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Auna no pudo pegar ojo durante toda la noche gracias a varios pensamientos encontrados. Su rostro estaba algo pálido, debajo de sus grandes ojos dos muy notorias ojeras reposaban, mientras sus carnosos labios estaban secos.

Su mata de pelo estaba enredado en un moño alto, mientras seguía con la misma ropa de la noche anterior. Realmente estaba agotada, deseaba dormir, pero no podía, así que tras unos minutos mirando al techo, se levantó de la cama, viendo el lado vacío de la parte donde dormía Aurora, quien horas atrás había despertado.

Con pereza, se encaminó al hermoso armario de la chica Williams, visualizando los ropajes que reposaban con elegancia en aquellas perchas de madera.

Optó por unos pantalones de piel de lo que suponía que era animal. Los pantalones eran negros, y a decir verdad, bastante calidos, cosa que no le terminó de agradar por las altas temperaturas que habían, pero por otra parte, eran realmente comodos, y hizo fue bastante para que se los dejara puestos. Escogió una bonita camiseta de pequeños botones, con detalles en las mangas.

La camisa era recta en la parte de los hombros, dejando expuesta sus clavículas y cuello, era de un color vino, cosa que le gustó bastante. Auna se puso sus zapatos Adidas viejos, los cuales estaban hechos polvo, y seguidamente soltó su mata de pelo, dejando expuestos una maraña enredada. No dudó en hacerse un recogido después de cepillarse el pelo con un cepillo que le había prestado Aurora, haciéndose una coleta bien alta.

Minutos después salió de la habitación, encontrándose frente a frente con el de peculiares ojos, quien al ver a la chica la miró con intensidad. Auna enfocó su vista por inercia en su rostro, concretamente donde se debería de encontrar aquella herida.

—¿Cómo?—Fue lo único que dijo al ver que no había rastro de ninguna herida ni mucho menos cicatriz en el rostro de Kai.

–Curación rápida y eficaz.—El chico relata lo escrito que ponía en aquel bote de la noche anterior.

La boca de Auna estaba apunto de rozar el suelo. No podía creer que aquella frase fuera tan literal, y lo peor aún, que funcionase. Agitó su cabeza al ver como Kai seguía su camino escalera abajo, a lo cual Auna no dudó en seguir sus pasos con rapidez.

—Eso es increible.—Habla con asombro mientras pisa el último escalón.

Kai no responde, solo sigue caminando hasta quedar frente a la puerta principal de la casa, y justo, unos cuatro golpes suenan de este. Kai abre la puerta con rapidez, dejando a la vista a Asher, quien mira a la pareja frente a él con una gran sonrisa.

—¿Están listos?




—¿Están listos?

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Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora