Capítulo 10

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Maxim

Trabajar con mi antigua secretaria resultaba emocionante, y no sabía porqué, me gustaba verla morder el bolígrafo mientras escribía en el computador un nuevo informe, me gustaba verle esos preciosos labios rojos, y la cola de caballo que se hacía ahora que estaba trabajando nuevamente, era tan atractiva.

Observé a Artur, el de contabilidad, verla un par de veces, pero le recordé el manual de la empresa, de igual forma solo quería verla yo, nadie más tenía derecho a verla.

Hoy teníamos visita de un jardín infantil de la ciudad, no sabía porqué habían mandado veinte niños de cinco y cuatro años a una empresa como la mía, por lo que medio supe, fue para enseñarles cómo funcionaba y cosas así, pero no estaba acostumbrado a ver niños corriendo por los pasillos.

No habían llegado y ya estaba estresado.

—¿A qué hora llegan los niños? —Le pregunté a mi secretaria.

—Ya están en la recepción, les están enseñando las oficinas de abajo, presentando a los trabajadores y hablando sobre lo que hace cada uno.

—Oh, ¿o sea que también tienen que subir a mi oficina?

—Si, usted los va a guiar a los otros pisos, según por lo que escuché a la profesora. Ya van a subir, por favor, no vaya a hacerles mala cara.

—No, claro que no.

Me levanté de la silla y arreglé mi traje poniendo mi mejor sonrisa para recibir niños, aunque no tenía una, sabía que tendría que salir.

Abrí las puertas de la oficina y esperé a que el ascensor se abriera, una vez lo hizo, observé a las pequeñas personitas que iban caminando con sus uniformes del jardín y sus mochilas. Se veían tiernos, de alguna manera.

Una mujer de cabello corto salió de primeras y comenzó a darles órdenes para que se ordenarán en una fila de niñas y niños, así lo hicieron los pequeños y caminaron hacia mí dirigidos por la profesora.

—Niños, él es Maxim Clifford el dueño de esta empresa.

—Buenos días, señor Clifford—Saludaron todos al unísono.

—Buenos días, niños. Es un gusto para mí tenerlos aquí.

—El gusto es de nosotros, señor Clifford. Gracias por recibirnos y aceptar que vinieramos aquí.

—No es nada. Ahora, comencemos con el recorrido.

Las pequeñas personas comenzaron a caminar detrás de mí y subimos las escaleras con cuidado, porque sabía que en cualquier momento uno de ellos podría resbalarse, aunque no sé por qué pensaba eso.

Les expliqué lo que hacían el resto de mis empleados y ellos emocionados comenzaron a hacer preguntas que respondí amablemente, no los toleraba, pero tampoco iba a sacarlos de aquí.

La maestra les comenzó a cantar una canción infantil para que hicieran silencio mientras subíamos a la terraza para tomar el refrigerio, después teníamos que dar un paseo en bus por la fábrica de mi empresa.

Todos tomaron asiento en la gran mesa que estaba perfectamente preparada para ellos, las niñas se hicieron a un lado y los niños al otro, la profesora comenzó a sacar los pequeños bolsos de cada uno y ahí estaba empacado su refrigerio.

—Señor Clifford, ¿será que puede ayudarme con esta hilera de niñas? —Me señaló a las pequeñas que todavía no tenían su refrigerio fuera.

—Está bien —Sonreí amablemente.

Me acerqué a cada una y tomé sus maletas sacando el recipiente de dibujitos de cada niña, pasé a la última que me faltaba y también agarré su mochila sacando el recipiente rosado con un pony en la tapa.

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