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Era un día soleado, algo no muy común en el pueblo, ya que el clima frío solía reinar por esos lugares . En una mansión que se encontraba justo en el centro del pueblo, una muchacha de tez morena intentaba salvarse de que la mataran, literalmente.

Auna Miller corría por todo el jardín de su hogar, siendo perseguida por Kai Williams, quien poseía una larga lanza. Mientras tanto, Lydia Miller, la menor de las dos hermanas, miraba expectante y divertida la situación, mientras hacía los deberes. Auna se escondió tras un árbol, con la esperanza de que el joven Willams no la encontrará, pero no logró su cometido, ya que segundos después fue encontrada por el mencionado, quien al tenerla frente a frente, estira su brazo derecho, donde estaba la arma punzante, apoyándola en el pecho de la chica sin hacerle ningún tipo de daño. 

El pecho de la femenina no dejaba de bajar y subir, sintiendo como un ataque de asma se hacía presente, así que, sin previo aviso, se dirige con rapidez a la mesa donde reposaba su hermana, debajo de una sombrilla, cogiendo un dispositivo azul de extraña forma, o eso pensaba Kai, quien fue tras ella.

Extrañado, observó atentamente cómo la muchacha inhalaba de aquel cacharro, viendo como un ligero humo salía de la boca de ella.

Espantado, se coloca en posición de batalla para golpear con la lanza el objeto, lanzándolo por los aires, logrando que Auna se quedara quieta observando como su aerosol salía disparado a un arbusto, mientras tanto, Lydia se dedicaba a reír.

—¿Pero qué?—no termino la pregunta, frunciendo el ceño al ver aquella acción– Kai, ¿se puede saber por que hiciste eso?, ¡era el último aerosol que me quedaba!—le dio la cara, mientras se acercaba a él cruzando los brazos.

—¿Aerosol?, ¿pero qué dices?—pregunta confundido, dejando reposar el arma junto a la mesa– te acabo de salvar de que te murieras asfixiada—aclara con orgullo, regalándose a sí mismo una sonrisa.

Suelta un sonoro suspiro— Kai, tengo asma, ¿acaso sabes qué es eso?—él asiente no muy convencido– no sé cómo lo tratan en tu mundo, pero en el mio, ese dispositivo, calma mis ataques de asma, ¡no me iba a asfixiar!—informa.

Kai parece aún más confundido.

Auna rueda los ojos para seguidamente pasar de largo, cogiendo la sudadera que había dejado en una de las sillas para después adentrarse en la cocina de la casa, siendo otra vez seguida por el rubio, y de paso, por Lydia también, que se rehusaba a perderse el espectáculo que se avecinaba.

—¿Qué haces? Todavía no hemos terminado con el entrenamiento– recuerda Kai mientras mira como la morena se dirige al frigorífico, sacando una botella de agua junto a una manzana verde.

—No acabo de entender porque estamos haciendo esto– responde ignorando su pregunta, sentándose en una de las sillas junto a la isla– .Yo ahora mismo debería de estar trabajando.

Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora