Capítulo 9

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UNA SEMANA DESPUÉS

Maxim

Terminé de teclear en mi computador el último archivo, y se lo mandé a mi nueva asistente, si Abigail creyó que con su renuncia me iba a dejar mal, estaba muy equivocada.

Landon se puso en la tarea de buscar una chica y consiguió una perfecta para mí, era todo lo que buscaba, no hablaba, no se metía en asuntos que no eran de su incumbencia y cumplía con todo lo que le tocaba, me caía bien.

Tomé un trago de whisky y salí de mi despacho para comer algo en la cocina, estaba hambriento. Fuí, abrí el refrigerador, pero malas noticias, no tenía nada comestible allí, solo agua, leche y almendras tal vez dañadas.

Tenía que ir al supermercado.

Suspiré tomando las llaves del coche y salí de mi apartamento para dirigirme al lugar, llegué a un supermercado cercano y tomé un carrito pequeño, no iba a llevar muchas cosas, solo lo necesario para mí.

Caminé despacio por todos los pasillos hasta que encontré algunas cosas que iba a necesitar. Me acerqué con el carrito a meter algunas cosas, y seguí caminando para ver qué más echaba.

Bajé una caja de cereales y leí como de costumbre, hasta que sentí un jalón en mi abrigo, volteé a buscar quién había hecho la gracia, pero no encontré quien.

Volví a sentir el tirón cuando iba a comenzar a buscar el que estaba haciendo eso, pero una pequeña persona a mi lado siguió jalando mi abrigo.

Era una niña que me estaba viendo fijamente, su rostro se me hacía familiar de algún lado, pero no recordaba, ni lo haría.

Sus grandes ojos se encontraban viéndome fijamente. ¿Qué quería?

—¿Me puedes hacer un favor? —Sonrió soltando mi chaqueta.

—¿Cuál?

—¿Me ayudas a bajar eso? —Señaló una caja de cereal con un unicornio.

—¿Tú madre sabe que estás hablando conmigo? —Pregunté antes de bajar el cereal.

—No, solo quiero mi cereal.

—No te voy a bajar un cereal, porque creo que tú madre no vino a comprar eso. Mejor vé con ella.

La niña no se veía de escasos recursos, estaba bien vestida, traía un vestido rosado, sandalias grises y dos coletas con cintas blancas.

¿Por qué sentía algo raro al verla?

—Quiero mi cereal—Hizo un puchero y observó mi carrito de compras—. Me puedes dar ese y tú bajas otro.

—¿y por qué debo darte mi cereal? —Pregunté.

Era gracioso hablar con ella.

—Porque tu eres grande como mami y puedes bajar otro, yo no.

—Puedes decirle a tu madre que te baje uno.

—Pero me puedes hacer el favor, o mejor me llevo tu cereal—Caminó hacia mi carrito de compras y se subió sacando el cereal de allí.

Sonrió con inocencia e iba a salir corriendo, pero tomé su brazo con fuerza.

—Esto es mío —Le intenté agarrar el cereal, pero ella con su pequeña mano no lo soltaba, se aferraba a él como si su vida dependiera de ello.

—Déjame, puedes bajar otro, yo no. Yo soy pequeñita—Hizo un puchero.

—No me vas a comprar con esa cara, niña.

—Me llamo Emily—Frunció el ceño y siguió haciendo fuerza con el cereal.

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