Cap.39

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¿Todo queda en Madrid?

— ¿Qué es lo que está pasando?—Reyes hablaba y caminaba tan rápido que no me daba tiempo de traducir todo lo que salía de su boca.
— Al parecer el juez de paz y el sacerdote la dejaron en banda para el ensayo—Joel se puso en puntitas de pies para hablarme al oído— Que rico que oles monegato ¿Que perfume usas?
— ¿Dejaron en banda?—fruncí el ceño.
— Que no van a venir—explicó—En serio, oles muy rico.

— No se el nombre del perfume—me encogí de hombros— me lo regaló Gianna hace unos días, dijo que era momento de que lo cambie, al parecer el otro ya no le gustaba.
— ¡Ah!—respondió restando importancia— Por cierto, ¿Dónde se metió mi querida hermanita?
— Gia le está tratando de quitar el pecho a Hope y eso la tiene un poco… sensible, cuando Reyes empezó a gritar, ellas fueron las primeras en irse.

— Bueno, supongo que esa señora alteró a todos—soltó una pequeña risita— Carlos se llevó a Isa por lo mismo—suspiró— ¡pobre cabeza de zanahoria!, esa vieja de mierda le va a sacar can… ¿Quién es esa preciosura?—preguntó quedándose casi boquiabierto.
— Es Ana—reí— la hermana menor de Carlos
— ¿Está soltera? Espera…—se giró a verme— ¿Que tan “menor” es?
— Creo que tiene 24 o 25—me rasqué la nuca— Y si, es soltera, pero ni lo sueñes, Carlos te mataría si te le acercas.
— Que Carlos me la chupe—habló en voz baja— Él se cogió a mi hermana, quiero devolverle el favor.
— ¡¿QUÉ?!
— Obviamente no hablo de Gianna—viró los ojos y yo suspiré aliviado— Parece que Reyes va a hacer de cura—Joel rió.

La matriarca formó una especie de círculo pequeño entre los presentes y preguntó si había alguien que conozca el protocolo para efectuar el simulacro de la boda civil.

— Llegó el momento de quedar bien con mi futura suegra—Joel palmeó mi hombro, dió un paso al frente y habló en un tono firme— Yo soy abogado, conozco el protocolo y estoy más que dispuesto para colaborarle, señora mía—hizo una pequeña reverencia.
— ¡Nuestro héroe!—la madre de Carlos llevó ambas manos al centro de su pecho e hizo un pequeño gesto de agradecimiento— Ana, cariño, ve con él y ayúdale con lo que necesite.

— Disculpame, pero hace dos minutos no era una vieja de mier…—me pegó un codazo.
— Callate—habló en voz baja y apretando sus dientes— deberías aprender de mi monegato. Mira que Antoine no te la dejó nada fácil con mi mamá.

Ana llegó sonriendo tímidamente. Me saludó con un beso en la mejilla y luego a Joel.

— Tu eres el hermano de Gianna, ¿no es así?—se paró frente a él.— el otro padrino.
— El mismo que viste y calza— le sonrió— Joel, un gusto.
— Ana, el gustó es mío.—la madrileña dejó ver una amplia sonrisa.
— ¿Podrías explicarme eso de que soy “el otro padrino”?—el argentino jugó frunciendo el ceño.
— Gianna y yo somos la primera pareja de padrinos—hice el intento de giñarle el ojo a mi cuñado
— Y tú y yo somos los segundos—continuó Ana.
— Entonces ¿debo llevarte al altar?—Joel miró fijamente a Ana dedicandole una pícara sonrisa.
— Eso creo—sus mejillas comenzaron a sonrojarse— es decir en la boda… no es que tu y yo, quiero decir—tartamudeó— no es que tu y yo vayamos a casarnos—se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja.
— Ancora—dijo el argentino en voz baja.

— ¿Cómo vas a organizarte?—habló ella— ¿quieres que vayamos al salón a ver el espacio que usarás? No está muy lejos, pero debemos ir en auto para no demorarnos.
— ¡Que suerte que esta semana renové mi licencia!—le guiñó un ojo— Te sigo—dió un paso al costado para dejarla pasar y ambos se perdieron entre los invitados.

Al cabo de media hora, las puertas interiores de la Catedral de Almudena se abrieron, los invitados fueron distribuidos en los asientos por dos asistentes, para el lado derecho, la familia y amigos de Carlos, y para el izquierdo, los de Isa. En el caso de los pilotos, podían sentarse donde desearan. 

TORSIÓN EN MÓNACO | Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora