1

137 7 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Las mudanzas eran algo que a Auna no le gustaban nada. La pesada caja que sostenía le sacaba pequeñas quejas, dio un largo suspiro cuando unas grandes manos le quitaron aquel peso bastante agotador. Le regaló una sonrisa al señor de la mudanza, quién se ofreció a ayudarla con las cajas, para después bajarse de aquella furgoneta y posicionarse junto a su hermana menor, quién observaba la gran casa que estaba frente a ellas.

—Y dime, ¿qué te parece? — Pregunta la mayor mientras posa su mano izquierda en el hombro de la menor.

—Todavía no puedo decir nada al respecto. Pero a primera vista, parece escalofriante.— Dice lo último fingiendo un escalofrío, sacándole una risa a la morena.

—Ya verás Lydia, te va a encantar. Y contestando a lo que has dicho, si, es bastante tétrica, pero con par de reformas, quedará espectacular.— Auna es interrumpida por un fuerte sonido.

—Señorita, ya dejamos todas las cajas fuera.—Informa el señor, para despedirse con un gesto de cabeza y luego encender el motor.

Las chicas pierden de vista la gran camioneta, dirigiéndose algunas miradas y agarrando algunas cajas y maletas.

Al entrar a la casa, un fuerte olor a cerrado se hace presente, logrando que muecas de asco se hicieran presentes. Auna le echa un vistazo rápido a su alrededor, para mirar en dirección a las escaleras y hacerle una seña a Lydia.

—Puedes dejar tus cosas en tu cuarto—antes de que la rubia respondiera, la morena sigue hablando—. Sigue recto y gira a la derecha, es la primera puerta que te encontrarás.— Con un asentimiento de cabeza, Lydia se dispone a subir.

Mientras tanto, un largo suspiro sale de los labios de Auna.

—Tú puedes con esto—. Murmura para sí misma.

La chica sigue los pasos de su hermana, subiendo también aquellas ruidosas escaleras, y cuando llega al segundo piso, observa como este está más lleno de polvo que el primero. Sigue recto por el pasillo, para quedar frente de la última puerta la cual es de una madera antigua. La abre con lentitud, entrando a la que sería su nueva habitación. El cuarto era el más grande, contaba con una cama de dos plazas, un tocador sencillo y un armario empotrado a la pared. Suelta las cajas que sostenía para luego dejarse caer en la cama, la cual suelta gran cantidad de polvo haciéndola toser.

—Vale, mala idea.—Se levanta mientras se sacude, quitándose una que otra tela de araña.

Decide salir de la habitación, inclinándose de nuevo a la entrada de la casa, pasando por el pasillo, cuando algo roza con su frente, llamando su atención. Levanta la Mirada encontrándose con una cuerda algo desgastada. Frunce el ceño, percatándose de que se la cuerda lleva a un cubículo pegado al techo. Alza la mano con intenciones de tirar del alargado objeto, cuando es interrumpida por su hermana menor.

Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora