15

21 5 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Auna podía escuchar el cántaro de unos pájaros, no era muy lejano. Una suave brisa chocó con su rostro, haciendo que arrugase su nariz, y poco a poco, sus ojos comienzan a abrirse, sin embargo, los vuelve a cerrar cuando la claridad la ciega.

—¡Kai!, ¡hermano!, ¡la chica ya despertó!—Auna escuchó una voz femenina, que tenía un todo dulce e infantil.

A los pocos minutos de que aquella voz dijera eso, escuchó como unos acelerados pasos se acercaban, y cuando cesaron, tragó saliva de forma discreta.

—Auna, puedes dejar de hacerte la dormida, sé que estás despierta.—Cuando escucha la voz de Kai, abre los ojos, volviendo a ser cegada por tanta luminosidad.

Mientras pasa sus manos por sus ojos, se incorpora con un quejido, adolorida por lo que había sucedió hace tal vez una que otra hora.

Cuando está totalmente despierta, se percata de que estaba en un lugar desconocido. Se encontraba en una habitación con paredes de ladrillos, el suelo era de una extraña roca de color blanco, que convinava con el techo del mismo material que el suelo. El cuarto no era muy grande, pero sí lo suficiente para que entraran varias personas. El lugar estaba adornado con variedad de ramas y flores de colores.

Auna se percató de un precioso armario blanco con detalles en dorado que reposaba en una esquina, un tocado dorado con decoración floral en frente y por último una cama, en la que se encontraba, debajo de ella se encontraba una suave sábana azul celeste, con una simple almohada blanca y un cabecero que hacía juego con el tocador.

Cuando Auna termina de visualizar dónde se encontraba, dirigió su vista a donde se encontraba Kai, quien volvía a llevar su respectiva ropa; camiseta blanca de botones, pantalón de una seda bastante gruesa y de color cabrón y por último sus típicos zapatos marrones algo desgastados.

Después de analizar a Kai, pasó su vista al lado derecho del chico, donde se encontraba una joven de estatura baja, con pelo sedoso, rubio y lacio. Sus ojos eran de un color bastante peculiar, eran de un morado intenso, tan intenso que su mirada intimidaba. Su tez era palida, y vestía un vestido de color celeste, que caía con tranquilidad hasta llegar a los tobillos de la joven, el vestido no tenía volumen.

—¿Dónde estoy?—Se dignó a preguntar, percatandose de que su voz estaba muy ronca, tan ronca que su voz era apenas audible.

—Primero, te pido que te tranquilices. Estás a salvo, eso es lo que importa.—Pide Kai, mientras se acerca con pasos cortos.—Creo que deberías comer algo, llevas más de dos semanas inconsciente.

Aquellas últimas palabras hicieron que Auna abriera los ojos como platos.

—Kai, dime ahora mismo dónde estoy.—Ordenó, mirando con fijadez a los coloridos ojos del nombrado.

—Es difícil de explicar, Auna. Te prometo que te contaré lo sucedido, pero primero tienes que comer algo.—La escena es interrumpida cuando la puerta del cuarto se abre de un golpe.

Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora