Cap.41

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Penultimate stop,  Las Vegas.

— ¿Segura que no quieres venir?
— Si, muy segura—respondió Gianna mientras se acomodaba sus lentes— Las Vegas, dos niñas, mucha gente fuera de si, no son una buena combinación.
— Buen punto—me recosté colgando las piernas al borde de la cama— ¿A dónde vas?— pregunté al verla coger las llaves de uno de mis autos, por el detalle del llavero, reconocí que es el Maserati, su favorito después del Alfa Romeo.

— Voy por Mia —dejó su teléfono apoyado en algo— voy a dejarla con mis abuelos y después busco a tu mamá, quiere acompañarme al médico.
— ¿Vas a control de nuevo?—me incorporé— ¿Pasó algo?¿No fuiste hace unas semanas? 

La última vez que ví a Gianna en persona, fue hace casi un mes, desde entonces habían cambiado varias cosas, dejó el gimnasio, el médico le recetó algunas vitaminas y mucho reposo, mi madre la visitaba todo el tiempo, incluso iba a cocinarle, decía que mi novia debía comer más alimentos hechos en casa y menos viandas de supermercado.

También el vómito y las náuseas habían disminuido, quizás todo estaba relacionado a su alimentación.

—Este es un control distinto al del otro día—habló fuera de cámara.
— ¿ Y de qué tipo es?
— Una ecografía—volvió a aparecer en la pantalla, esta vez con un bote de vitaminas en la mano.
— ¿Ecografía? ¿Quieres descartar una operación de vesícula?
— No sé, es por petición del médico—dijo mientras se servía un vaso de agua.

Al verla de perfil unos segundos, me percaté de que tenía una pequeña inflamación en la parte baja del abdomen, era leve, pero ahí estaba.

— Ya se nota un poco que dejaste el gym—bromeé.
— Charles Marc Hervé Percival Leclerc— se cruzó de brazos— ¿Estás diciendo que estoy gorda?
—No, no dije eso—solté una pequeña risa—es solo que estás un poquito más…—intenté buscar una palabra que no suene mal, pero no encontraba ninguna.

— ¿Más qué? ¿panzona?—rió.
— No, no era eso lo que quería decir… es que… yo…—comencé a tartamudear— solo… solo olvidalo ¿si?

Volvió a alejarse un poco y se puso de lado, esta vez se levantó el suéter dejando ver todo su abdomen.

— Yo creo que se ve bien—dijo colocando su mano libre en la parte baja de su vientre— seguramente son las vitaminas y el reposo, pero deberías acostumbrarte, porque el médico me recetó mucho chocolate—dijo con algo de timidez.

— ¿En serio? ¿Te recetó chocolate con el molestar que traes?—pregunté con un dejo de sarcasmo.
— Bueno, me recetó reposo y si no puedo hacer nada, veo películas y me dan ganas de comer chocolate—se encogió de hombros— y no puedo ir al gym para hacer ejercicio, así que…—volvió a acariciar su vientre.
—No te preocupes, en una semana vuelvo a verte y me encargare de trabajarte duro—le sonreí con malicia.

— ¿Tabaja duo?—repitió Hope.

Gianna alzó a la pequeña y esta me saludó con la mano.

—Hola mi amor—le sonreí.
— Papi— chilló mientras tomaba el teléfono y se acercaba la cámara a la cara.

Hablé con ellas un rato más, pero no quería demorar a Gianna y que llegara tarde a su consulta.

Había ocho horas de diferencia entre Mónaco y Las Vegas, así que era complicado encontrar los huecos para llamar a casa, aun así, lo hacía todos los días, al igual que lo hice mientras estaba en  Austin, México y Brasil. Verlas a través de una pantalla y que me digan como ha ido su día me conformaba un poco, aunque también me generaba muchas ansias por volver.

TORSIÓN EN MÓNACO | Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora