Maze y yo íbamos en el taxi en completo silencio.
Acabábamos de llegar a Estados Unidos y nos encontrábamos de camino al lugar donde se realizaría la reunión.
Este se encontraba en un lugar apartado de la civilización en lo profundo del bosque.
Cualquier humano que mirara en internet información sobre la ubicación vería que es una especie de campamento privado y exclusivo. Pero en realidad era un amplio terreno propiedad del consejo de licantropos, compuesto por los distintos alphas de cada manada existente, donde se llevaban ceremonias y otras actividades públicas, como el nombramiento de un nuevo alpha o, en este caso, para celebrar la reunión. Se le podría considerar como terreno neutral, donde todos los alphas tenían el mismo poder.
Maze tocó mi hombro.
—¿Has visto el contador? —preguntó con una mueca de disgusto.
Fruncí el ceño al ver como los números de este seguían subiendo. Este viaje nos iba a salir caro. Llevábamos ya dos horas viajando en el taxi y todavía nos quedaba media hora más.
—Más vale que encontremos a nuestro compañero o esto será un robo.
Traté de forzar una pequeña sonrisa ante su intento de aligerar el ambiente, aunque su broma no me había echo gracia.
La sola mención de la ausencia de mi mate era suficiente para oprimirme el pecho. Pero no se lo mencione, no había nadie que entendiera tanto mi situación como Maze.
Nos habíamos conocido en la segunda reunión a la que asistí, cuando tenía 26 años.
Ella era, a excepción de mi, la licántropa de mayor edad sin pareja allí. Mientras los demás nos miraban como dos bichos raros, nosotras encontramos en la otra un consuelo, alguien que nos comprendiera. Desde entonces habíamos sido inseparables, sobre todo después de que nuestras manadas nos fueran dejando de lado poco a poco.
No nos echaron. No estaría bien que cualquier manada echara a uno de los suyos solo por no tener un mate. Pero era una deshonra, y eso era suficiente para someternos a la exclusión social.
Cada licántropo tiene un mate, un compañero predestinado que supondrá tu mayor felicidad y soporte, hay que será tu mayor fortaleza y debilidad. Este era un regalo dado por la diosa Luna, una bendición dada a su propia creación.
El echo de no tener un mate se consideraba una especie de castigo divino. Como si la diosa Luna no nos considerara merecedores de uno.
Eso nos convirtió a Maze y a mi en parias. Nuestras manadas nos dieron de lado, incluso nuestras familias. Al final la presión social nos obligó a marcharnos.
Pero ahora que habían pasado tanto tiempo, ya no dolía tanto. Pude ver el lado positivo: no me marché sola, tenía a Maze, y, sobretodo, no me convertí en una rogué. Esto último habría sido nuestro fin.
Los rogues eran licántropos que habían sido desterrados de sus manadas por haber cometido algún crimen o por ser un peligro para la manada. El mejor final para un rogue sería conseguir adaptarse al mundo humano; el peor, dejarse someter por su parte animal, salvajes y sin ningún control o conciencia.
Poco a poco los árboles alrededor del camino fueron desapareciendo, dejando ver el campamento.
—Llegamos.
El taxista nos ayudó a bajar las maletas y pagamos, o más bien, pagué yo, puesto que Maze ni siquiera quiso saber cuándo nos cobró al final.
Arrastramos nuestras maletas por el camino hasta llegar a una especie de caseta donde cada licántropo debía registrarse al llegar. En esta había un hombre atendiendo a los recién llegados.
—Nombre y manada, por favor —pidió con una amable sonrisa.
— Mazikeen Duncan, de la manada Red Wolf. E Isabelle Mathews, de la manada White Moon —respondió Maze, mientras le mostraba al hombre su móvil—. Solicitamos una habitación con dos camas individuales.
El hombre asintió mientras miraba el registro.
—¿No prefieren quedarse con sus respectivas manadas? Ambas han reservados un espacio en el bosque donde quedarse.
—No, gracias.
Intenté que mi voz no sonara tan cortante, pero no lo logré.
Aunque sin mala intención, el hombre había mencionado algo delicado para ambas.
Debió darse cuenta de su error puesto que se apresuró a entregarnos las llaves de nuestra habitación.
Nos dirigimos hacia el pequeño edificio donde nos quedaríamos durante toda la semana.
Me quedé pensando en lo que había dicho el hombre.
Muchos de los asistentes venían con el propósito de encontrar a su mate, pero también había licántropos ya emparejados que venían para disfrutar de las diferentes actividades y ceremonias que se realizarían.
Por ello, muchas manadas reservaban espacios en el bosque para que sus miembros pudieran pasar las noches en su forma animal, en vez de reservar habitaciones o cabañas.
Durante las dos primeras veces que asistí, me había quedado en el bosque junto con mi manada, al igual que Maze. Pero eso era el pasado.
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Alfa de rogues
LobisomemIzzy asiste junto a su amiga Maze a "la reunión", un evento que solo ocurre cada 10 años donde los licántropos de todo el mundo pueden encontrar a su mate. Sin embargo, Izzy y Maze ya han perdido la esperanza de encontrar a su pareja predestinada, p...