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Los ojos de la castaña se abrieron de par en par, visualizando con determinación y rapidez el sitio donde se encontraba. Todavía podía sentir aquel cosquilleo recorrer su ser, no la había abandonado, todo lo contrario, permanecía en ella, quizás en lo más profundo, pero en ella.

Lograba escuchar murmullos provenientes de su entorno, pero se tranquilizó al darse cuenta que se encontraba en su hogar, nada y salva, o bueno, eso pensaba hasta que un dolor infernal se apoderó de su pierna derecha, haciendo que su vista cayera en aquella, viendo como justo en la zona de la rodilla, un enorme bulto sobresaliá de forma festial de esta, logrando que el pánico gobernara en ella.

Un grito salió de sus adentros, un grito extremadamente agudo, llamando la atención de Lydia y Nick, quienes estaban en la cocina, y al escuchar tremendo grito, no tardaron en ir junto a la chica. El grito se hizo más y más agudo, hasta cierto punto que a los oídos de los dos jóvenes ya no había más griterío, sino silencio, pero para los perros de pequeño vecindario, jarrones, o cualquier cosa hecha de cristal y Kai, el último llevó su mirada a el piso, sin pensarselo ni una vez, bajó al primer piso.

Cuando Kai llega, se cruza con Nick y Lydia, mirándose entre sí para después comenzar a dirigirse de donde provenía aquel grito. Lo primero que ven al entrar al salón, es a Auna tirada en el suelo, mientras con sus dos manos se agarraba la rodilla, retorciéndose en su sitio.

—Auna—es llamada por el rubio, pero aún así lo ignora, concentrada en aquel dolor insoportable. Kai se acerca a ella, para después arrodillarse y mirar el panorama.—Oye—vuelve a llamarla, pero también es en vano.

Kai suspira frustrado, para coger el rostro de la chica entre sus grandes manos, y automáticamente sus miradas se conectaron.

La mirada de Kai era tranquila, mientras que la de Auna era salvaje y dolorida, todavía con aquel color fuego pintado en sus iris.—Tienes que tranquilizarte. Controlate, yo te ayudaré, pero solo tranquilízate. Ahora, no dejes de mirarme, no apartes tu mirada de la mía, ¿entendiste?-- Ya que no obtuvo respuesta, volvió a pregunta– ¿Entendiste?—Y esta vez, sí asiente, de forma breve.

—¿Qué sucede?—Pregunta Nick, quien aparece junto a Lydia.

—Shh—silencia la rubia, señalando con uno de sus dedos la escena.

Mientras tanto, Auna intentaba regular su respiración, siendo acompañada por Kai, quien mantenía su firme agarre sobre su rostro.

Tras unos minutos donde solo se escuchaba las agitadas respiraciones de ambos jóvenes, quienes, a su vez sentían como si solo estuvieran ellos en aquella sala, Auna terminó cerrando sus grandes ojos, dando un último gran suspiro para apartarse del agarre de Kai, pero al hacer ese gesto, aquel dolor se vuelve a presentar, y aún más fuerte, haciendo que la chica ahogara un gemido.

Kai al percatarse de aquello, se levanta con agilidad del suelo para llevar sus manos a la cintura y muslo de la chica, cargándola con facilidad con las atentas miradas de los dos contrarios, quienes observan expectantes la escena.

Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora