CARPE DÍEM ✔️

Capítulo 8

—¿Sabes quién construyó la torre Eiffel?— pregunta Lucían tomando un sorbo de su café.

—Gustave Eiffel — respondo aguantando las ganas de rascarme el brazo.

—Le hablaba a Miriam.

—Ja ja, muy gracioso — le lanzo la servilleta a la cara y el se ríe con diversión.

—¿Cómo la va a construir el solo? — pregunta mirándome de reojo.

—Miriam, respóndele.

—A mí ni me pregunten, yo ni siquiera se diferenciar entre derecha e izquierda.

—Yo tampoco — confieso — Para mi examen de conducir escribí con Sharpie en mis muñecas cuál era la derecha y cuál la izquierda.

—¿O sea, que no fui la única? — hace una mueca y ambas sonreímos con complicidad.

—Gustave Eiffel, Maurice Koechlin y Émile Nouguier fueron el proyecto seleccionado entre otros 106 — hablo levantando disimuladamente la venda de mi brazo para rascarme.

—¿Es decir que habían 107 opciones, y ellos ganaron?

—Exactamente, mamá me dijo que hubieron 50 ingenieros y diseñadores, 150 operarios en la fábrica de Levallois-Perret y alrededor de  150 y 300 operarios en la obra.

—¿Cómo recuerdas eso si murió cuándo eras pequeña? — Cuestiona Lucian y le resto importancia.

—Hay cosas que marcan tu vida; no importa cuán pequeño seas. Nunca lo vas a olvidar.

—¿Y tu mamá cómo sabía eso?— pregunta Miriam masticando sus galletas.

—Google, y era ingeniera.

—Dan dice que era la carnicera de la unione.

—Ah sí, eso lo hacía por hobbie.

—A veces me da miedo lo normalizado que tenemos ese tipo de cosas las personas que crecemos bajo este entorno— Miriam hace una mueca alejando sus galletas y Lucian y yo empezamos a decir cosas asquerosas para molestarla.

Alrededor de la 1am, nos regresamos a la finca, a la que tardamos aproximadamente una hora en llegar. Tomo mis medicamentos y limpio mi moretón aguantando las ganas de pasarme el peine para que deje de arder.

Los siguientes días pasan sin ningún inconveniente, Dan y Miriam discuten cada que tienen la oportunidad y Lucian se limita a molestarme por el simple hecho de parecerle divertido...

—¿Cómo vas con tus historias, sifrina?— pregunta pareciendo divertido.

—¿De dónde sacaste esa palabra?— indago sabiendo que no es común usarla.

—Jora me ha enseñado cosas de Venezuela; dijo que eras sifrina y le creo.

Lo miro de reojo y suspiro para acercarme a él.

—Ni siquiera sabes qué significa —

—Pero lo eres, y no vas a dejar de serlo por más que lo intentes.

—Claro que no lo soy.

—No sabes ni elegir ropa.

—Pero eso no es ser sifrina; es ser inútil.

—¿Te encanta autoinsultarte no?— hace una mueca de desagrado y me pasa una hoja de papel.

—Te quedan dos semanas aquí; cumple esa lista.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Porque necesitas empezar a vivir con urgencia...

Dicho esto; recoge los platos y se marcha sin mirar atrás.