LIBRA & ESCORPIÓN

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MERILLA.

Una vez escuche una expresión de una de las empleadas de mi casa, es latina y me pareció muy curiosa. Le pregunte que significaba y me dijo sin más, enfrentar la situación, sin miedo, sin vacilación, dar la cara, ir de frente sin mayor dilatación.

Así que, ahora yo voy a ....

«Tomar el toro por los cuernos»

Guardo el teléfono al ver el mensaje de Ryō, pide que lo ayude con Damián, dice que perderán el partido, lo ignoro, no le contesto nada y no quiero meterse en eso, sobre todo si es para ayudar a alguien como ese chico.

Suspiro, me tiro el cabello atrás, no estoy nerviosa, creo que hace mucho tiempo no me sentía de esta manera, tan segura de mi misma.

¿Ustedes alguna vez, un sábado a las 9 de la mañana no se han sentido especiales?

Porque yo justo, a esta hora me siento así.

No es trabajo de nadie, si no mío amarme profundamente por eso, el dolor será mi combustible, mis sueños mi motor, el amor mi camino y ser feliz mi propósito.

Cathia entra al restaurante y esta vez no soy la misma de ayer, el golpe que me dio fue fuerte, me derrumbo, pensé que no iba a recuperarme, pero basto para que abriera los ojos, y no solo eso, entender muchas cosas que antes no podía ver.

Nerviosa se sienta frente a mí, sigue luciendo mal y le acerco el café mocca preferido desde siempre. Me mira desconcertada, pero no duda en beber del café el cual se cómo le gusta.

—Merilla no pensé verte despues de...

—Destruirme—la interrumpo y sonrió—tranquila, bien dicen por ahí que no hay mal que por bien no venga.

Le da un sorbo al café y toma dos panecillos que hay en la canasta. A simple vista se ve que esta en la calle y comer se le hace muy difícil, la está pasando muy mal, pero es que, en este momento, es algo de ella que no me importa.

—Merilla lo siento mucho, yo quiero pedirte perdón—intenta tomarme las manos, pero no quiero, no deseo tocarla. Simplemente me repugna.

—¿Por qué Cathia? —le pregunto con seriedad y ella me mira, me repara y se lo que le pasa, porque frente a ella, no esta la misma chica de ayer.

—Porque yo—juega con sus dedos—ya te lo dije, yo quisiera que me perdonaras.

—No tengo nada que perdonarte Cathia—le digo mirándola—si lo dices porque no hiciste nada cuando sabias que nuestro hermano me violaba, me vendía y maltrataba, e hiciste como que no pasaba nada, despreocúpate, que no tengo nada que perdonarte.

—Tenia miedo—aprieta sus manos en puño—tenía miedo que volvería a fijarse en mí, no sabes lo que sufri...

—¿En verdad dices eso? —la interrumpo—¿que no sé lo que sufriste?

—Merilla yo...

—Se perfectamente lo que sufriste porque desde los seis años me violo y los siete empezó a usar juguetes sexuales, antes de violarme analmente y venderme despues a los ochos a monstruos como el—respiro fuego—hombre, tras hombre me ultrajaron y mientras lloraba en mi armario, pensaba en mi hermana mayor con la que me amenazaba, pero mira cómo es la vida Cathia, mientras tú te comportabas como una maldita egoísta, yo aguante, soporte y no dije nada para protegerte.

—¿Protegerme?

—Si, protegerte—la saco de la duda— porque me amenazaba con matarte, con hacerte lo mismo y yo si pensaba en que no quería que vivieras el mismo horror que yo.

HASTA RESPIRARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora