Capítulo 2

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Abigail

En mi mente todavía se repetía la noche que había pasado con Maxim, no podía dejar de repetirla, era algo que tal vez no olvidaría nunca, pero ahora me encontraba aquí en la mansión Robinson lista para terminar de limpiar.

Después de esa loca noche de sexo me desperté sola en la gran cama lujosa, no había señales de Maxim, ni papeles con alguna nota. Igual, sabía que no nos volveríamos a ver más después de esa noche, simplemente algo dentro de mí se sintió raro.

Me vestí y me fuí del lugar sin decir nada, cuando llegué al apartamento Leah estaba durmiendo en el sofá, se levantó al escucharme llegar y me contó de su loca noche de sexo con Landon, ambas la pasamos bien, pero ninguna volvería a ver a alguno de ellos.

No volvimos a hablar más de ellos ese fin de semana y cada una se enfocó en las cosas que tenía que hacer, trabajar era más importante que soñar cosas que nunca serían realidad.

Fuí hacia la cocina y saqué un vaso de cristal de uno de los cajones, abrí la nevera buscando la jarra de agua y me incliné para sacarla, pero unos brazos fuertes sujetaron mi cadera con fuerza haciendo que se me resbalara el vaso que impactó contra el sueño haciéndose añicos.

Intenté girarme y gritar, pero él fue más rápido y puso su mano en mi boca para no hacer ruido.

Era Nate.

—Por fin estamos solos, hace rato quería divertirme contigo un rato.

Comenzó a forcejear conmigo y a arrastrarme por la cocina, e intenté pegarle y defenderme, pero era imposible porque él tenía todo el control y era más grande que yo.

Lloré con fuerza intentando que le soltara, pero me llevó hacia el cuarto de limpieza y me tiró al suelo con fuerza cerrando con seguro.

—¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loco?! —Comencé a patalear y a alejarlo, pero él fue más rápido y se abalanzó encima de mí.

Aprisionó mis manos contra el sueño con fuerza sosteniéndolas con su mano, y con la otra abrió mis piernas intentando agarrar mi ropa interior. Grité todo lo que pude, pero fue imposible, nadie me iba a escuchar.

—¡Suéltame!

—¡Cállate! —Me abofeteó volteando mi rostro.

Llevó su mano a mi cuello y comenzó a asfixiarme, lo arañé en los brazos y el rostro, pero él estaba transformado en otra persona, él estaba dispuesto a abusar de mi.

Mis bragas desaparecieron en cuestión de segundos, y Nate se desabrochó el pantalón sacando su maldita polla asquerosa, sentí la intromisión en mi canal vaginal.

Iba a morirme, si no era ahorita mismo, iba a morir en cualquier momento.

Su gran mano se quedó en mi rostro y me apretó contra el frío suelo del cuarto de limpieza.

Estaban abusando de mí, uno de mis mayores miedos se estaba volviendo realidad.

No sé cuántos minutos pasaron, pero todo fue una tortura, Nate se acomodó la ropa satisfecho y me dió una última mirada.

—Estás demasiado estrecha, eso hizo las cosas más difíciles, pero pronto te vas a acostumbrar, linda.

Salió del cuarto y me quedé en el suelo llorando en silencio, aunque mis sollozos ya no eran tan fuertes, por dentro me estaba derrumbando lentamente. Tenía que salir de aquí.

Me levanté con cuidado y recogí mis bragas, abrí la puerta sin hacer ruido y corrí por la cocina saliendo por la puerta del jardín hasta la calle. Corrí con más fuerzas sin mirar atrás y me abracé a mi misma sintiendo las gotas de lluvia que estaban comenzando a caer.

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