BAILANDO PARA DAMIAN

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Martes, y ya odio a todo el mundo.

Define ironía.

Participar en una actividad escolar que odias y que Laura San Miguel, sea mi madre precisamente en la obra de teatro que protagonizo siendo el interés amoroso del objeto de su odio por mí.

Mala suerte.

Maldición.

Estoy salada.

Tengo dolor de cabeza y guardo el guion en mi nuevo casillero. Respiro profundo y aprieto las dos moñas que mi madre me hizo mientras me miro al espejo.

Eres fuerte, eres valiente, eres imparable.

«Nota de mama»

Musito mientras me miro al espejo, que tengo al fondo y sonrió porque es la primera nota que pongo en mi nuevo casillero. Parpadeo varias veces, el dolor es agudo, el ensayo estuvo lleno de interrupciones, gritos, caras amargas.

Pero que más podía esperar. Nada de lo que hacía a esa chica le parecía y no pudimos avanzar, la profesora de arte estaba que sufría una crisis de nervios, hasta nos gritó pidiendo orden.

Laura y yo no pudimos conectar y para terminar de pensar que enserio los planetas están alineados en mi contra. Lisa, la gemela es quien narra en tercera persona.

No me siento como romeo y julita, más bien como Alice rodea de muertos vivientes. Cierro la puerta de mi casillero y me veo sorprendida, tanto que pego un respingo involuntario cuando detallo al espécimen humano que está a unos pasos de mí y noto que esta mirándome con intensidad.

Cabello negro, ojos oscuros, cejas pobladas, pestañas largas, rasgos finos y asiáticos.

Ryō O'Brien.

No entiendo nada, que hace aquí y mucho menos porque está sonriéndome con ojos brillantes y expresión cálida.

—Merilla—se muerde el labio inferior mientras acaricia sus manos como si estuviera planeando algo macabro.

Este chico en verdad me desagrada demasiado, se cree la gran cosa, un dios el cual cree que por su figura física las chicas deben caer de rodillas.

Si, es verdad y hay que reconocer que físicamente tiene buenos rasgos masculinos que lo hacen destacar, sin embargo, como persona deja mucho que desear y no soy el tipo de persona que se deja impresionar por una cara bonita y un cuerpo atlético.

—Sí, ese es mi nombre—le respondo displicente, sin interés alguno cosa que nota porque tres líneas aparecen en su frente cuando la arruga.

Debe parecerle contradictorio porque por lo general he visto como las chicas se derrite cada que se les acerca, se desmayan, le dan muchos detalles, como chocolates, cartas, y una hasta le envió las bragas.

Cosa que me pareció asqueroso, pero conmigo se equivocó.

Siento su mirada sobre mi cuello mientras aseguro mi casillero de nuevo.

—Lo se, perfectamente—enmarca la última palabra como para que lo escuche.

Lo miro mal por última vez, antes de dar media vuelta dejándolo ahí parado, pero siento sus pasos detrás de mí.

—Merilla—me llama, pero no le contesto porque no me interesa hacerlo.

Aléjate de mí satanás.

De hecho, no sé qué hace hablándome cuando siempre me ha ignorado. Es amigo de las gemelas, así que se me hace muy extraño que este precisamente ahora, dirigiéndome la palabra cuando antes he sido objetivo de burla y una total invisible para él.

HASTA RESPIRARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora