¡Mierda!

Soy oficialmente ganadora de un Grand Slam.

La número 2 del mundo (fanfic de Novak Djokovic) #3 HEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora