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Fueron 5 horas y 7 minutos desde que el entrenamiento había empezado.

Magnus Wilkins les había obligado a calentar; subir y bajar las escaleras, pegarle a un saco de papas relleno de lo que parecía arroz por media hora, sentadillas, cargar con garrafas llenas de agua y por último, hacer flexiones hasta no "sentir" los brazos (bueno, eso había dicho el señor Wilkins). Estuvieron hora tras hora haciendo todos esos ejercicios.

Auna estaba sentada en el frío suelo, recostada en la pared mientras intentaba regular su respiración, observando con determinación sus nudillos, los cuales estaban de una tonalidad morada por los tantos golpes que le había pegado a ese dichoso saco. Su atención es llamada al escuchar varios impactos, dirigiendo su vista a el chico Williams, quien se encontraba pegando con fiereza a aquel saco.

Kai estaba repleto de sudor, tanto, que hasta su pelo chorreaba agua. Su parte superior estaba expuesta, dejando ver a Auna aquellos pectorales y abdominales que había visto todas aquellas veces que habían entrenado en el patio de su casa, o bueno, en la mansión Williams. El torso de Kai estaba lubricado por su sudor, dejando un acabado brillante que hizo enloquecer a Auna. Un chasquido hizo que la morena levantó la vista, encontrándose con la mirada pícara de Asher.

–¿Pero qué están viendo mis hermosos ojos?, la pequeña Auna no parece ser tan santita eh. Tranquila, te entiendo, mi buen amigo Kai es tan tremendo como las ninfas del lago del pueblo.—Donde deberían de haber cejas en el rostro del chico reptil, comenzó a mover su piel de arriba abajo.

–Oh venga, no es lo que estás pensando.—Se defendió Auna, apartando la mirada de Asher, sintiendo una bola de nervios en su interior por ser descubierta.

–Tranquila, es normal que los protegidos se enamoren de sus protectores.—Habló Asher con tranquilidad, alzando los hombros.

Esas palabras hicieron que Auna se atragantara con su propia saliva.

–¿Enamorarse? No sé qué estarás pensando, Asher, pero quítate ese horrible pensamiento de tu minúsculo cerebro.—Intentó defenderse de nuevo, pero no sirvió de nada.

–La familia Williams llevan haciendo eso durante años, protegiendo a quien a ellos se les asignan.—Comienza a relatar él chico, haciendo que Auna le prestara atención.—Y casualmente, cada protegido se enamora del Williams. Es normal, no te sientas aludida.

–Ya, bonita historia, pero en este caso, nadie está enamorado de nadie.

–Uno de los principios de los Williams es que no pueden enamorarse de su protegido, no pueden corresponderle.—Continuó relatando, ignorando lo que había dicho la chica.—Bueno, al parecer a Andrómeda Williams no le importó en lo absoluto aquello, terminando enamorada de Sorpurus, quien al casarse con la mujer adoptó su apellido, ¿razón? Nadie lo sabe, solo los Williams.—Finalizó el relato, dándose la media vuelta con intenciones de marcharse.

Auna al escuchar ese relato se quedó paralizada, impresionada por lo que había escuchado. Sin esperar a nada, se levantó de golpe siguiendo los pasos de Asher.

–¿Qué?, ¿él señor Williams era un protegido?—Preguntó, con confusión.

–Si, exactamente.—Contestó el chico.

–¿Él era cómo yo?, ¿venía de dónde vengo yo?—Preguntó.

Asher paró en seco, girando sobre su eje y sujetando los hombros de la chica.

–Auna, que una cosa quede clara. Tu provienes de aquí, estas son tus raíces. Tu eres de aquí.—Aclaró, separándose de la chica para seguir con su entreno, dejando a la joven en medio del sitio.

Auna llevó de nuevo su vista al cuerpo de Kai, quien estaba quieto junto a el saco, observando con una mirada dura y seria a la chica.

Y fue entonces, cuando Auna se percató que todo el tiempo que hablaba con Asher, Kai estaba en la mira de la pareja.

Y fue entonces, cuando Auna se percató que todo el tiempo que hablaba con Asher, Kai estaba en la mira de la pareja

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Tras el espejo dorado [PROXIMAMENTE EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora