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Toda la familia Williams (junto a los invitados) miraban con atención como la de ojos verdes embullía la comida frente a ella a grandes bocados. Aurora Williams miraba con recelo a Crawford, y harta de que nadie dijera nada, interviene:

—¿Qué haces aquí de nuevo?–Pregunta, sin pelos en la boca.

—Aurora.– Regaña Andrómeda por la brusquedad de su hija.

—Tranquila, señora Williams, entiendo lo confuso que tiene que ser esto.–I
interviene Sasha, llamando la atención de todos.— Lo explicaré de forma muy breve.

Vuestro hijo Kai, me envió a de donde viene la mayor de las Miller para tener más ojos sobre ella. No me molesté en aceptar el favor, ya que le debía uno. –Cuando termina la última frase, le guiña un ojo al chico nombrado.

—Seré directa. –Continúa diciendo–. Mis visiones han estado fallando durante toda mi travesía, pero cuando llegué aquí, un tsunami de visiones vinieron de repente. Solamente tenemos cuatro días antes de la catástrofe.

Esas últimas palabras hicieron que todos palidecieran. Auna comenzaba a hiperventilar, no podía creer que solo tuvieran cuatro días para luchar. No esperó nada para levantarse de un golpe, y sin dirigirle la mirada a nadie, salió de la sala y de la casa. Se pasó una mano por la cara, estresada, mirando el paisaje y reflexionando cuando dos pares de manos tocaron sus hombros, haciendo que sobresaltara.

Auna no se inmuta cuando esas manos la rodean, haciendo un cálido abrazo en el cual derrama una que otra lágrima.

—No llores, por favor.– Dice la primera voz.
—No puedo evitarlo, por mi culpa saldrán
muchos heridos.– Suelta, derramándose entre esos brazos.

—Auna, eso está escrito, no puedes evitarlo.–Consuela la segunda voz, apretando más a la chica entre sus brazos.

—Lo sé. Es eso lo que me irrita, no poder hacer nada.

—Auna Miller.– El abrazo finaliza, y aquellas manos hacen que el de la morena giré, dejando a la vista como la hermana menor, Lydia, agarra con firmeza los hombros de la mayor.— No tienes la culpa de nada, esto es inevitable. Si, habrán muchos heridos, pero piensa en aquellas personas a las que salvarás de las manos de ese... pedazo de gilipollas. –-Una risita sale de entre los labios de Auna.— Sé que podrás llevar esto. Confío en tí, todos lo hacemos.

La escena es interrumpida por unos gritos que piden ayuda. Auna, Lydia y Nick giran su cabeza para encontrarse con un alterado Igor, quien se acerca corriendo, y cuando el sujeto llega hasta ellos, suelta un gran suspiro. Auna se percata de que la cara y cuerpo del cíclope está cubierta de suda, y logra ver como una que otra lágrima derrama por sus ojos. La morena se adelanta.

—Igor, ¿qué pasa?–Pregunta, aún más confundida que antes.

—¡Los s-sucios rastreros s-se atrevieron a atacar a mi padre!





Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora