Cap.07

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Me dirijo hacia la habitación de Carlos y escucho un llanto en la puerta del baño de mujeres. detengo y miro hacía ambos lados chequeando que nadie venga. Me apoyo en la puerta y reconozco una voz, la de Isa, está consolando a alguien.

— Es que te juro que no se que hice para caerle tan mal y que sea tan hijo de puta conmigo—habla la voz de Gianna entre sollozos.
— No le lleves el apunte Gigi.
— Es lo que vine haciendo, pero ya no lo soporto, y lo peor de todo es que no puedo renunciar.
— Gianna claro que puedes, solo tienes que hablar con Antoine.
— No Isa, no puedo volver cuando le pedí que nos separemos.

¿Desde cuándo está divorciada?
Mí celular suena y escucho unos tacos acercándose.
Intento alejarme pero la puerta se abre y Gianna aparece detrás de ella, aún con lágrimas en los ojos.

— Gianna yo... yo te estaba buscando—mentira, estaba como un maldito chismoso detrás de la puerta.
— No voy a llevarte café, ni Coca-Cola ni nada—dice la rubia.
— No es eso—¿Y ahora qué haga?— lo pensé mejor y puedes irte antes a Barcelona.
— ¿Es en serio?
— Si. Hoy mismo si quieres. 
— Si no fueras un maldito te abrazaría— dice enjuagándose una lagrima. 

Salió de la habitación golpeando mi hombro y sin voltear a mirar. 

— ¿Siempre es así de sensible?—le pregunto a Isa.

— Solo cuando sobrepasan sus limites, lo cual es muy difícil de lograr—Isa se cruza de brazos— ¡Felicidades!

(...)

— ¿Entonces qué vas a hacer hoy?—me pregunta Carlos mientras lleva el tenedor a su boca.
— Rente un auto.
— ¿Y acaso conoces Barcelona?
— No, pero podrías llevarme a recorrer la ciudad.
— Lo siento mate, ya tengo planes.
— ¿Y me dejas afuera?
— Es que cierta community mánager aceptó venir conmigo ésta noche y déjame decirte que no ha sido fácil convencerla, así que no puedo desaprovechar esta oportunidad, quizás mañana vuelva a priorizar su trabajo.

Por un momento una imagen de Gianna y Carlos viene a mí cabeza.  Ellos riendo, él seduciéndola, haciéndole creer que será la única en su vida para olvidarse de ella luego del fin de semana.

— Acaso es G... ¿Gianna? —pregunto con temor a la respuesta.
— Claro que no tío, ni siquiera trabaja para Ferrari—se apresuró a negar— No niego que si las circunstancias fueran distintas, si apostaría una de mis fichas a ella, es bonita, simpática,  con clase... Y debe ser de las pocas a las que no le interesaría que soy un piloto con una buena pasta en la cuenta de banco—rio— pero esta casada, tiene una hija majísima y dudo que tenga intensiones de perder todo por una noche, aunque sea la mejor noche de su vida—sugirió con malicia. 

— ¿Entonces traes algo con la competencia?—cambio la dirección de la conversación, no me gusta como ha hablado de ella. 
— Puede ser... pero un caballero no tiene memoria Lord Perceval— bebe de su copa. 

(...)

El día se ha pasado volando y son casi las ocho de la noche. Me he pasado las últimas horas pensando en Gianna, Carlos tenia razón, cualquiera que tratara con ella si quiera un minuto, no tardaría en caer en sus encantos. Aún así, yo corría en desventaja. 

Sin embargo no podía dejar de pensar en ella, y sé que dije que iba a dejarla ir, que había aceptado que ya no podría tenerla. ¿Pero que tan tarde era? ¿Todavía estaría a tiempo de remediar las cosas? 

Tomo un poco de valor y salgo al balcón para llamarla. Si me dice que no, podría arrojarme desde este doceavo piso.

No tarda en contestar, y para mí sorpresa su respuesta es positiva.

Busco mí traje Armani en el placar, el que no tiene el logo de Ferrari. Me visto rápidamente y ahora la decisión más importante de la noche me invade, ¿debo o no ponerme corbata? Me la pongo, si no me gusta me la saco en el auto.

Bajo al estacionamiento y subo a la suv Audi que alquile, Gianna me mandó su dirección por mensaje así que la busco y la pongo en el GPS.

Tardé menos en llegar que elegir la corbata.
Me miro por el espejo retrovisor y decido sacármela, la voy a guardar en el bolsillo.
Le aviso que llegue. Salgo del auto para esperarla en la vereda.

A los minutos sale y no puede ser más radiante, lleva un saco blanco, vestido negro y unos tacones blancos.

Me acerco a saludarla con un beso en la mejilla, es la primera vez que mis labios tienen contacto con su piel.

(...)

La cena fue sensacional, hablamos mucho y hasta nos pasamos de copas.
Al retirarnos, el estacionamiento ya estaba casi vacío.

Gianna comienza a bromear sobre la invitación, lo cual me pone bastante nervioso, de repente se pone tensa y seria, creo que acabo de arruinarlo todo.

Los ojos marrones de la rubia se clavan en los míos tratando de descifrarme, creo que ésta es mí oportunidad de hacer algo bien o seguir incrementando su odio hacia mí.

— Porque no tolero verte con tu perfecta familia, tu perfecta historia de amor, y no... y no... y no poder hacer esto—sin pensarlo demasiado la beso. Ella no me corresponde, más bien se quedó paralizada. Creo que acabo de hundirme aún más. Retrocedo para darle su espacio, su cara está inexpresiva y sus ojos están clavados en mí

— Charles...—Gianna toma las solapas de mí camisa y me arrastra hacia ella.
Me besa con fogosidad, desesperación y lujuria. Quiero hacerla mía.

Avanzo sin despegarme de ella hasta dejarla pegada al auto, la levanto y siento en el capot.

Mí boca busca su cuello y ella se prende fuego lentamente. Desprende mí camisa y no tolero un segundo más sin hacerla mía.

La mano que acaricia su pierna sube hasta sus bragas y juega con ellas. Puedo ver cómo cada poro de su cuerpo me desea y no la hago esperar.

Llevo dos de mis dedos a la boca, busco una señal de aprobación en su rostro antes de seguir y los introduzco en su interior. La rubia se recuesta en el capot y se retuerce de placer.

Me inclino sobre ella para besar su abdomen, siento mí entrepierna demasiado apretada, me incorporo rápidamente y Gianna se prende de mí cuello sentándose en el auto y buscando mis labios con desesperación.

Lleva sus manos a mí bragueta y no puedo evitar sonreír pícaramente al saber que ahora ambos queremos lo mismo.

Tomo una de sus piernas y la levanto hasta dejarla a la altura de mis costillas, necesito un buen ángulo.  Corro su tanga y entro a su interior sin cuidado, nuestros cuerpos no tardan ser uno.

Ella estalla de placer y no hay nada que me motive más que sus gritos, sin embargo se están saliendo de control y podría entrar alguien en cualquier momento, le tapo la boca y vuelvo a  aumentar la intensidad de mí embestida.
Sus piernas tiemblan y siento como todo su interior se moja y empapa mi miembro.

Continúo con mis embestidas, ahora un poco más suaves, hasta acabar dentro suyo.

Sus manos arañaron toda mi espalda y el sudor cayendo en las marcas me provoca ardor.
Espero que baje mí erección y salgo de su interior. Saco la corbata del bolsillo, limpio su vulva con ella y vuelvo a colocar su ropa interior de manera adecuada.

Ella no para de besarme y le correspondo.
Si ésta es la única oportunidad que tengo de estar con ella, no pienso desperdiciarla.

— Vamos a tu hotel antes de que me arrepienta.

Su petición me sorprende y hace sonreír.
Saco las llaves del auto, ambos subimos.

Debo admitir que el hecho de estar en la misma ciudad que su marido, y los comentarios de Carlos acerca de que ella no tendría un desliz tan fácilmente, lo vuelve más ardiente.

TORSIÓN EN MÓNACO | Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora