¿Secuestro?

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Capítulo 19

La luz del sol me fue arrebatada, el cantar de los pájaros se acabó para mis mañanas, ahora solo podía ver a la mujer loca que me secuestro hace 3 noches, aunque no se con exactitud cuántos días han pasado.

Me encuentro amarrada en una camilla con mis extremidades encadenadas y sin la posibilidad de huir.

Aislinn me trajo aquí, me encerró y se marchó dejándome sin comida o agua, tenía ya bastantes días débiles, y el estómago me dolía en abundancia, necesitaba al menos comer algo o sino moriría aquí de hambre y sed.

En ese estado solo podía pensar en mi familia y me gustaba más dormir que estar despierta pues, así podía soñar que estaba haciendo algo divertido con Hugo y con David.

Aislinn inyecto en mi ese día un líquido que me hizo dormir en un instante así que ni siquiera pude ver el camino que recorrimos hasta aquí.

Solo podía arrepentirme de haberme alejado de mi hermano en ese momento, jamás debí ir a esa fiesta, las celebraciones así siempre terminan en un caos y yo fui la afectada...

Me siento completamente fatal, necesitaba a mis seres queridos conmigo, y lo peor es que no tengo ni la menor idea de quien puede salvarme...

De pronto, mientras estoy delirando ya de la debilidad que me cargo, escucho como alguien entra con una sínica carcajada.

—¿Disfrutando el paraíso? —no puedo siquiera hablar pues mi boca está cubierta por una cinta bastante fuerte—. Ay, hija mía, esto no hubiera pasado si me hubieras obedecido desde un principio —me mira con una falsa lastima—. Pero no iba a dejar que ese idiota volviera a meterse en tu cabeza, si deseabas estar con alguien, debía ser de tu clase, no un pobretón que te embarazo y luego te hizo abortar, porque dentro de ti ya no había rastro de feto —intento insultarla, pero solo se escucha quejidos y ella se ríe más—. ¿Qué? ¿Quieres que te quite la cinta? —niega con la cabeza mientras chasquea la lengua—. Claro que no, mi amor, pero si me obedeces puedo complacerte —se rasca el mentón—. Aunque... hoy puedo hacer una excepción —se acerca a mí y en un jalón arrebata la cinta de mi boca provocando un ardiente dolor pues con la fuerza de la pega mis labios se rompen.

—Eres una maldita —grito de la rabia por el dolor que tengo.

—Sh.. no querrás que nadie te oiga ¿Verdad?

—¿Dónde estoy?

—Entre las rosas, cariño —se dirige hasta uno de sus estantes llenos de químicos—. El mismo lugar donde te ibas a ir con Nathaniel —me mira e ingresa la sustancia en la jeringa— ¿Sabes qué es esto?

—No, y no me interesa saber que son esos químicos tuyos.

—Burundanga, no conseguía algo aquí en este pueblo para dormir y menos ahora que no podía ingresar al laboratorio de la casa, así que cerca de las rosas había una planta como tal, así te puedo dormir y llevaste lejos de aquí ¿Qué tal el plan?

—Todo bien, hasta el momento en que mencionaste que me ibas a inyectar esa basura en mi organismo.

—Es por tu bien...

—Nada de lo que haces es por mi bien —grito enojada y furiosa con ella, no puedo creer que tanto tiempo me mantuve con este monstruo.

—No le hables así a tu madre.

—Ni siquiera lo eres, eres una perra, que no puede tener hijos por si sola, ojalá te mueras hoy mismo y se acabe todo este maldito problema —ya ni siquiera mido mis palabras, hablo con fuerza y groseramente, porque es lo que merece.

Encuentrame entre las rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora