1:: Preparando el futuro

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"Sunset Academy: preparando el futuro desde 1903".

– ¿Se supone que ver eso en la puerta tiene que alentarme a entrar? –dije mirando a Nadia–.

Nadia y yo apenas llevábamos un mes siendo amigas, pero parecía que había pasado mucho más tiempo. Probablemente sería porque tras pasar la vida viviendo en casa de nuestros padres, pasamos a vivir junto a la otra. Tenía el pelo castaño oscuro y los ojos del mismo color.

– Acabamos de llegar, ¿ya vas a empezar a ponerle pegas al sitio? –me dió un pequeño golpe mientras se reía–.

– Pero si parece una cárcel –señalé el lugar como podía, mis manos estaban ocupadas arrastrando un par de maletas. Contenían todo lo necesario para pasar el curso en aquel lugar–.

Una pelota entre nuestros pies interrumpió la conversación, seguida por un niño de unos catorce años, que gestualizaba para que la devolvieramos. Me recordaba a mi hermano Carlos, pero me limité a sonreír y pasarle la pelota. Después de eso, volvió corriendo a jugar con el resto del grupo.

– Le sacas cuatro años a esos niños y ellos no ponen ninguna queja por estar aquí, ¿no deberías colaborar un poco más?

– Lo siento –alargué la e– sabes que con el viaje no he dormido bien, seguro que mañana tengo más ganas de vivir.

– Eso espero –sonrió– seguro que al final nos lo vamos a pasar bien, ya verás.

– Si tú lo dices –suspiré y la seguí hasta nuestro apartamento–.

Había que tener en cuenta que estaba dentro del campus, por lo que no era algo de ensueño, pero sabíamos por lo que habíamos pagado. Tres pequeñas habitaciones, la cocina con el tamaño exacto para poder cocinar –y una pequeña extensión de la barra para sentarse a comer–, el salón, cuyo sofá era lo mejor del área junto una mesa baja delante; y por último, la razón por la que elegimos este apartamento: la terraza. Claro que no era majestuosa, pero había un par de sillas para sentarse, una mesa en medio y unas vistas preciosas hacia un parque cercano al complejo.

– ¿Pones tu playlist y voy colocando lo que hemos traído para la nevera? –Era una pregunta, pero yo ya estaba yendo hacia la cocina, con la bolsa en mano–.

– Voy colocando mis cosas entonces –tras conectar la música, entró en la que había elegido como su habitación–.

Mientras seguíamos organizando nuestras pertenencias, cada una en su respectiva habitación, alguien abrió la puerta.

– ¿Hola? –Se escuchó el sonido de sus cosas en el suelo, nosotras salimos de nuestras habitaciones–.

Era Raquel, nuestra compañera en el apartamento. En cuanto supimos que ocuparía la tercera habitación del apartamento empezamos a hablar por mensaje, queríamos hacer la convivencia lo más cómoda posible para las tres.

Era bastante simpática, su personalidad parecía combinar perfectamente con las nuestras. Por si fuera poco, parecía una modelo recién salida de una pasarela, tenía el pelo rubio caramelo, ojos verdes y llevaba la mejor ropa de cualquier lugar al que iba.

Las tres nos pusimos al día mientras organizamos las áreas comunes, y más tarde volvimos a desempaquetar individualmente.

Por otra parte, acordamos pedir pizza para cenar, así que cuando alguien llamó a la puerta supuse que era el repartidor, o alguien bastante amable de secretaría.

– Buenas tardes, hemos escuchado la música, por lo que queríamos presentarnos. Somos vuestros vecinos de la derecha –un chico alto, pelinegro y de ojos azules me estaba ofreciendo la mano–.

– Entonces no sois la pizza –suspiré y me di media vuelta antes de llamar a las habitaciones de mis compañeras de apartamento–. Lo siento, estoy agotada y tengo demasiada hambre y sueño para nuevas interacciones sociales.

En cuanto Nadia salió de su habitación a recibir a los tres chicos, puse rumbo a mi habitación. Estaba a punto de tirarme a la cama, pero sabía que si lo hacía no me levantaría para cenar, por lo que me puse a organizar aún más el escritorio.

– Oye –Nadia entró directamente a mi habitación tras un rato– solo estaban siendo amables.

– Igual que yo –no levanté la vista del bolígrafo en mis manos–. Si por mí fuera, les hubiese cerrado la puerta en la cara.

– No puedes ser así con la gente, vas a pasar tiempo suficiente aquí como para necesitar amigos.

– Ya os tengo a vosotras.

– No puedes depender de nosotras, Judith –se acercó a mí–. Sabes que siempre voy a estar para ti, pero necesitas relacionarte con más personas o te vas a ver sola muchas veces –se sentó en la cama, a mi lado–. Les he invitado a cenar mañana para conocerlos, y vas a aprovechar para disculparte.

– Tampoco es que haya venido a hacer amigos –me miró de tal forma que sabía que no tenía opción– ¿ha llegado la pizza?

Cuando cené volví a encerrarme en mi cuarto. Tampoco había sido para tanto, solo dije que no tenía la energía para eso. Claro que iba a disculparme, pero solo porque realmente Nadia tenía razón; además de que no quería empezar el curso con mal pie. No se lo iba a admitir, pero era lo que necesitaba escuchar. Por suerte o por desgracia, iban a ser mis vecinos diez meses.

De todas formas, no me importaba quedarme sola, mejor así que con alguien que pueda hacerme daño. No estaba en la academia para hacer amigos, la única razón por la que me había matriculado era para encontrar pistas sobre la desaparición de mi hermano. Por muy confirmado que esté por la policía, sé que no está muerto.

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