Capítulo 17

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Abigail

Me quedé helada con su pregunta, ¿Que pretendía con ello? ¿Qué información quería obtener? O tal vez él ya sabía lo que había pasado hace algunos años atrás entre él y yo.

—¿Por qué preguntas eso?

—Por lo que pasó está mañana, dame una respuesta o yo mismo voy a elaborar una, y créeme que no va a ser la mejor.

—Imagina lo que quieras, no me importa—Me levanté enojada—. Vete de aquí, nos vemos mañana o la verdad no sé si vaya a trabajar.

Se levantó del sillón y me miró fijamente.

—¿Te crees dueña de la empresa? Vas a trabajar y punto, mañana te quiero allá puntual. Ya que no quisiste hablar conmigo por las buenas de lo que está pasando contigo y con Nate.

—Ya no quiero ser tu maldita empleada, búscate otra secretaria y déjame en paz. Voy a irme con Emily no sé por cuánto tiempo, pero lo más probable es que no regresemos.

Frunció el ceño sin entender nada y se quitó el abrigo que tenía puesto.

—¿Te vas a ir con Nate?

—No digas estupideces, Maxim. Me voy por otras razones.

—Dimelas—Se acercó lentamente hacia mí —Dime una de las razones por las cuales quieres irte y dejarme.

Siguió acercándose hacia mí y nuestros labios quedaron demasiado cerca, mi pecho comenzó a subir y a bajar con rapidez, y cerré mis ojos sintiendo su cálido aliento golpear mis labios. No lo pensé dos veces y me pegué hacia él.

Nos comenzamos a besar como de costumbre y sus manos fueron tocando poco a poco cada parte de mi cuerpo, estaba comenzando a calentarme y esto me gustaba mucho.

Me separé de él y le sonreí tomando su mano para llevarlo a mi habitación, subimos las escaleras corriendo hasta que nos adentramos y cerramos la puerta. Volvimos a besarnos sin mirar hacia ningún lado, no encender la luz, solo entraba por la ventana la luz de la luna que estaba llena y se veía hermosa.

Nos desnudamos poco a poco hasta llegar a la cama completamente desnudos, me posicioné en el centro, abrí mis piernas y él estaba acercándose hacía  mí para comenzar la acción.

Se posicionó en mi entrada y se hundió lentamente, cerré los ojos sintiendo su dureza en mi interior y comenzó a moverse rápidamente haciéndome gemir como a él le gustaba. Arañé su espalda con fuerza y apreté sus hombros mirándolo a los ojos, estábamos conectados, con solo mirarnos sabía que esto no era solo sexo.

Nos besamos nuevamente, y se acercó a mi oído gimiendome, luego me tomó con fuerza del cuello y me susurró al oído:

—Eres mía, Abigail. No dejaré que nadie más esté contigo, no me importa quien sea eres mi mujer y los demás tendrán que soportar eso—Con su mano en mi cuello aún siguió besándome y moviéndose.

Nunca me había gustado el misionero, pero hacerlo así con Maxim, era muy satisfactorio.

Mi cuerpo se comenzó a calentar cada vez que me embestía y cerré mis ojos sintiendo la descarga de placer en mi pelvis, iba a correrme. Él lo sintió y comenzó a hacerlo más duro, subió una de mis piernas a su hombro y se movió con rapidez.

Dos embestidas más y cerré mis ojos sintiendo la presión en mi cuello y pelvis, me corrí bajo un grito ahogado y sentí el semen de Maxim llenarme el interior. Abrí los ojos encontrándome con el rostro relajo de Maxim y le di un último beso antes de que se quitará de encima.

¿Por qué había sentido está noche tan especial?

Tal vez porque no estaba ebrio, nunca lo habíamos hecho así, despacio, con calma y besos suaves. Siempre éramos lo más bruscos posibles, de perrito y con las manos en la espalda mientras su polla me llenaba por completo, me jala el cabello, me nalgueaba  y otras cosas que ambos disfrutamos mientras él estaba bajo los efectos del alcohol.

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