Quédate conmigo.
Incluso si no se si esto es amor...
Park Sunghoon en ascenso con el patinaje artístico, con una gran vida sin alguna preocupación alguna.
¿Qué pasará cuando un bebé aparezca en su puerta? Junto a una nota aclarando que es su hijo...
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Jake y Heeseung estaban en el cuarto del primero, que se encontraba dentro del mismo teatro a Heeseung le gustaba pasar tiempo con su amigo. Solían estar siempre juntos conversando hasta tarde o saliendo en algunas ocasiones con amigos que tenían.
Layla estaba dormida cerca de su dueño.
El mayor de los dos se encontraba en la cama mientras que Jake seguía en su escritorio pensando en la propuesta de Sunghoon, no sabía bien qué hacer porque tal vez no tenía tantas cosas que hacer, pero sabía que cuidar a un niño tomaba tiempo y no quería dejar a un lado su carrera ni tampoco dejar solo el teatro.
Por otro lado, el recibir un mejor pago que el de leerles cuentos a los niños lo convencía en cierta parte, necesitaba dinero para pagar su teatro y arreglarlo, sumando también sus estudios.
Y Tae, ¿qué podía decir de ese niño? Era muy pequeño y tierno, eso lo aseguraba. Lo conocía muy poco, pero ya le tenía cariño, incluso Layla dejaba que le pusiera los bloques de juguete encima. Recordó cómo al estar en el apartamento de Sunghoon en pequeño jugó con ella.
También por su mente pasó Sunghoon, padre de Tae, para él era joven aunque fuera mayor que él. No sabía qué decir de él, solo que era atractivo y ya.
No tenía mucho tiempo porque ya era de día.
«Por Tae» se convenció. «Iré a cuidarlo.»
— Jake — su amigo lo sacó de sus pensamientos — , ¿en qué has estado trabajando para tener dinero? — Se giró para verlo.
— Ya te dije que cuenta cuentos — insistió.
— No sé, Jake — lo miró dudoso — . No me digas que...¿¡tienes un sugar?! — se levantó de golpe de la cama. Layla le ladró por gritar.
— ¿¡Qué?! ¡Claro que no! ¿De dónde sacas eso? — lo miró con horror.
— Este como te llegaron cosas al teatro — recordó aquellos paquetes que le habían llegado a su amigo — , no se, es cuestionable.
— Pues...sí, eso lo mando alguien, pero es porque seré niñero — dijo ya más seguro.
— ¿Niñero? ¿De quién? Además, ¿qué padre le mandaría algo al niñero de su hijo? ¡Es tu sugar! No mientas — lo señaló.
— Hee, es solo dos años mayor que yo. No es mucha la diferencia.
