1_ Lazos Rotos

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Carla entró a la Cabaña del Lago y buscó alguna mesa libre. Había muchas personas así que dudaba que hubiera lugar para ella, pero estaba dispuesta a esperar. Ese lugar le gustaba, o por lo menos le daba cierta nostalgia. Aquí solía trabajar Samuel. Pero no esperaba encontrarse a Samuel allí, dado que él ya no necesitaba trabajar. No desde que se llamaba Samuel Benavent Domínguez.

Quizás apareciera como cliente o para visitar a su amigo Omar. Pero Carla sabía que Omar tampoco estaba allí. Seguía disfrutando junto a Samuel y otros de unas divertidas vacaciones en Ibiza.

Hacía más de 2 meses que no hablaba con Samuel, pero eso no le impedía saber de su vida. ¿Qué sería del acoso sin Instagram?

La idea la hizo casi reír. Ella, que supo tener a un Benavent a sus pies, ahora acosaba a otro. Sentía que debía darse una patada a sí misma. Ella debía enamorarse del Benavent dócil y no del testarudo y orgulloso.

Aunque sabía muy bien que no podía culpar a Samuel por su actitud. Ella lo había lastimado y esa herida no sanaría rápido. Ni siquiera sabía si sanaría.

Tampoco ayudaba que Samuel la hubiese bloqueado de todo modo de comunicación y que hubiera decidido implementar una política de "Carla no existe". Claro, si no existe Carla, no existe el sufrimiento que le causó.

Al menos no estaba sola en eso. Polo también estaba sufriendo la cruel indiferencia de Samuel.

Al menos podía rescatar que había retomado su vínculo con Polo, pero no como novios, sino como amigos. Lo necesitaba. Polo le decía lo que sufría y ella hacía lo mismo con él. Era como un patético grupo de autoayuda de dos personas. Este grupo parecía tener más de patético que de ayuda.

Carla levantó la vista, buscado una mesa disponible pero no había ninguna. ¿Tan complicado era simplemente tomar un capuccino?

-¿No encuentras mesa?-dijo voz a unos metros de ella.

Carla miró en esa dirección y vio a Leonardo Benavent bebiendo una copa. Carla se sorprendió de verlo allí. No sabía si acercarse o no. Siempre había sido muy amable con ella, pero ese hombre tenía motivos para odiarla. Le rompió el corazón a sus dos hijos y su padre había humillado cruelmente a Samuel.

-Por favor, toma asiento-dijo el hombre con una gentil sonrisa-yo ya estoy terminando y me marcharé, tu puedes quedarte con la mesa.

-Gracias señor Benavent-dijo Carla educadamente.

-Llámame Leonardo-dijo él algo molesto-nos conocemos hace mucho y me haces sentir viejo. Ya suficiente tengo con los chistes de Samuel.

Carla sonrió. Miró a ese hombre y pudo ver en él tanto a Polo como a Samuel. De hecho, se sentía estúpida de no haber notado antes lo parecido que es a Samuel en todos los aspectos, excepto los ojos azules que compartía con Polo.

-Quería hablar contigo Carla-dijo Leonardo-y esta casualidad me simplifica las cosas.

Carla se asustó. Quizás quería gritarle por lastimar a su hijo. A sus hijos. Quizás quería amenazarla y decirle que se aleje de Samuel. Aunque esto último ya lo hacía el propio Samuel por su cuenta.

-Primero quiero pedirte disculpas-dijo él.

Carla abrió mucho sus ojos, claramente sorprendida. Ella estaba en falta con su familia y él se disculpaba.

-Te pido disculpas si lo que le estoy haciendo a tu padre te duele-dijo el hombre-mi intención no es lastimarte.

Desde hace más de dos meses que todos los proyectos de negocios e inversiones de Teo Rosón se habían visto truncados. Ahora nadie deseaba invertir en negocios emprendidos por Teo y rechazaban cada propuesta de asociación que él realizaba. Leonardo Benavent era, posiblemente, el empresario más poderoso de España y nadie quería molestarlo o encontrase asociado con el hombre que él odiaba. Esto hizo que los negocios de Teo decayeran muchísimo. Carla, Beatriz y Cayetana habían escuchado las diatribas de Teo sobre como Benavent lo estaba arruinando. La marquesa escuchaba los coléricos lamentos de su esposo con una ligera preocupación. Cayetana no disimulaba que disfrutaba de verlo así. Carla se mantenía impasible, pero por dentro disfrutaba de ver a su padre en esa situación.

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