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–Padre, ¿cuánto tenemos qué seguir así?
Llevamos horas.—Pregunta Igor, agotado.

–Eso, aparte de que ni siquiera nos has enseñado a usar armas chulas.—Dice esta vez Asher.

–De hecho, ya hemos terminado con el primer entrenamiento.—Dijo, mirando a el enorme reloj que estaba empotrado en la pared.- Y sobre las armas "chulas". Eso será cuando estén preparados.

–¿Y cuando estaremos preparados?—preguntó de nuevo Asher.

Magnus cogió una de las flechas reposadas en la mesa y la lanzó, volando por los aires hasta impactar justo al lado de la cabeza del chico reptiliano, quien mira con miedo al hombre, intercalando la mirada entre este y el arma.

–Cuando sepas parar esa flecha con tus propias manos, lo estarás.

Dicho eso, el señor Wilkins dio una palmada en señal de que ya se podían marchar. Auna toma un largo sorbo a su botella por unos segundos hasta que el recipiente es apartado de sus labios con rapidez, mojándose levemente por el brusco movimiento.

Lleva sus grandes ojos hasta el culpable, encontrándose a el chico Williams, quien bebía plácidamente de la botella, y después de unos segundos, separa sus húmedos labios, encaminando su vista a los ojos de Auna, quien seguía con sus ojos como platos por la repentina acción del chico, a lo cual este soltó una carcajada, divertido por la situación. Kai pasó por el lado izquierdo de Auna, dejando la botella en las manos de la chica, quien al dirigir su vista al objeto queda incrédula al encontrándosela vacía. Indignada, camina junto a Igor hasta la salida de la tienda, despidiéndose del joven cíclope, quien se disculpa una vez más por su comportamiento.

Durante el camino hasta la entrada del pueblo Auna estaba comenzando a marearse, "tal vez es por tantas horas entrenando", decía ella. Su atención es llamada cuando son parados de forma desprevenida, llevando su mirada a ese hueco que utilizaba para observar qué pasaba fuera.

–¿Hay algún problema?—Escuchó la tranquila voz de Kai.
–¿Debería haberlo, señor?, le hemos parado para realizar la revisión, e informarle del nuevo reglamento.—Dijo una voz desconocida.

¿Y el señor que siempre revisaba?

–Por supuesto. Pero déjeme hacerle una breve pregunta, guardia, ¿el señor Claiver dónde se encuentra?—Preguntó Kai, haciendo que Auna se replanteará si Kai podría leer las mentes.

–El señor Claiver ya no hará este trabajo.—Contestó.

Por el pequeño hueco Auna logró ver como uno de aquellos grandes lagartos ahora vestido con un uniforme dorado se plantaba frente al chico rubio.

–Necesito que se baje del vehículo.

Auna estaba atenta a las acciones de Kai, quien inmediatamente hace caso a la orden, posicionándose junto al guardia, quien al instante se agacha, llevando sus manos a un bolsillo de su pantalón, sacando una pulsera gruesa dorada, junto a una llave del mismo color, seguidamente, lleva la pulsera al tobillo del chico, colocándose en ese lugar para después cerrar el accesorio con la llave, para después levantarse.

–El nuevo reglamento indica que debemos poner esto de aquí a cualquier criatura que entre al pueblo, para que impida usar sus habilidades, contra o sobre nosotros.—Dicho eso, se acerca de forma apresurada a la parte trasera del carro.

Auna temblaba de terror al pensar que sería descubierta, pero justo cuando los dedos escamosos de la criatura tocaron la sábana que la tapaba, son interrumpidos.

–¡Señor guardía, acabo de ver a una joven que parecía querer entrar al pueblo, era exactamente como los posters!—Gritó otra voz que a Auna se le hacía conocida.

–Joven pueblerina, rapido, diganme donde la vio.—El guardia se alejó del carro, haciendo que Auna soltara un suspiro.

–Junto al río, señor.

El guardia sacó una afilada espada de la funda que tenía amarrada del cinturón, alejándose con prisa a donde le habían indicado.

Cuando todo estaba despejado, Kai destapa a la Auna, quien se incorpora de forma rápida, provocando que su mareo aumentase.

–Hiciste un buentrabajo.—Felicitó Kai.

–Callate rubito, eso lo se la perfección. ¡Sabes lo que me costó regresar! Tuve que reparar el espejo ya que lo dejaste hecho trizas, aparte de que no me se muy bien el recital de transporte.—Contestó la otra voz.

Auna levanta la vista, encontrándose con la chica que fue agradable con ella en su primer día de trabajo.

–Hola de nuevo, Auna Miller.

–Hola de nuevo, Auna Miller

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Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora