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Abre los ojos con lentitud, mientras siente como si su cabeza fuera a explotar

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Abre los ojos con lentitud, mientras siente como si su cabeza fuera a explotar. Poco a poco enfoca la vista, dándose cuenta de que se encontraba en el salón de su casa. Se sienta con rapidez mirándose al instante, pero eso no le importa cuando percibe como unas manos cálidas hacen contacto con la piel de sus brazos, al armarla al instante y volcarse quedando frente a frente con un par de ojos de una rara heterochromia.

Se levanta deprisa de su sofá volviéndose a marear, y antes de acabar en el suelo, aquellas manos la sujetan de la cintura, impidiendo su caída.

Cuando esto pasa, Auna se fija mejor en el sujeto, dándose cuenta al instante de que se trataba de aquel muchacho que se encontró en los pasillos del segundo piso y el cual la atacó. La morena suelta un chillido, intentando apartarse de los fuertes brazos del chico, quién no quita su expresión de curiosidad sin inmutarse, para seguidamente quitar una de sus manos de la cintura de la chica para llevarlas a sus manos, agarrando ambos evitando que hiciera algo para dañarlo.

El rubio acerca su rostro al de ella, quién aguanta la respiración al ver el gesto de él, observando cómo lentamente las comisuras de sus labios empiezan a abrirse.

—No tienes que temer—escucha que habla con una muy mala pronunciación, en un
susurro.

Auna al escuchar su voz los pelos se le ponen de punta, sintiéndose nerviosa.—Yo vine a ayudar—sigue hablando, esta vez con un tono más claro.

La chica está perpleja, no sabe cómo reaccionar.

Las atenciones de los dos van a la vez dirigidas a la puerta cuando escuchan el timbre sonar. El rubia suelta con delicadeza a la chica, para coger un paraguas que se encontraba en una cesta con más paraguas en el salón, ponerse en posición de batalla, o eso deduce Auna, para comenzar a caminar en dirección a la puerta.

Cuando la morena ve las intenciones del desconocido, inmediatamente se aproxima a este, bajando el objeto que utilizaba como arma y hacerle una seña de silencio. Auna va en dirección a la puerta principal, abriéndola, dejando ver a su hermano mayor con cara de pocos amigos, quién pasa bruscamente a la casa dejando confundida (aún más) a la morena.

—Me has dejado plantada en el instituto, tuve que esperar media hora junto a él conserje, y nunca llegaste. Gracias, mi profesor de historia pude venir, o si no, me hubiese quedado a vivir en el instituto— informa mientras suelta su mochila con brusquedad en la entrada y se cruza de brazos.

Auna la había cagado aún más con su hermana.

—Oh Lydia, lo siento muchísimo, lo que pasó—fue interrumpida por la menor, quién empieza a subir ruidosamente las escaleras que dan al segundo piso.

Auna suelta un suspiro, y antes de cerrar la puerta de su casa, observa como al final de su casa un coche aparcado con alguien conocido se encuentra. Decide salir, olvidándose por completo de que un desconocido estaba en el salón de su casa.

—¿Nick? —pregunta la chica mientras se cruza de brazos.

—Hola a usted también—responde con una sonrisa divertida.

—¿Qué hace aquí? —pregunta frunciendo el ceño.

—¿Lydia no se lo ha contado?, resulta que la pequeña Miller fue abandonada en el instituto por su hermana mayor, y yo, como toda buena persona, me dediqué a traerla a su hogar—responde.

—¿Tú eres su profesor de historia? Vaya, es... sorprendente—responde asombrada.

—¿Por qué lo dice? —pregunta con curiosidad.

—Bueno, usted es aparentemente joven y, sabía que trabajaba en el instituto, pero no como profesor, me suponía algo como... el ayudante—el chico suelta una risa sonora.

—Me alaga—hace una pausa para pasarse la mano por sus rizos.

—Bueno, tengo— la morena no termina la frase, señalando con sus manos la casa.

—Oh por supuesto. Ya hablaremos, o eso estaré esperando— insinúa, para seguidamente despedirse.

Auna se gira sobre su eje, observando aquella inmensa casa llena de misterios, hasta posar su vista en aquel cristal roto que lleva al desván.

Auna se gira sobre su eje, observando aquella inmensa casa llena de misterios, hasta posar su vista en aquel cristal roto que lleva al desván

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Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora