DIOS MATAME

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Las gotas de agua pegan en el cristal mientras mis lágrimas bañan mi rostro. Las manos me tiemblan, el corazón mi duele y me preparo mentalmente de nuevo para una noche de pesadilla, porque no se en que club nocturno me venderá esta vez.

La loción del hombre que tengo al lado me dan ganas de vomitar y bajo la minifalda odiándome, repudiándome y preguntándome por qué mi madre no me aborto. Porque no me ahorque con el cordon umbilical, porque simplemente no me muero. El top cubre lo suficiente y las medias hasta los muslos de mis piernas me hacen ver como una puta.

De reojo lo miro tecleando en su móvil ignorando mis gritos de súplica, mis lágrimas de desesperación.

¿Porque me hace esto? ¿qué le hice yo para que me odie tanto?

Es lo que me pregunto cada noche, cada segundo de mi misera existencia, cada que me vende, me utiliza y golpea. Es lo que se pregunta mi corazón cada que esta sobre mi rompiéndome desde que era una pequeña.

Se supone que es la persona que debe cuidarme, pero es quien más daño me hace.

Se supone que debe amarme, pero es quien me rompe.

Se supone que sería la persona que más debería protegerme, pero es quien me vende como si no valiera nada.

No se cómo pegar todas las partes rotas en las que tengo mi corazón, no está en fragmento, si no en ruinas.

El miedo es tanto que el cuerpo me duele y elevo una súplica a quien me escuche. Siento que Dios no está conmigo, nunca lo he estado y es mentira eso del ángel guardián. El mio se olvidó que existo, que siento, que me muero en silencio. Es mentira que tus padres desde el mas alla te protegen, cuidan de ti, es falso, solo un maldito cuento para llenarte de una esperanza en un mundo egoísta, oscuro y frio.

Mis sollozos aumentan cuando siento el collar que rodea mi piel y alzo los ojos suplicándole que no me haga esto, no quiero, me duele, me lastiman y odio lo que cada uno de ellos me hacen.

—David—la barbilla me tiembla—hermano yo...

—No te has acostumbrado pequeña zorra—ironiza—deberías saberlo ya y déjate de mierdas que me harás perder mucho dinero, arréglate ese maquillaje y espero pongas tu mejor cara de satisfacción, gime o algo así, finge, grita, pero odian que te quedes como muerta.

¿Como podría disfrutar algo que va en contra de mi voluntad?

—No quiero, por favor ya no más—le ruego—hermano por favor.

—Ya—alza la mano y me cubro la cara—no sigas con esas tonterías, es increíble que aun no te acostumbres, pagaron mucho por ti y espero no me hagas quedar mal como la última vez.

—Me duele—le digo en medio del llanto— no me gusta.

Rueda los ojos como si mi dolor y tristeza no le importara, más bien, lo disfruta porque después de esa pesadilla inicia otra. Mis suplicas no le remueven una fibra, por el contrario, manda la mano a su entrepierna y volteo llena de asco, de terror.

¿Porque a mí? me lo pregunto todos los días, a todas horas y no comprendo si existe un Dios, porque permite que me suceda esto.

Las lágrimas se me desbordan cuando el auto se estaciona frente al club iniciando con la pesadilla de casi todas las noches. El nombre del club en rojo me hace un nudo en la garganta y el tirón en mi cuello me hace bajar del auto a las malas.

No quiero, no quiero y me aisló como siempre caminando por inercia. El olor a tabaco, alcohol y sexo lo percibo mientras camino detrás del hombre que me trata como animal. Se dónde estamos y mi cuerpo presiente lo que pasara porque ya ha pasado por lo mismo más de una vez.

HASTA RESPIRARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora