XVI┇Strong girl Barry

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-¿Dónde está mi bolso?

-¿Y mi maletín?

-Señora, los huevos están hechos, ¿le sirvo a las señoritas?

-¡Alto! Perdí mis aretes, ¿alguien los vio?

-¡Mamá, mi bolso!

Las mañanas en la casa Barry siempre eran desenfrenadas, como una avalancha matutina de caos. Y __________, esa mañana, no quería ser parte de esa avalancha. Tomaba del jugo exprimido de naranja tranquilamente, tratando de ignorar a todos y todo lo que la rodeaba.

Se preparaba mentalmente para enfrentarse a la escuela, al siguiente caos.
Estaba molesta por el dolor de cabeza que tenía, y los gritos de todos terminaron por cansarla.

Se levantó de su silla, y se acercó a uno de los sillones de la sala, detrás de uno de ellos había un bolsa de color azul opaco para la escuela, el de Diana. A su lado, uno de color rojo opaco, casi bordó, se encontraba. A veces Diana solía olvidar que allí los dejaban, por costumbre, más que nada. Se acercó a Diana y se lo dio de mala gana.
Luego se dirigió a la oficina de su padre, y del escritorio, al costado, agarró el oscuro maletín. Nunca llevaba nada, pero le gustaba que todos lo vieran como uno de esos empresarios Estadounidenses que siempre parecían vestirse mejor que él. Cerró la puerta, y otra vez, le dejó el maletín en las manos de su padre de mala forma.
Después, se acercó al espejo de la sala donde su madre tenía una pequeña parte de su joyería. Buscó en la pequeña mesa, pero no estaban los aretes, así que se le ocurrió buscar en el piso, y allí ambos estaban, los tomó y se los entregó a su madre, o más bien los dejó en la mesa. Para finalizar, tomó el plato de huevos de la mano de Meryl y empezó a acomodarlos.

-Diana no come huevos en las mañanas, le caen pesado. Solo comeré uno con las tostadas; mejor dale dos a Minnie May, y otro a papá, para que se lo llevé al trabajo junto su almuerzo. Serviré otros dos para mamá, le vendría bien más proteína. -Repartió los huevos en diferentes platos, y después se sentó a comer.

-Que responsable, señorita. Ya se puede casar. -Dijo Meryl con una sonrisa.

Ese comentario molestó a la muchacha, pero no quiso apartar su mirada del plato de comida.

Cuando terminó, buscó su bolso y se lo colgó por el cuello y el hombro. Esperó a Diana, y ambas salieron. Pasaron los minutos, y la mayor no le dirigía la palabra su hermana. Pensaba sobre todo en que iba a hacer cuando llegara, mientras, sin darse cuenta, Diana la observaba.

-¿Estás bien? -Le preguntó la castaña más bajita.

-Estoy nerviosa, solo eso. -Dijo con la cabeza agachada. De la nada Diana paró el pasó, y su hermana se volteó a mirarla. -¿Qué te sucede?

-Tranquila. Estarás bien. Él no te va a hacer daño, lo prometo.

Pero eso no la convenció. Más bien, no era eso lo que le preocupaba en realidad; nunca había sido de esas personas que le preocupaban lo que dirían los demás, pero esto era diferente, últimamente, sobrepasaba todo de si misma. Sabía que Billy no se arriesgaría a hacer nada con todos en la escuela, pero los chicos eran un tema aparte. Si no soportaba las miradas de las señoras mayores, menos lo haría en la escuela, donde todo era más directo.

Decidió, o intentó mantener el control de la situación, pero al llegar a las puertas de la escuela, todo cambió.

Fue fácil pasar por la puerta, lo complicado llegó cuando se quedó en la entrada. Colgó su abrigo, su bufanda, pero se heló al no escuchar más ruido. Cuando se volteó, todo el mundo tenía sus ojos puestos en ella. Tragó saliva en seco, y un hilo de desesperación se le formó en el pecho.

𝑴𝒚 𝑩𝒆𝒂𝒖𝒕𝒊𝒇𝒖𝒍 𝑳𝒂𝒅𝒚 | 𝐉𝐄𝐑𝐑𝐘 𝐁𝐀𝐘𝐍𝐀𝐑𝐃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora