Sobran cuatro días

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Cinco días habían pasado muy rápido, no había un documento que Damian no hubiese leído por lo menos tres veces, incluso se había memorizado varias páginas de libros de leyes, llevaba más de treinta horas sin dormir, comenzó a decir que dormir era una perdida de tiempo, se había recluido casi por completo dentro del cuarto de Demetrius, no quería salir, ni comer, sus amigos paseaban por la entrada de vez en cuando, abrían la puerta pero casi siempre estaba tan concentrado que los ignoraba, estaban intentando decidir cómo le harían para obligarlo a dormir cuando escucharon un fuerte ruido que provenía del cuarto de Demetrius, ninguno se atrevió a entrar, él estaba adentro claramente furioso, se escuchaba como se rompían varias cosas allí adentro incluso algunas cosas imputaban contra la puerta generando fuertes vibraciones en la madera, los ruidos fueron acompañados de gritos desgarradores llenos de dolor, maldecía y se preguntaba por que estaba pasando eso, cuando los ruidos cesaron Anya decidió abrir la puerta y lo vio allí sentado en el suelo abrazando sus rodillas, estaba llorando, fue una imagen dolorosa de ver, sus manos estaban sangrando, el cuarto estaba hecho un desastre, había vidrios por todas partes y los documentos que cuidadosamente él había organizado y leído durándote todos esos días estaba por todas partes esparcidos, Anya se arrodilló frente a él abrazándolo, dejo que sus lagrimas cayeran junto a las de su querido ojimiel quien solo podía aferrase a ella abrazándola fuertemente mientras lloraba fuertemente, no encontró solución, después de todos esos días y después de todo su esfuerzo, no encontraba una solución.

Paso casi dos horas llorando hasta que el cansancio le gano y perdió el conocimiento en sus brazos, Ewen y Emile lo llevaron hasta su cuarto para que descansara, Anya se quedo junto a él y por primera vez desde que llegaron a la mansión Desmond, durmieron toda la noche, a la mañana siguiente cuando Anya abrió los ojos él la estaba observando, no sabía hace cuanto tiempo había despertado pero por lo menos seguía allí junto a ella, tenía una mirada triste y llena de melancolía, su pulgar estaba paseando por la mejilla de la pelirosa mientras una lagrima silenciosa recorría su rostro. Faltan tres días.

- Hola – Murmuro ella con una suave sonrisa.

- Hola – Respondió él difícilmente, tenía un nudo en la garganta que le dificultaba pronunciar hasta esas pequeñas palabras, le resultaba difícil no comenzar a llorar nuevamente, podía ser hombre pero el dolor de pensar que debía separarse de la única mujer que se había ganado el titulo del "amor de su vida" le partía el alma mil pedazos, él lo sabía, sin ella la vida era igual a un abismo frio y vacío donde él no quería estar, la vida lejos de ella perdería su color, los lujos no significaban nada sin ella, él podría abandonar su apellido si su familia los quisiera separar, su vida solo había cobrado sentido desde que la conoció, ella le enseño a amar muchas cosas y fechas importantes, ella le enseño como amar su vida, como ver belleza donde otros ven simplicidad, ella le enseño que una vida podía ser cálida y llena de amor, por ella podría hacer cualquier cosa, pero no sabía si tenía la capacidad de dejar morir a alguien por su felicidad, menos a su madre, puede que él no tuviese mucha cercanía a su familia, pero sabía que ni Anya ni él permitirían que alguien muriera si ellos podían ayudarle, sus corazones no eran egoístas, por eso solo podía pensar en encontrar una solución, pero esa solución nunca llegó.

Había un mar de pensamientos confusos en la mente del pelinegro, su mirada estaba perdida, la veía a ella y al mismo tiempo no, aun estaban acostados en el cuarto de Damian, Anya simplemente se acercó a él acurrucándose en su pecho, él podía sentir el dulce olor de su cabello y la delicadeza de su piel mientras la acariciaba

- Ey ¿aún estoy aquí sabias? – comento ella viéndolo al rostro

- Podrías estar conmigo para siempre – Respondió el mirándola fijamente

- No importa lo que pase mañana o pasado mañana –

- A mi si me importa –

- A mi igual, pero mas me importa que hoy estamos juntos – Su optimismo era impresionante, ese pensamiento estaba en la mente de él, Anya se le subió encima dejando ver que traía puesta una de sus camisas

- Esa camisa es mía – Exclamo él con una sonrisa

- Ahora es mía – respondió ella con otra sonrisa juguetona, él se sentó para poder conversar mejor posando sus manos en la piel de sus muslos, pero parecía que ella tenía otras intenciones, comenzó a besarlo suavemente en el cuello para incitarlo a hacer algo diferente de conversar, ella quería animarlo

- No creo que sea buena idea, no sé si podre – Claramente quería rechazarla, pero solo conseguía eso con la mente porque su cuerpo la llamaba fuertemente.

- Yo no creo que tengas problemas – le murmuro ella en el oído, aun estando encima de él, se deshizo de la única prenda que traía puesta, dejando ver sus pechos ante la mirada complacida de su ojimiel, tomo sus mandos y las guio para que la acariciaran suavemente donde ella quería aumentando el calor entre ellos al paso de su tacto, consiguió convencerlo un poco y sonrió complacida cuando sintió su lengua y dientes jugueteando en sus pechos mientras su manos sujetaban firmemente sus muslos, obtuvo lo que deseaba, distraerle la mente y relajarlo aunque fuese por un instante. Con el suave movimiento de sus caderas contra su entrepierna lo incitaba a pecar en su cuarto, él no podría resistirse mucho tiempo más, eso era algo que ella tenía claro y podía sentirlo, hace mucho que no lo hacían en esa habitación, él se deshizo también de su ropa y al cabo de unos minutos accedió a su petición, la hizo suya mientras inundaban las sabanas de placer, amor y lujuria disfrutando cada centímetro de su belleza, continuo dentro de ella hasta conseguir hacerla tocar el cielo varias veces antes de que acabaran una vez más juntos sin que nada más les importara, por lo menos en ese momento.

UNA HERMOSA CASUALIDAD - ARCO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora