Capítulo 19

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La atmósfera en la cabaña era cálida y acogedora, con el crepitar del fuego en la chimenea y el aroma tentador de la comida que Killian había preparado. Las velas parpadeaban suavemente, iluminando la mesa donde nos sentamos frente a frente.

Killian me miró con una sonrisa, sus ojos azules brillaban con complicidad mientras me servía otra copa de vino tinto.

Observé como se derramaba el contenido en la copa mientras daba un último mordisco a la tarta de queso, deleitándome con su sabor.

—Espero que te haya gustado la cena —dijo, su voz suave y cálida, llenando el espacio entre nosotros.

Asentí con una sonrisa agradecida, admirando el esfuerzo que había puesto en preparar esta sorpresa para nosotros.

—Me ha encantado —respondí, tomando un sorbo de mi copa y saboreando el rico sabor del vino—. Creo que lo he repetido varias veces durante toda la noche.

—Ah, sí. También lo has demostrado —dijo, en tono bajo y ronco. Yo lo miré confundida, sin saber a que se refería—. Con los ruiditos que hacías al comer. Había momentos en que no sabía si estabas comiendo o haciendo otra cosa —aclaró, socarrón.

—¡Pero qué dices! ¡Eso no es así! —repuse, avergonzada y con el rostro teñido de rojo.

Este soltó una fuerte carcajada, inclinándose hacía delante mientras hacía como si se secara las lágrimas de la risa.

No sabía hacia donde mirar. Me había pillado por sorpresa y el cabrón se estaba riendo de mí.

Sin poder resistirlo, le metí una patada por debajo de la mesa, pero a penas conseguí rozarle por la distancia.

Mal momento para ser bajita.

Me incliné un poco hacia la mesa para acercarme más a él y volví a meterle una patada, pero este consiguió agarrar mi pie ante de que lo golpeara.

—Buen intento, pero has sido muy lenta —se burló, aun sin soltar mi pie.

Su mano recorrió suavemente el empeine, provocándome un escalofrío. Intenté retirar mi pie, pero Killian lo sujetaba con fuerza.

—Vas descalza —señaló, siguiendo con sus caricias que subieron hasta mi tobillo.

Llevaba estándolo prácticamente desde que nos sentamos a cenar. Los tacones llevaban un rato matándome y necesitaba un poco de liberación.

—¿Te molesta?

Killian negó.

—Puedes quitarte lo que quieras cuando quieras.

Alcé una ceja. No volvería a sorprenderme con sus insinuaciones.

Medité durante un segundo que contestar o como actuar. Podía actuar impasibles, como si no me importara o podría... Una idea cruzó por mi mente.

Me recliné en mi asiento, poniéndome más cómoda y moví mi pie, que hasta entonces descansaba en su rodilla. Recorrí el largo de su pierna, sintiendo la tela de su pantalón acariciarme, hasta dejarlo en el interior de su muslo, justo entre sus piernas, pero sin subir más allá de ahí.

Killian se removió en su sitio, aun así, no me aparté. Vi como tragaba saliva, haciendo que se moviera su manzana de Adan.

Sentí unas repentinas ganas de pasar mi lengua por ahí.

¿Qué pasaría si moviera el pie un poco más arriba? ¿Podría sentir lo mucho que me desea? ¿Lo que me necesita?

La forma en que me miraba, oscura y fiera, me decía que sí.

La tensión entre nosotros parecía aumentar con cada segundo que pasaba. Me di cuenta de que la atmósfera había dado un giro inesperado. Y me encantaba.

Sentía que el deseo me ahogaba y, sin pensarlo más, lo hice. Y dios, lo sentí, plenamente.

Jo-der.

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