LAS NOTAS DE MAMA

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11 de la mañana del día viernes.

Momento perfecto para tomar un café envenenado.

Me dispongo a ingresar a la sala de profesores donde se encuentra la profesora Lesly.

Tengo que detener esto, siento que me va a dar un colapso y esta situación no la puedo controlar.

No me siento capaz de afrontarlo.

Sé que le dije a mi psicóloga darle si a estas cosas cotidianas, pensarlo, analizarlo, darme una oportunidad de vivirlas, experimentarlas y saber que se siente, pero siento miedo, no solo eso, y no es el único problema, el más grande de todos es que no puedo estar al lado de Damian.

No puedo, no me pregunten porque, pero simplemente no lo puede tener cerca.

Las manos me sudan cuando camino por el pasillo, tenemos quince minutos para descansar antes de las últimas dos clases y aprovecho este lapso de tiempo. Llego al salón, encontrando a la profesora Lesly bebiendo una taza de café.

—Profesora—llamo su atención y voltea riendo, toma asiento y se quita las gafas—puedo hablar con usted un momento.

—Claro que si cariño—ella es muy amable, siempre nos trata con dulzura recordándome a la profesora Miel—siéntate y cuéntame que te pasa.

Tomo aire, realmente no sé cómo explicarle esto para no sonar tan dramática.

—Habla, confía en mí, que pasa—me sonríe con tranquilidad, apoyando las manos en el escritorio parpadeando varias veces. A espera de mis palabras que no suelto porque apenas estoy cuadrando todo en mi mente.

—Es sobre la obra de teatro—le digo—no puedo hacerlo.

La tomo por sorpresa y se tira atrás, como asimilando lo que acabo de decirle.

—Porque Merilla—sabía que iba a preguntar eso.

Por supuesto no puedo decirle mis verdaderas razones y debo inventar algo, pero que, no sirvo para decir mentiras.

Realmente llegue tarde a esa repartición. No es como que me broten mentiras así de la nada como mis hebras de cabello. Mama siempre me ha dicho que es mejor hablar siempre con la verdad, pero no se si siempre la verdad funciona, porque mi verdad es un simple...

—No quiero —le digo y sacude la cabeza.

—Lo siento jovencita, pero necesito algo más que un no quiero para considerar el darle tu papel a otra chica.

—No me gusta mostrarme en público—digo—tengo pánico escénico.

La piel de su frente se arruga y sacude la cabeza.

—Estas mintiéndome señorita...

—No, profesora porque dice eso—me esfuerzo—es verdad lo que le digo.

—Eres bailarina Merilla, es imposible que tengas pánico escénico y dado a que te has enfrentado a jueces más severos, hacerlo delante padres de familia y alumnos no será mucha presión para ti.

¿Qué dijo? ¿padres de familia y alumnos? Eso no estaba en el contrato inicial.

Relajo mis hombros, me he puesto demasiado tensa, donde papa me vea dando un besucón de seguro y puedo jurarlo que...

Romeo muere de verdad.

—Créame que los alumnos pueden ser mucho más crueles y como usted ya sabe no tengo buena relación con ellos, no quiero arriesgarme a ser la burla de ellos por días.

HASTA RESPIRARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora