Capítulo 27

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Después de desayunar me quedo acostada un poco más mientras Julia toma una ducha rápida. Leo, por su parte, consigue un par de herramientas y logra arreglar la puerta. Coloca una nueva tranca de seguridad y cambia la cerradura, que había quedado hecha trizas luego del golpe.

Un par de horas más tarde decidimos salir a pasear por la ciudad ya que es nuestro último fin de semana libre antes de que comiencen los primeros exámenes. Julia se pone un vestido negro con ligas y botas de caña alta. Leo viste igual que siempre con su look cómodo de pantalones oscuros y camiseta de manga corta. Y yo llevo una falda larga floreada y un top blanco.

Salgo al pasillo junto a mi amiga y veo a Leo recostado sobre la pared de su habitación mientras recibe a Matt, quien carga dos maletas y las entra a su nueva pieza. Frunzo el entrecejo, olvidando por completo la estúpida apuesta de ellos dos. Luego me acerco a Leo.

-¿Qué demonios, Leo? -le pregunto sin ánimos de ocultar mi enojo-. Me prometiste que ibas a cancelar la apuesta.

-Bueno, técnicamente la cancelé -responde y se lleva las manos a los bolsillos mientras me sonríe-. Pero Matt y Doménico hicieron un trato por su cuenta y van a intercambiar de habitaciones por una semana.

-¿Por su cuenta, ah? -repito y tenso mi mandíbula mientras los ojos de Leo brillan con malicia.

-Hola, Charlotte -saluda el joven italiano y me regala una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Vas a extrañarme?

Su cabello oscuro y ondulado le cae por encima de los ojos y su piel de miel contrasta con la camiseta blanca que lleva puesta. El chico lleva pantalones pinzados marrones y un par de mocasines del mismo color. Aquel atuendo parece salido del closet de un cincuentón pero lo lleva con un estilo envidiable, digno de la costa Amalfitana lugar del que vino.

-Por supuesto que voy a extrañarte -respondo y me cruzo de brazos-. Sólo intenta no llegar demasiado tarde de tus fiestas. Me dijeron que ése lado de la residencia está más controlado que el resto.

-Lo tendré en cuenta, preciosa -dice y me guiña de manera coqueta.

Pero no me tomo aquello de manera personal. Doménico era juguetón con todas las chicas y no podía culparlo. Le salía natural y era evidente que lo llevaba en la sangre.

-Te veo luego, Leo -le dice a mi amigo y chocan los puños, luego el italiano empieza a caminar por los pasillos de la residencia hasta que lo perdemos de vista.

Cuando volvemos a quedar a solas inclino la cabeza y miro hacia adentro. No quería tener a Matt como vecino pero el hecho de que Leo estuviera en aquella habitación me dejaba más tranquila, porque sabía que mi mejor amigo no iba a permitir que nada malo me ocurriera. Quizás era una tontería pensar eso, pero a veces uno necesitaba de amigos para no cometer errores o deslices estúpidos.

Matt deja las maletas sobre su nueva cama y se dirige hacia nosotros sin tener idea de qué estamos hablando.

-Hola -dice y me sonríe de manera dulce.

-Hola -respondo con incomodidad y me doy la vuelta para volver al lado de Julia.

-¿Ya te vas?

Asiento y evito el contacto de sus ojos curiosos.

-Char…

-¿Si?

-¿Te encuentras bien?

Miro a mis amigos y luego lo miro a él. Todavía es muy pronto para que me olvide de la chica que había besado y la manera en la que lo tocaba hace tan solo unas horas atrás. Sin embargo, mis ganas de hablar pueden más y siento la ansiedad sobre la palma de mis manos.

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